
Opinión
¿Ahorro o inversión? La decisión financiera que define el futuro de las familias
En esta columna, la autora expone por qué el ahorro tradicional dejó de ser suficiente para construir estabilidad económica familiar y propone un cambio de mentalidad hacia la inversión consciente, diversificada y estratégica.
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Durante años nos han enseñado que “ahorrar es la clave del futuro”. Guardar parte del ingreso en una cuenta de ahorro o en un CDT se percibe como sinónimo de responsabilidad financiera. Sin embargo, en un entorno de inflación constante, cambios políticos y creciente incertidumbre económica, limitar la economía familiar solo al ahorro tradicional es, en el mejor de los casos, insuficiente; y en el peor, una forma silenciosa de perder poder adquisitivo.
Hoy, más que nunca, las familias necesitan dar un paso más: pasar de solo ahorrar a invertir de manera inteligente y diversificada. Ahorrar es indispensable, sí, pero tiene límites evidentes. Las cuentas de ahorro y muchos CDTs ofrecen rendimientos que con frecuencia apenas igualan —o incluso no alcanzan— la inflación. En otras palabras, el dinero “crece” en cifras, pero pierde valor real con el tiempo.
Para una familia que sueña con pagar la universidad de los hijos, comprar vivienda, garantizar una vejez digna o tener un colchón frente a emergencias, depender exclusivamente del ahorro tradicional es como caminar mientras el mundo va en automóvil: se avanza, pero demasiado despacio.
Entonces, ¿qué podemos hacer? Existen múltiples alternativas en el mercado. Las fiducias, por ejemplo, funcionan como protección del patrimonio, pero también como vehículos de inversión. Aunque suelen asociarse exclusivamente con la administración de bienes —como dejar un inmueble bajo una fiduciaria— su potencial es mucho más amplio. A través de una fiducia es posible participar en proyectos inmobiliarios o empresariales con reglas claras, separar y proteger el patrimonio familiar de riesgos personales o empresariales, planear la sucesión de forma ordenada y obtener rentabilidad a mediano y largo plazo más allá de lo que ofrece una cuenta de ahorro.
Invertir mediante una fiducia bien estructurada y con asesoría adecuada permite combinar dos objetivos clave: cuidar lo que se tiene y hacerlo crecer.
Otra alternativa es diversificar en divisas, una decisión que ayuda a reducir el riesgo país. Dependemos del lugar en el que vivimos, pero eso no significa que todo nuestro patrimonio deba estar concentrado en la misma moneda y bajo la misma realidad económica. Invertir una parte de los ahorros en dólares, euros u otras divisas fuertes —a través de cuentas, fondos internacionales, ETFs o activos denominados en esas monedas— permite disminuir la dependencia de la economía local, protegerse frente a devaluaciones bruscas y acceder a mercados más grandes y diversos. No se trata de “apostarle al dólar”, sino de entender que el mundo financiero es global y que las familias pueden participar de manera responsable en ese escenario.
Invertir en bolsa también dejó de ser un privilegio reservado a expertos. Hoy, gracias a plataformas digitales y fondos de inversión, cualquier familia puede acceder a acciones, bonos o portafolios administrados profesionalmente. Lo importante no es “apostar” en la bolsa, sino comprender el riesgo, planificar y usar estos instrumentos como parte de una estrategia a largo plazo, adaptada al perfil de cada familia: conservador, moderado o agresivo.
Invertir no significa convertirse en experto financiero ni revisar cotizaciones todos los días. Significa, sobre todo, cambiar de mentalidad: pasar de “guardar por si acaso” a “construir un futuro sostenible”; de “que el dinero no se pierda” a “que el dinero trabaje por la familia”; de vivir con miedo a los riesgos a aprender a gestionarlos con información y asesoría.
La economía familiar es mucho más que pagar cuentas y ahorrar lo que sobra. Es una estructura viva que puede fortalecerse con decisiones conscientes: usar fiducias para proteger e invertir, diversificar en divisas, explorar bonos, acciones y fondos, y dejar de ver el dinero como algo estático.
Cada familia tiene una historia distinta, ingresos diferentes y miedos propios. Pero todas comparten la misma necesidad: construir un futuro más seguro. Y ese futuro no se construye solo con una alcancía o un CDT. Es momento de hacer preguntas, buscar asesoría profesional, entender los instrumentos disponibles y dar pequeños pasos: abrir un fondo de inversión, explorar una fiducia, destinar un porcentaje del ahorro a inversiones en otra divisa.
Invertir no es un lujo para grandes fortunas. Es una necesidad para cualquier familia que quiera que su esfuerzo de hoy se traduzca en tranquilidad mañana. De eso se trata: no solo de cuidar lo que tenemos, sino de atrevernos a hacerlo crecer.
Yanca Miranda, directora Financiera de Agost
