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Opinión

Éxito y realización: un replanteamiento necesario

Una invitación a repensar la idea del éxito. Más allá de los logros visibles, propone una reflexión sobre la realización personal como un camino interior, donde el propósito, la coherencia y la calma valen más que los aplausos externos.

Por: Tatiana Caycedo Amado
15 de octubre de 2025

Nos enseñaron a perseguir el éxito como si fuera la cima de la vida. Pero cada vez más personas descubrimos que alcanzarlo no siempre garantiza plenitud. Tal vez ha llegado el momento de cambiar el enfoque y buscar algo más profundo: la realización.

Vivimos en una sociedad que aplaude los resultados, no los procesos. Desde pequeños nos enseñan a “ser exitosos”, pero casi nadie nos habla de realizarnos. Crecemos midiendo nuestra valía por lo que logramos, no por lo que somos. Quizás por eso tantas veces alcanzamos metas que imaginábamos importantes y, aun así, sentimos un vacío difícil de nombrar.

La RAE define éxito como “resultado feliz de un negocio, actuación, etc.” o “buena aceptación que tiene alguien o algo”. En cambio, realización significa “acción y efecto de realizar o realizarse” y también “efecto de haber alcanzado la plenitud personal por la satisfacción de aspiraciones o ideales”. El éxito mira hacia afuera; la realización, hacia adentro.

No son opuestos, pero sí incompletos cuando se viven separados. El éxito puede ser visible y aplaudido; la realización, silenciosa y duradera. Podemos alcanzar el cargo que soñamos, vivir en la casa que deseábamos o acumular títulos y, aun así, sentirnos vacíos. O, al contrario, elegir un camino más sencillo y experimentar paz porque nuestra vida refleja lo que realmente valoramos.

El médico y escritor Alphonsus Obayuwana, en su artículo When Success Brings Zero Fulfillment, publicado en Psychology Today, lo resume con precisión: “Una vida exitosa es una valoración que un observador puede hacer sobre ti, mientras que una vida feliz es tu propia sensación de satisfacción con tu vida, basada en tu autoevaluación, no en lo que otros vean o piensen de ti”.

Esa diferencia -entre ser visto y sentirse en paz- me parece profundamente cierta. Tal vez por eso tantas personas brillan en lo externo y se apagan en lo interno.

Realizarse, creo, no es llegar a un punto ni cumplir una lista de metas. Es reconocerse en el propio camino; sentir que lo que hacemos tiene propósito y que nuestra vida refleja, aunque sea en parte, quiénes somos de verdad. Es vivir con coherencia entre lo que pensamos, sentimos y hacemos.

No siempre implica paz constante, pero sí la certeza de estar caminando hacia algo que nos trasciende. La realización no se mide con indicadores ni con “likes”; se percibe en la calma con la que afrontamos el día, en la coherencia entre nuestras decisiones y nuestros valores, en el alivio de saber que lo que hacemos tiene sentido. No es una meta que se alcanza, sino un camino que se habita.

Tres gestos sencillos podrían acercarnos a ella: redefinir nuestras métricas personales -más energía, más presencia, más autenticidad-; equilibrar el éxito externo con el bienestar interno; y reservar espacios de silencio, esos que permiten escucharnos antes de actuar.

En el fondo, la pregunta no es si somos exitosos, sino si nos sentimos realizados. El éxito llena la agenda; la realización, el alma. Y quizás el verdadero desafío esté en dejar de correr detrás de la validación externa para empezar a vivir con propósito, equilibrio y conciencia.

No hablo desde la certeza, sino desde la búsqueda. Porque, al final, más que alcanzar el éxito o la realización, lo que tal vez necesitamos es reconciliarnos con el proceso de ser, con todo lo que eso implica.

Tatiana Caycedo Amado, directora de Inversiones