
Opinión
La inteligencia artificial no viene a reemplazar, sino a potencializar el crédito en Latinoamérica
En un ecosistema en el que las decisiones crediticias definen oportunidades de vida, la IA no puede ser solo una cuestión de eficiencia. Tiene que estar al servicio de la inclusión, el desarrollo sostenible y el criterio humano.
La inteligencia artificial (IA) no es un asunto futurista. Es una herramienta que está transformando la manera en que funcionan industrias enteras. Sin embargo, en un sector como el financiero, en el que cada decisión impacta directamente en la vida de millones, no es suficiente con el entusiasmo tecnológico. Hace falta criterio.
Con mi compañía he aprendido que, cuando se aplica con propósito, la IA no llega a reemplazar a las personas, sino a liberar su potencial. Esa es la gran diferencia. No hablo de discursos de innovación ni de modas pasajeras, sino de algo mucho más práctico: una herramienta que ayuda a reducir errores, automatizar procesos repetitivos y permitir que los equipos se concentren en lo estratégico y cumplan los objetivos de la empresa.
Uno de los errores frecuentes al hablar de IA es imaginarla solo en términos de experiencia de usuario: asistentes virtuales, recomendaciones y respuestas automáticas. En realidad, el verdadero poder de esta tecnología se manifiesta en cómo tomamos decisiones, priorizamos flujos de trabajo y escalamos operaciones sin perder el control.
En mi experiencia, hemos priorizado el uso de IA en áreas en las que genera valor inmediato y medible la clasificación de documentos, el soporte a labores operativas y la estandarización de procesos repetitivos. Al delegar el trabajo a la máquina, los equipos ganan espacio para pensar, decidir y crear.
Pero implementar inteligencia artificial en las empresas no es una solución en sí misma. Mucho menos en empresas de crédito, como la que lidero, porque ese camino puede ser peligroso. ¿A quién se le otorga un producto financiero? ¿En qué condiciones? Son preguntas con alta sensibilidad para dejarlas únicamente en manos de un algoritmo. La precisión es insustituible y la responsabilidad lo es aún más.
Por eso, cada avance tecnológico debería evaluarse bajo el doble filtro del impacto y la ética. La IA no puede ser una caja negra que decide sin supervisión humana. Necesitamos transparencia, trazabilidad, y, sobre todo, supervisión humana. La tecnología por sí sola no resuelve; lo que transforma es la manera en que elegimos usarla.
Estoy convencida de que la IA será para esta década lo que el cloud computing fue para la anterior: una capa invisible que redefine el funcionamiento del sistema financiero. Pero su impacto no dependerá tanto de lo que la tecnología pueda hacer, sino de nuestra capacidad de usarla con propósito. Porque en un ecosistema en el que las decisiones crediticias definen oportunidades de vida, la IA no puede ser solo una cuestión de eficiencia. Tiene que estar al servicio de la inclusión, el desarrollo sostenible y el criterio humano.
El crédito del futuro no será artificial, será humano, pero potenciado por la IA. Y si algo me ha enseñado este camino, es que la pregunta no es si tenemos o no inteligencia artificial. La pregunta real es si sabemos usarla.
Veronica Crisafulli, CEO y fundadora de MO Credit Management Platform