
Opinión
El impacto como nuevo lenguaje de la competitividad tecnológica
El reto ahora no es solo innovar, sino conectar: una reflexión sobre cómo la colaboración y el propósito están redefiniendo la competitividad en la industria del software.
En los últimos años, la industria tecnológica en la región ha dado un salto notable. Según estimaciones del BID Lab y Fedesoft (2024), el sector del software y los servicios TI genera más de 25.000 millones de dólares al año y crece a un ritmo promedio del 12 %. En este contexto, Colombia se ha consolidado como uno de los tres ecosistemas más dinámicos del continente, impulsado por su talento humano, su economía digital en expansión y su capacidad para adaptarse a los desafíos de la transformación tecnológica.
Pero lo más relevante no son las cifras, sino el cambio de mentalidad que marca una nueva etapa: el paso de competir por precio a colaborar por valor. Como líder en el sector tech, he visto cómo el software dejó de concebirse únicamente como una herramienta o un producto para convertirse en un vehículo de impacto. Ese tránsito -de la transacción a la transformación- está definiendo el verdadero futuro del ecosistema tecnológico latinoamericano.
En un mundo donde la tecnología evoluciona más rápido que las estructuras empresariales, las organizaciones que logran sostenerse son aquellas que conectan la innovación con un propósito claro. Durante el congreso SOFTIC 2025 se evidenció que las soluciones más relevantes son las que resuelven problemas reales: desde sistemas de salud digital que cierran la brecha de atención médica en zonas rurales, hasta plataformas educativas que acercan el conocimiento o soluciones de ciberseguridad diseñadas para pequeñas empresas.
El software dejó de ser un código técnico para convertirse en una expresión de cultura, empatía y colaboración. En palabras simples, estoy convencida de que “el código más poderoso no es el que automatiza, sino el que transforma; y la tecnología cobra sentido cuando se pone al servicio de la inclusión, la sostenibilidad y el bienestar colectivo”.
Otro aspecto que destacan espacios como SOFTIC es que América Latina posee una ventaja que no se puede programar: la creatividad y la resiliencia de su gente. Esa combinación ha permitido que startups y compañías consolidadas desarrollen soluciones únicas, adaptadas a las realidades sociales y económicas de la región. Algunos ejemplos recientes incluyen software financiero diseñado para emprendedores en economías emergentes o sistemas educativos que integran inteligencia artificial para adaptar la enseñanza al ritmo de cada estudiante.
Fedesoft ha sido un actor clave en visibilizar esa identidad tecnológica, impulsando desde SOFTIC un ecosistema basado en la cooperación entre países, el fortalecimiento del talento y la apertura de nuevos mercados. Como señala un reciente informe del BID Lab (2024), la integración tecnológica en América Latina podría aumentar la productividad regional hasta en un 15 %, siempre que se base en la colaboración, la transferencia de conocimiento y la formación continua.
En un entorno cada vez más dominado por la inteligencia artificial, el liderazgo en la industria tecnológica no se mide solo por la capacidad de innovar, sino por la habilidad de integrar la diversidad, promover el bienestar y cultivar la empatía en entornos remotos o híbridos.
Estoy convencida de que “el futuro del software no lo escribirán los algoritmos, sino las personas que sepan colaborar con ellos; porque el liderazgo del futuro será aquel que combine visión estratégica con sensibilidad humana”.
En empresas como NAEZ hemos demostrado que la diversidad, la flexibilidad y la confianza no son beneficios adicionales, sino estrategias de crecimiento sostenibles. Este tipo de liderazgo colaborativo no solo impulsa la productividad, sino que crea equipos más comprometidos y resilientes frente a los desafíos del mercado global.
El desafío ya no es solo exportar talento o servicios, sino tejer redes de valor compartido que permitan que cada innovación aporte al desarrollo de la región. SOFTIC 2025 no es solo un evento: es un punto de encuentro donde la industria se reconoce como comunidad. Allí comprendemos que la competitividad no se mide únicamente por los contratos firmados, sino por la capacidad de generar impacto sostenible, empleo calificado y nuevas oportunidades de conocimiento.
Estoy segura de que, si logramos combinar propósito con tecnología, haremos del software latinoamericano un motor de cambio social, no solo de productividad. Ese es el lenguaje de la competitividad que el mundo necesita escuchar.
Natalia Zerda, CEO de Naez
