
Opinión
Un mundo de grises
¿Por qué seguimos creyendo que una mujer que se cuida y disfruta de su feminidad no puede ser, al mismo tiempo, inteligente, fuerte y capaz? María Angélica Bula reflexiona sobre los juicios sociales alrededor de la estética femenina y de sus elecciones.
¿Por qué nos cuesta tanto aceptar los grises? Nos resulta más cómodo pensar que solo existen dos colores, dos opciones, dos verdades absolutas. Pero la realidad se cuela por las rendijas, desordena nuestras certezas y nos obliga a ver que entre el blanco y el negro hay infinitas formas de habitar la vida.
¿Por qué seguimos creyendo que una mujer que se cuida y disfruta de su feminidad no puede ser, al mismo tiempo, inteligente, fuerte y capaz? ¿Por qué la fortaleza todavía se asocia únicamente con gestos de dureza o gritos, en lugar de comprenderla como una cualidad que también reside en la capacidad de cuidarse y aceptarse?
Asimismo, es común juzgar a una persona con obesidad que decide someterse a una cirugía bariátrica, en lugar de reconocer su decisión como una valiente elección para transformar su vida desde la forma que ella considera más adecuada. La misma reflexión aplica a quienes optan por procedimientos de cirugía plástica; ¿significa esa decisión que no se aman a sí mismas?
Es fundamental cuestionar en qué momento empezamos a delegar en un ‘manual imaginario’ lo que constituye el amor propio. ¿Quién escribió esas reglas que nos dicen cómo debemos aceptarnos o transformarnos? La realidad es que cada decisión personal está enmarcada en una historia única y merecedora de respeto y comprensión.
Hemos convertido la opinión en un deporte nacional. En vez de mirar nuestro propio camino, preferimos mirar el del vecino, medirlo, criticarlo y, casi siempre, invalidarlo. Nos hemos asumido como jueces de vidas ajenas, olvidando que la única historia que podemos contar con propiedad es la nuestra.
Yo defiendo las ideas, los conceptos, los argumentos. Claro que las palabras tienen definiciones, pero esas definiciones no son inamovibles; tienen matices. El amor propio, por ejemplo, no tiene una única cara: puede verse en un paciente que decide hacer ejercicio todos los días, en otro que elige una cirugía plástica para reconciliarse con su imagen, o en alguien que simplemente aprende a aceptarse tal cual es. ¿Quién puede afirmar que solo una de esas formas es la correcta?
Lo que para unos representa salvación, para otros puede ser perdición. Y viceversa. Cada experiencia es única. Tal vez lo que necesitamos es quitarnos los lentes del juicio y ponernos los de la empatía. Mirar la vida con respeto, con misericordia, con la intención de construir y no de señalar.
Creo firmemente en la diversidad. Pero no en la diversidad de moda, la que se usa como etiqueta bonita para campañas publicitarias. Hablo de la verdadera diversidad: esa que respeta decisiones, incluso cuando no son las que nosotros tomaríamos. La diversidad que entiende que existen múltiples formas de caminar la vida, siempre y cuando ese recorrido esté guiado por valores como el respeto, la honestidad y la compasión, que son el pegante de la sociedad.
Aceptar la existencia de un mundo de grises no significa renunciar a nuestras convicciones. Significa comprender que lo que para mí es blanco, para ti puede ser negro, y que ambos podemos tener razón según los lentes con los que miremos.
El reto está en aceptar que no todos debemos ver igual, que no todos debemos decidir igual, y que está bien así. En una sociedad que nos empuja constantemente a definirnos, clasificarnos y justificarnos, tal vez lo más revolucionario que podemos hacer es darle espacio a la contradicción, a la ambigüedad, a la posibilidad de ser muchas cosas al mismo tiempo.
Al final, la vida no es un tablero de ajedrez con piezas blancas y negras que se enfrentan. La vida es un lienzo en el que los grises, con toda su gama de matices, son los que le dan profundidad, textura y sentido a la obra.
María Angélica Bula Nader, gerente general Dr. Andrés Durán Plastic Surgery