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LA CONEXION SANDINISTA

La "guerra sucia" de los titulares de prensa, salpica a Nicaragua

20 de enero de 1986

Desde la famosa información falsa sobre los militares "vejados y rematados" tras el derribo de su helicóptero, que al parecer precipitó hace seis meses la ruptura total con el M-19, no habían vuelto a tener tan notable participación en la guerra los titulares de prensa. Esta vez se trató de una foto de tres guerrilleros en la primera página de El Tiempo del 20 de diciembre, con el pie "comando sandinista en toma del Palacio"; y, en el interior del periódico, una página entera con más fotografías encontradas por las autoridades militares donde aparecían Almarales y otros guerrilleros del M-19, posando alegremente el día antes de la toma --según el informe que las acompañaba-- "en una residencia al sur de Bogotá".
Del hallazgo de las fotos, los informantes del diario sacan numerosas inferencias. La principal es que los sandinistas nicaraguenses participaron en el asalto del M-19 al Palacio de Justicia, y además lo coordinaron, y por añadidura entrenaron a los guerrilleros colombianos. Pero hay otras más. Por ejemplo, que "de acuerdo con las fotografías se estableció asimismo que a doscientos metros del Palacio de Justicia, el comando que estaba dentro mantenía comunicación por walkie talkie con los "autodefensas" que estaban apostados en la calle". O que "Andrés Almarales, junto con Fernando Rodríguez Sánchez y Guillermo Elvencio Ruiz, ingresaron por la puerta principal del Palacio de Justicia, mientras que el hermano de Navarro Wolf, de nombre Rafael, manejó la operación de entrada de armas por el parqueadero". O que "se tiene la plena credibilidad de que por lo menos diez personas de la cafetería están comprometidas con el M-19, ya que desde ese sitio se manejó lo relacionado con el ingreso del camión con armas". Las fotos, pues, recuerdan lo que se dice de los buenos retratos: "están que hablan" --e incluso da la impresión estremecedora de que se hubieran puesto-- a cantar. Pero más que de ellas, las informaciones publicadas por El Tiempo parecen extraídas de alguna persona que hubiera estado dentro del Palacio durante la toma, pese a que, según reiteradas afirmaciones de los altos man dos militares, allí no se hicieron prisioneros.
El de las fotos, sin embargo, es solamente el más reciente episodio en una larga danza de titulares de prensa que se inició a principios del mes con una declaración de George Shultz, secretario de Estado de los Estados Unidos. Antes que nadie, antes que el presidente Belisario Betancur, antes que la comisión nombrada para investigar los acontecimientos del Palacio, el alto funcionario norteamericano sabía que los sandinistas estaban envueltos en el asunto. "Las vinculaciones entre los comunistas nicaraguenses y el M-19 son muy claras", dijo Shultz, agregando que la información le venía de documentos hallados en el Palacio de Justicia de Bogotá. Un par de días más tarde, en Cartagena, amplió las revelaciones; pero esta vez diciendo que no eran suyas, sino del presidente Betancur, con quien había hablado después de sus declaraciones originales. Interrogado, el canciller colombiano Ramírez Ocampo aseguró, sin embargo, que la investigación apenas estaba en curso, y no había conclusiones.
Pero los norteamericanos insistieron. Un vocero del Departamento de Estado aseguró nuevamente --también en Cartagena-- que la vinculación sandinista con el M-19 "estaba comprobada", y las pruebas eran las armas usadas en el asalto al Palacio: unos fusiles M-16 dados por Venezuela a los sandinistas en tiempos de la guerra contra Somoza, otros fusiles M-16 recuperados por los vietnamitas en su guerra, y ametralladoras Ucti que habían sido de la Guardia somocista. La oposición nicaraguense --Alfonso Robelo y Adolfo Calero, líderes de la UNO que lucha contra los sandinistas-- "confirmó", según la prensa colombiana, pero era la práctica fue más bien vaga: "No es extraño, es más bien lógico", dijo Robelo.
Los titulares de prensa siguieror siendo enfáticos, pero las fuentes menos. El 5 de diciembre, bajo el titular "Fuerzas Militares confirman hallazgo de armas en el Palacio de Justicia", El Espectador decía que una innominada "alta fuente militar" había dicho, "aunque un tanto cautelosa", que "sí hay algo de cierto en lo que ustedes han dicho sobre la procedencia de algunas de las armas", El artículo lo firmaba Hernán Unás especialista del diario en temas militares con acceso privilegiado a fuentes que, la verdad sea dicha, no son demasiado de fiar: fueron ellas las que le dieron la famosa noticia falsa del helicóptero derribado por el M-19 hace seis meses, que causó tantos estragos en el proceso de paz. Pero el mismo Unás citaba luego, esta vez con nombre propio, al general Vega Uribe, que sobre el tema de las armas sandinistas se limitaba a "contestar sonriendo": "No me quiten la chiva, porque me dejan sin nada qué decir en el Congreso".
Sin embargo seis días después, en el Congreso, y pese a que tuvo cosas qué decir durante cuatro horas y media, el general Vega Uribe no mencionó las armas: o no le parecieron importantes, o no habían aparecido todavía. Salió a recordarlas, en cambio, el día 14, el propio presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan, quien afirmó sin citar fuentes ni dar detalles que "la conexión de Nicaragua con el reciente ataque terrorista a la Suprema Corte de Colombia ahora está claro (sic)". Un vocero del Departamento de Estado enfatizó a continuación con igual vaguedad: "Hay fuertes razones para creerlo", dijo, sin citar cuáles eran esas razones. Y entretanto, en Buenos Aires, el Canciller colombiano seguía desgañitándose diciendo que el gobierno colombiano no sabía nada al respecto ni tenía ninguna prueba y apenas estaba adelantando la correspondiente investigación exhaustiva. Esto sucedía el 15 de diciembre. El mismo día, en Managua, el comandante sandinista Tomás Borge protestaba: "Mentiras para hacer creer que en Nicaragua hay un sistema totalitario y justificar la invasión militar de los Estados Unidos".
Pero agregaba un argumento absurdo: "El M-19 tiene suficiente control sobre su territorio y no necesita nuestra ayuda".
Y entretanto, "fuentes oficiales de los Estados Unidos" consultadas por El Espectador insistían: "¿Cómo saben ustedes que son las mismas armas?" --preguntaba el diario. Y las fuentes oficiales respondían: "Por las series, que están en las armas". Pero no daban las series, aunque volvían a hablar de las metralletas Ucti y de los fusiles perdidos en Vietnam. Y por fin, el 19 de diciembre, El Espectador afirmaba en primera página, y nuevamente bajo la firma de Hernán Unás: "La munición incautada y veinte armas son de Nicaragua". Otra vez el informante era una "fuente militar responsable" --aunque el periodista precisaba: "Cuyo nombre mantenemos en reserva para evitarle complicaciones". En cuanto a la munición, se alegaba como prueba de su origen nicaraguense que "es de extraordinaria calidad y ni siquiera el Ejército de Colombia dispone de ella". Pero ya las armas en cuestión no eran ni metralletas Ucti ni fusiles M-16, como se había afirmado a todo lo largo del episodio, sino otras: fusiles FAL, Galil, R-15 y R-16, "vendidos por los vietnamitas a Libia, de donde fueron traspasados a Nicaragua, y de allí al movimiento guerrillero colombiano". Agregaba Unás: "Para demostrar que no se están inventando mentiras, nuestro informante precisó que entre las armas incautadas figuran los fusiles Galil número 2852 y FAL M-63 distinguido con el número 23181". Lo cual puede probar efectivamente que los fusiles llevan tales números, pero no da el menor indicio sobre su procedencia.
Desde Managua, y entrevistado por la Cadena Caracol, el ministro Fernando Cardenal, explicaba: "Ustedes saben perfectamente que todos los días se nos acusa de algo diferente".
Y añadía que dar armas a la guerrilla colombiana sería, por parte de los sandinistas, "una operación no sólo ilegal sino estúpida y suicida", puesto que equivaldría a una provocación hacia los países latinoamericanos "que son nuestro gran respaldo en este enfrentamiento con los Estados Unidos". En efecto, no está muy claro cuál sería el interés de los acosados sandinistas en perder la amistad del gobierno colombiano, que tan útil les ha sido en todo el difícil proceso de Contadora; y en cambio si salta a la vista el interés que tienen los Estados Unidos en demostrar que Nicaragua exporta la revolución, como lo vienen afirmando desde hace años, pues es precisamente en esa supuesta intervencion nicaraguense en los asuntos de otros países en lo que el gobierno de Reagan basa toda la legitimidad de su propia y abierta intervención en Nicaragua.
Hasta ahora, en lo de las armas del Palacio de Justicia, las pruebas son más espectaculares que contundentes. La afirmación de Shultz, que se enteró del asunto antes que nadie, sin que hasta ahora alguien haya explicado cómo le llegó una información que hasta el gobierno de Colombia desconocía. La afirmación de Reagan, citando a Shultz. Los titulares de la prensa colombiana, citando a Shultz y a Reagan. Las afirmaciones filtradas a la prensa por fuentes militares no identificadas y que, para citar Unás, no se identifican "para evita complicaciones". Las contradicciones y las lagunas son en cambio bastante numerosas. ¿Quién informó a Shultz? ¿El M-19? ¿Los militares colombianos? ¿Sus propios servicios? ¿Por qué el ministro de Defensa no lo dio al Congreso la "chiva" prometida, sino que las fuentes militares la reservaron para El Espectador y El Tiempo? ¿Quién, si no hubo sobrevivientes detenidos en el Palacio, informó a esas fuentes militares sobre las peripecias internas de la toma? Sería muy útil que se conociera por fin el resultado de la investigación que desde el principio viene anunciando el canciller Ramírez Ocampo, y para adelantar la cual la Corte misma designó una comisión especial. O por lo menos que se designara otra comisión más eficaz, que podría estar integrada por los redactores militares de El Tiempo y El Espectador, y presidida por un funcionario del Departamento de Estado. Sería muy útil, en fin, que el gobierno diera alguna explicación.

Por lo pronto, al cierre de esta edición, la oficina de prensa del Ministerio de Defensa había enviado una carta de rectificación al director de El Tiempo, diciendo que no tienen los militares ni evidencias, ni indicios sobre la participación de elementos extranjeros en la toma del Palacio de Justicia. El Ministerio dice ignorar quién pudo proporcionar a El Tiempo la versión publicada el viernes; y en cuanto a las fotografías, sugiere que pueden haber sido algunas de las que el ministro Vega Uribe dejó en la secretaria de la Cámara de Representantes durante el debate al gobierno por la toma del Palacio de Justicia.
Pero entretanto, ya se ha empezado a discutir otra cosa: si el comandante Borge asistió o no asistió a una misa que se celebró o no se celebró en Managua por los muertos del M-19. La revista Guión dice que sí asistió, y publica fotos. El Embajador nicaraguense en Colombia dice que no, y alega que se barajaron de mala fe las fotos de Borge con las fotos de la misa. El sacerdote oficiante, en fin, dice que la misa no era por el M-19, sino por un comandante sandinista muerto en la lucha contra Somoza, y que la bandera del M-19 fue puesta en el altar durante el ofertorio por un espontáneo colombiano. De todos modos, para muchos se hizo evidente con este episodio que los sandinistas no están actuando con suficiente delicadeza en sus relaciones con Colombia, cuyo actual gobierno ha patrocinado como el que más, una salida política a la crisis centroamericana. Independientemente de que Borge estuviera o no en la misa, lo cierto es que la bandera del M-19 cubrió el altar. De seguro, los sandinistas no verían con agrado que, en una misa en Bogotá por los soldados colombianos caidos en combate, un espontáneo cubriera el altar con una bandera de la "contra" nicaraguense. Pero de ahí a que el episodio de la misa justifique un incidente diplomático internacional, hay mucho trecho. Sobre todo ahora cuando tanto las fotos como las fuentes misteriosas de la prensa están perdiendo toda credibilidad.