La laguna de Chingaza hace parte del Parque Nacional que lleva su mismo nombre y abastece al 80 por ciento de los habitantes de la capital. (Foto: Amaury Escobar)

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Fómeque: el pueblo que le da agua a Bogotá tiene sed

La riqueza ambiental de Fómeque es inmensa, tanto que más de la mitad de su territorio pertenece al Parque Natural Chingaza. Lo paradójico es que este municipio tan rico vive como si careciera de todo.

24 de mayo de 2017

Fómeque es una despensa. De ese municipio de Cundinamarca, de poco más de 55.500 hectáreas, proviene la mayoría de habichuelas, tomates y huevos que comen los habitantes de la sabana de Bogotá y otras regiones del país. Esa despensa permanece escondida en las montañas del oriente de la capital, y solo cuando alguien se acerca y abre sus puertas logra dimensionar lo que allí está oculto.

Aunque ese territorio lo tiene todo, disfruta de muy poco. Solo basta con mirar el embalse de Chuza, parte del Parque Nacional Natural Chingaza, que abastece al 80% de los habitantes de la capital del país. Pese a que hace parte de Fómeque, sus habitantes jamás han probado una gota de su agua.  ¿La razón? La Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá (EAAB) es la dueña de gran parte de esos terrenos, 17.000 hectáreas del municipio para ser precisos. Por eso, a los 14.000 habitantes de este pueblo les toca conformarse con aprovechar el agua de la quebrada San Vicente y del Río Negro.

Pero Fómeque no tiene muchos recursos y su obsoleto acueducto solo lleva agua potable a casi 2.600 usuarios. Ante esa situación, la mayoría de los pobladores de las 32 veredas construyeron como pudieron ocho acueductos artesanales que les permiten acceder al recurso hídrico. Sin embargo, solo han podido potabilizar el agua en uno de ellos. Lo paradójico es que mientras los fomequeños se conforman simplemente con tener el líquido, así no sea apto para el consumo humano, el embalse de Chuza que surte a Bogotá, según explicaron guías de Parques Nacionales Naturales (PNN) a Semana Sostenible, tiene una pureza que alcanza el 99%.

“Fómeque es el territorio más importante en suministro de agua a nivel urbano regional, pero la mayoría de gente que allí vive no tiene agua potable. Y es más complicado aún porque el 70% de la población está en zona rural. Lo más lamentable es que el municipio no tiene cómo ponerle planta potabilizadora a los acueductos veredales. Esa es la realidad”, comenta Diana María Rodas Arias, quien hasta 2016 trabajó como profesional de apoyo ambiental de la Alcaldía.

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Los fomequeños no solo han sido apartados de su agua, sino también de sus tierras. De las  55.500 hectáreas de su territorio solo pueden usar el 37%. El restante está repartido así: 52% hace parte del Parque Nacional Chingaza (declarado en 1977) y el otro 11% pertenece a la Reserva Forestal Protectora de los ríos Blanco y Negro (declarada en 1983), que sirve como zona de amortiguación del parque.

Como era necesario preservar esos ecosistemas, los habitantes de Fómeque con predios dentro del Parque Nacional tuvieron que venderlos, pues no podían seguir usándolos para la agricultura o la ganadería. Sin embargo,  algunos pobladores continúan en la zona de amortiguación y las autoridades les hacen un llamado a cuidar el territorio.

Y no es para menos. Su riqueza es inigualable: tiene unos bosques que resguardan a animales otrora numerosos en la sabana de Bogotá como el oso de anteojos, el puma y el venado, y cuenta con un complejo de humedales considerados zona Ramsar.

Pero a los fomequeños nadie les ha enseñado a cuidar su territorio. “La población está arrinconada,  ellos hasta ahora no han visto una compensación, no han recibido nada a cambio por tener una tierra tan rica en agua. Allí es donde nosotros proponemos el pago por servicios ambientales. Es decir, que les paguen a los campesinos por cuidar sus tierras”, explica Oswaldo Jiménez, director de la Corporación Autónoma Regional del Guavio (Corpoguavio), que tiene jurisdicción en este y otros municipios aledaños. Según él, desde 2004 la EAAB cancela una tasa de uso de 53 centavos el metro cúbico (800 millones de pesos al año), pero esos recursos no llegan a Fómeque, sino a Parques Nacionales.

Plaza de mercado de Fómeque. El municipio es una de las principales despensas de Bogotá y un gran productor de habichuela y tomate en la Sabana.

Esos habitantes solo ven a diario que se llevan el agua, pierden territorio y no hay nada a cambio. Por eso, no pocos se sienten ofendidos cuando el gobierno gasta miles de millones en estudios y no invierte recursos en el desarrollo de este pueblo, que anualmente cuenta con un presupuesto que no sobrepasa los 8.000 millones de pesos.

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 “Gastan un montón de dinero en hacer seguimiento al oso, en vez de comprar tierras para que vivan estos animales. Pagan millones en consultores y asesores. Hacen y hacen estudios pero no invierten en enseñar a los campesinos a cómo cuidar, nunca nos han explicado eso”, reclama Yaqueline Casallas, campesina y líder ambiental. “Si nos invadieron el municipio, al menos nos deberían dar oportunidades”, reclama la presidenta del Concejo, Ana María Pinzón.

Sin embargo, la EAAB asegura que ha compensado al apoyar el fortalecimiento productivo de actividades agrícolas y pecuarias, y al ayudar en los diseños para mejorar los acueductos veredales. Así mismo, funcionarios de la entidad aseguran que la empresa ha trabajado para mantener y adecuar la vía entre Fómeque y el municipio de San Juanito.

“Conservar con hambre es difícil”

En Fómeque la economía se basa principalmente en la avicultura, la agricultura y la ganadería. Según Amaury Escobar, exalcalde y líder social, este municipio –tan conocido por su pan de sagú- produce más de 2,5 millones de huevo diarios, “lo que lo convierte en el primer productor de huevo en el país”.

En este territorio la gente también cultiva habichuela –su producto insignia- y tomate. El problema es que, a diferencia de antes, los campesinos usan cada vez más químicos para abonar la tierra con el objetivo de sacar el máximo provecho de la que aún les queda. “Producir de esa manera es una forma de atentar contra la vida, el agua y contra ellos mismos. Hay una degradación ambiental muy fuerte”, manifiesta Diana Rodas.

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Aunque estas son las principales fuentes de financiación, no pocos talan árboles para sobrevivir. Y por eso, para las autoridades, la deforestación se convirtió en uno de los principales problemas. “Una vez tuvimos que decomisar una madera. Pero luego nos enteramos de que las personas lo hacían para comprarles los libros a los hijos. La conservación con hambre es difícil. Si no tienen el estómago lleno, tienen que tumbar un árbol para vender la leña, es así de sencillo. Hay que mirar cómo llegarles para que suplan las necesidades”, cuenta el director de Corpoguavio.

Y es que las cifras hablan por sí solas. Según el exalcalde Amaury Escobar, más del 30% de la población tiene necesidades básicas insatisfechas. “Hay dificultades en infraestructura, educación, saneamiento básico y agua potable. (…) No hay nuevas alternativas para los campesinos”, dice.

La Gobernación de Cundinamarca y algunas corporaciones autónomas hace varios meses emprendieron el único proyecto cercano para incentivar el cuidado del territorio. Firmaron contratos con 14 propietarios de predios para pagarles por cuidar los terrenos que hacen parte de la reserva forestal protectora.

¿Un genocidio ambiental?

Hoy existe un nuevo temor: que la EAAB empiece el proyecto Chingaza II, con el que pretende ampliar su planta para captar más agua. Lo preocupante, para el director de Corpoguavio, es que la expectativa poblacional de Bogotá en diez años “será de unas 18 millones de personas”, y no cree que el territorio “aguante todas esas captaciones”.

El proyecto Chingaza II de la EAAB podría afectar 500 hectáreas de páramo, incluido el icónico Valle de los frailejones.

Varios pobladores contaron a Semana Sostenible que la empresa ha prometido trabajo y desarrollo. “Nos dicen que si dejamos inundar el territorio vamos a salir de pobres, y muchos creen que así vamos a resolver las disparidades sociales. La Empresa de Acueducto no lo ha hecho en más de 30 años, no creo que lo vayan a hacer ahora”, cuestiona un habitante.

Este proyecto desde hace varios años enfrenta problemas por sus graves impactos ambientales. La razón es que afectaría más de 500 hectáreas de páramo, incluido el valle de los Frailejones, en el que crece un frailejón endémico llamado ‘Espeletia uribei’. “Eso es un genocidio al medioambiente, allí se perderán muchas especies”, expresa la líder Yaqueline Casallas.

Sin embargo, esta ampliación se ve cada vez más cerca, pues la EAAB terminó en 2015 los estudios del Plan Maestro de Abastecimiento. Solo faltaría que empiece el trámite ante la Autoridad Nacional de Licencias Ambientales (Anla). “En el Plan Maestro se establece que Chingaza II debe entrar en operación en 2032 con uno de sus componentes. La infraestructura a construir involucra los municipios de San Juanito, Fómeque, Guasca y Junín”, explicaron funcionarios de la EAAB a esta revista, y agregan que los componentes de este proyecto –que tendrá un potencial de cinco metros cúbicos por segundo serán tres: Chingaza sureste, Chuza norte y el Embalse la Playa.             

“¿Será que el crecimiento de Bogotá amerita tanto daño para una región?”, se cuestiona Diana Rodas. Los fomequeños se hacen a diario esa misma pregunta.