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YAMID, EL HOMBRE DE LA RADIO

El gran premio de periodismo "Simón Bolívar", para el hombre que revolucionó la radio en Colombia.

24 de agosto de 1987

Cuando Yamid Amat le preguntó al cardenal Luis Concha Córdoba, recién muerto Camilo Torres, si Su Eminencia creía que el cura guerrillero se había ido al cielo o al infierno, el cardenal lo miró fríamente y le dijo: "Usted se para y se va". El entonces joven reportero de El Espacio se paró y se fue. Pero veintidós años más tarde, y precisamente gracias a ese tipo de preguntas, se habría convertido en algo así como el primer violín del periodismo radial colombiano. Por eso acaba de ganar el premio Simón Bolívar a la vida y obra de un periodista: porque transformó de cabo a rabo la manera de hacer periodismo por radio en Colombia. El cardenal Concha puede estar, tal vez, revolcándose de exasperación en su tumba. Pero a ninguno de los millones de colombianos que comienzan su día escuchando el programa "6 a.m. 9 a.m." que dirige Yamid Amat se le ocurre que la radio pueda ser algo distinto de ese elemento vivo, inmediato, metido en todas partes, agresivo y directo en que lo han convertido Amat y sus imitadores en el curso del último decenio.
Inexplicablemente, en momentos en que en otros países la radio se debilita por el embate de la televisión, aquí son cada día más los colombianos que sintonizan la radio mientras se afeitan, manejan su carro o montan en buseta, conectados con el país y con el mundo a través de la malicia indigena y la voz sensual de Yamid Amat, o por la personalidad cálida y extrovertida, más que por la voz, de Juan Gossaín.
La consagración oficial de esa revolución de la radio es este premio de periodismo. Pues tiene la particularidad inédita de que quien se lo gana es, por primera vez, un hombre de la radio, y no un periodista de la prensa escrita. Es cierto que Yamid Amat tiene también una amplia experiencia en esta última: ha sido cronista de farándula y columnista de actualidad política, director de un diario vespertino y jefe de redacción de otro, y en diversas ocasiones ha incursionado también en la televisión. Pero él mismo reconoce que en los periódicos "se siente mal" y sostiene que "no sabe escribir". "Supongo que a Daniel Samper le pasaría lo mismo en la radio", dice a SEMANA. Amat es un hombre de micrófono, y aunque dice que el medio ideal sería la televisión "si no estuviera aquí tan amarrada", su medio por excelencia es la radio. Radio Juventud en sus comienzos -"copiando -dice-los boletines de noticias que sacaba Caracol"; y hoy esa misma cadena Caracol en la cual, desde hace cerca de diez años, es director de noticias y mantiene su maratónico programa matutino.
Hace diez años, antes de que Yamid Amat inventara "6 a.m. 9 a.m.", los colombianos se despertaban con "La simpática escuelita que dirige doña Rita". Ahora, en cambio, se despiertan -y en eso siguen durante toda la mañana- con la voz en directo del general Pinochet desde Santiago o la del comandante Ortega desde Managua, la de los cañones desde Beirut o la del volcán del Ruiz desde Armero. Y, naturalmente, con la voz del propio Yamid, que ha acabado así por convertirse en el segundo hombre en la almohada de infinidad de mujeres colombianas (en feroz competencia con Juan Gossaín, director de noticias de la cadena rival RCN). Sin dejar de ser el primero en la de varias, al cabo de tres matrimonios en regla y una larga historia de seductor con fama de hombre galante, regalador y celoso. Pero, asegura él, machista no: "Lo que pasa es que les doy a las mujeres el mismo trato que a los hombres. Feminista, más bien".
Pero hablábamos de la voz de Yamid Amat: esa voz grave, bien timbrada, que lo convierte probablemente en el mejor locutor del país y en la cual está la mitad de su éxito. La otra mitad, tal vez la más importante, está en su oído. La periodista Amparo Pérez, que estuvo siete años casada con él, dice a SEMANA que "la principal virtud de Yamid es que oye mucho, y sabe oír". Y es ese "saber oír", ese prestar atención a lo que dice el interlocutor, lo que lo ha convertido en un preguntador y contrapreguntador sin rival. En las entrevistas de Yamid Amat (por una de las cuales acaba de ganar otro premio Simón Bolívar) el oyente acaba siempre enterándose de mucho más de lo que el entrevistado estaba dispuesto a decir; porque el periodista, más atento a lo que su interlocutor está diciendo que al plan preconcebido de su entrevista, lo obliga siempre a ir más allá. En sus comienzos, la irritación cardenalicia de monseñor Concha Córdoba no lo dejó lucir ese talento: pero no ha hecho más que desquitarse desde entonces, hasta el punto de que hoy parece inventado para Yamid Amat el aforismo según el cual "no hay preguntas impertinentes, sino respuestas imprudentes" .
También al oído, en el sentido musical, se debe el ritmo inconfundible que tiene siempre un programa de noticias dirigido por Yamid Amat: un ritmo que, a su vez, obliga al oyente a escuchar lo que está oyendo. Se trata simplemente, dice él, de algo que "surgió espontáneamente" -aunque reconoce como modelos los programas de noticias de radios europeas como Europa Uno y Antena Dos. "Pero no es un esquema premeditado: es la misma radio la que lo impone. Uno es sólo un instrumento de lo que la radio pide", dice a SEMANA.
Tal vez sea así. Pero también es un hecho que antes de Yamid la radio no le había pedido a nadie que hablara al amanecer con el primer ministro surafricano -y probablemente tampoco hasta entonces el primer ministro había pasado al teléfono simplemente porque "la radio lo imponía". Sin embargo Yamid Amat obtiene esos resultados con toda naturalidad. Su colega Juan Gossaín explica a SEMANA: "Es que Yamid tiene la capacidad de lograr lo que se propone: todo lo que se le ocurre lo hace posible gracias a su absoluta fe en el poder de la radio". Sin embargo, es el mismo Gossaín quien cuenta uno de los fracasos de Amat, atribuible, según él, a su defecto de no delegar nada. "Cuando se confirmó la noticia de la caída de la avioneta de Jaime Bateman, el jefe del M-19, a Yamid se le ocurrió inmediatamente llamar a la torre de control del aeropuerto de Panamá para ver si tenían los últimos reportes del piloto. Los tenían, y naturalmente Yamid consiguió que se los dieran, y anunciamos la chiva mundial para el día siguiente a las siete y treinta de la mañana. Pero Yamid se echó el casete al bolsillo y se fue a celebrar la chiva... y al día siguiente no llegó, y no hubo chiva". Casos así son raros, sin embargo: lo normal es que se salga con la suya, aunque él mismo no entienda exactamente por qué y siga sorprendiéndose cada vez que determinados personajes le pasan al teléfono para responderle preguntas en directo ante millones de oyentes. Lo atribuye al prestigio que ha logrado Caracol -"las agencias de prensa nos usan como fuente de noticias"- y, más generalmente, a la credibilidad que tiene la radio en directo. Según él, el único personaje que nunca le ha pasado al teléfono es el ex presidente Alberto Lleras.
Alberto Lleras: precisamente el primer galardonado con este premio a "la vida y la obra" de un periodista que acaba de ganar Yamid Amat. Esa es la otra novedad que esta vez tiene el premio: que el ganador no es un ex presidente de la República ni la cabeza visible de una tradicional casa periodística: entre los predecesores de Yamid se cuentan ex presidentes como Alberto y Carlos Lleras, y patriarcas como Juan B. Fernández de El Heraldo o, Alejandro Galvis Galvis de La Vanguardia, Fernando Goméz Martinez de El Colombiano, o colectivos familiares de tradición periodística heredada como los hermanos Santos Castillo o la familia Mendoza. Con Yamid Amat obtiene el premio por primera vez un hombre en plena producción profesional (a los cuarenta y cinco años) y uno que, en vez de nacer entre las rotativas y la tinta de imprenta, llegó al periodismo por casualidad o por desenvolate. "Cuando entré a trabajar a Radio Juventud -dice Amat a SEMANA- lo que habia pedido ahí no era un puesto de periodista, sino simplemente un puesto: cualquier puesto. Era por necesidad. La devoción vino después".
Después, y lentamente: pasando por todos los escalones de la profesión y por todas sus modalidades: periodista de farándula, hincha de equipo de fútbol (Santa Fe), jefe de redacción de El Espacio y de El Bogotano, columnista de El Tiempo. Todo eso sin el respaldo de uno de los apellidos hereditarios de la prensa colombiana, sino al amparo de un seudonimo exótico: "Juan Lumumba", que a pesar de todo seguía sonando menos extraño que el nombre y apellido árabes de Yamid Amat. Tanto que, cuando Alberto Acosta lo llamó para trabajar en Radiosucesos RCN y le impuso la exigencia de que usara su verdadero nombre, Amat no le cabía semejante desatino en la cabeza: "Si yo me llamo Lumumba -se lamentaba- a Amat no lo conoce nadie".

Pero es Amat el nombre con que hoy lo conoce toda Colombia. El apellido de un emigrante palestino (nacido en el pueblo de Ramallah, a veinte kilómetros de Jerusalén, en territorio hoy ocupado por Israel) que vino a buscar una novia nacida en otro pueblo igualmente perdido: Santana, en el límite entre Boyacá y Santander, y a criar a sus hijos en los fríos de Tunja, en el colegio de los padres salesianos. De esa infancia modesta Yamid Amat está hoy todavía más lejos que de su apodo farandulero de "Lumumba". Aunque sus amigos cercanos no son muchos, y todos ellos de la radio, la televisión o el periodismo, su vida social es bastante agitada y ostentosa: le gusta organizar fiestas en las que rueda el champana en honor de ministros y se enorgullece de su amistad con personajes importantes, entre los cuales figuran en primer lugar el ex presidente Alfonso López. Lo que hay con él, dice Amat, es una gran admiración de parte suya y una relación de información: le sirve al ex presidente como transmisor de opiniones o informaciones a las cuales tiene acceso. Por otra parte, y en estos veinticinco años, Yamid Amat se ha convertido en el segundo periodista mejor pagado de Colombia (después de Juan Gossaín). El rechaza, sin dar otras cifras, el rumor que corre sobre los "dos millones al mes", y dice que la explicación está en que no recibe un sueldo por su trabajo, sino que para su programa de "6 a.m 9 a.m" tiene una sociedad con Caracol. "Si fuera por un sueldo, sería incapaz de madrugar todos los dias a las cinco de la mañana".
Aunque el problema -reconoce- no está en madrugar, sino en acostarse temprano para poder hacerlo. Porque él, que antes era jugador noctámbulo y tenía tanto tiempo para ser mujeriego ("¿ven cómo es de calumniadora la gente?") ahora está todas las noches acostado y dormido a más tardar a las nueve. Y todos los días, desde la madrugada, trabajando, sin respetar horarios (ni los suyos ni los de sus colaboradores), ni ceder a la fatiga, y sin perder la voz. Ni siquiera en esas transmisiones maratonicas que llevan su sello personal en los momentos de grandes acontecimientos o catástrofes: la erupción de Armero, el Palacio de Justicia, el golpe de los generales argentinos contra Isabel Perón, la entrada de los sandinistas a Managua tras la fuga de Somoza.
Una dedicación tan exclusiva y constante a su trabajo es la que hace que a nadie le parezca extraño que Yamid Amat se haya ganado a los cuarenta y cinco años un premio que habitualmente se reservaba a personajes que han cumplido los noventa: es que él trabaja el doble. Un mérito al cual, dada la índole de su oficio, él atribuye poca importancia: "Lo que pasa -explica a SEMANA- es que cuando no hablo me aburro".
En resumidas cuentas, el principal mérito profesional de Yamid Amat está en haber forjado una audiencia masiva para programas informativos y de opinión matutinos que revolucionó la radio del país y lo convirtió en una de las naciones del mundo donde la radio está más avanzada.
El experimento posteriormente fue imitado. Principalmente por RCN, que le sonsacó a Amat su llave en Caracol, Juan Gossaín. Este, respaldado por la organización Ardila Lulle, logró empatar a su rival, y según algunas encuestas, hasta superarlo en sintonía. Pero a pesar de toda la competencia, Yamid Amat sigue ostentando el honroso título de ser el mejor reportero del país.
Lo que nadie discute es que el pionero de todo ese proceso de nuestra radio es este palestino, cuyo nombre incomprensible se ha convertido en uno de los más familiares de Colombia. Yamid Amat es para la radio colombiana lo que Alberto Lleras para el Frente Nacional: el patriarca.