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BIGNONE: ¿MISION IMPOSIBLE?

Sin el apoyo de los partidos, la Aviación y la Armada, el nuevo presidente de facto tiene pocas posibilidades?

2 de agosto de 1982

"Ya la palabra crisis resulta estrecha para desubrir lo que estamos viviendo. Es mejor hablar de tragedia nacional",declarada recientemente en Buenos Aires un alto oficial de la Armada. No adoptaba posiciones catrastoficas, reflejaba simplemente la opinión de sus camaradas y tambien la sensación que domina a la opinión pública después de la desatroza guerra de las Malvinas.
Ha llegado una de esas coyunturas historicas en que todas las catastrofes se superponen. Los soldados prisioneros que han retornado multiplican los testimonios que revelan una abrumadora ineptitud profesional del alto mindo en el planeamiento y conducción de las operaciones. Ha llegado, ademas el momento de preguntarse si fue acertado lanzar la invasión y muchos ya proclaman lo que todo el mundo sabe: que el regimen se lanzó a la aventura para distraer la atención sobre el fracaso.
La crisis económica, la peor de la historia argentina, está fuera de control después de los desmesurados esfuerzos de guerra, que todavía continúan en progresión geométrica, y cuando se comienzan a sentir los efectos de las sanciones económicas europeas y norteamericanas. Aunque el Mercado Común levantó sus medidas contra el régimen, Estados Unidos las mantiene: la inflación, que oscilaba en un 150% ante de la invasión, trepa desenfrenada ahora porque los militares han pagado los costos internos haciendo funcionar al maximo las impresoras de dinero. Además, las escasas reservas en divisas se agotan progresivamente por las compras militares en el exterior y por el pago de la deuda externa--34.000 millones de dólares--que solo este año devora 7.500 millones entre amortización e intereses.
El profundo deterioro de la calidad de vida se traduce en desempleo y protesta popular. Pasado el inevitable fervor nacional que produjo la guerra, viene el momento de rendir cuentas y no sólo por el fracaso militar sino por la perdida de soberanía--la industria nacional está deshecha, las empresas extranjeras compran los restos a menosprecio y dominan ya sectores estratégicos de la producción, del sistema financiero y de servicios.
En medio de este panorama--que se aliña con los desaparecidos, que vuelven a atormentar a sus verdugos y con la devolución del poder a los civiles--le toca asumir el 1 de julio al nuevo presidente, general Reynaldo Bignone.
Por primera vez desde la lucha entre Azules y Colorados--dos bandos militares--de 1962, las fuerzas arma das están profundamente divididas. La Armada y la Fuerza Aérea--que por su heroísmo en Malvinas y su prudencia política goza de apoyo popular--se han retirado del gobierno ante la insistencia del ejército en colocar un militar en la presidencia. Por otra parte, centenares de oficiales de las dos fuerzas renuncian en masa, a sus puestos oficiales.
Pero, además, dentro del ejército reina un profundo descontento entre los oficiales jóvenes, partidarios del nacionalismo democrático contra lo que llaman "el comando de la derrota". El nuevo presidente, que no tuvo responsabilidad con la aventura de las Malvinas, es protagonista principal de la represión despiadada y de la calamitosa política económica, en tanto que era el tercer personaje de la troika que gobernó el ejército desde antes del golpe de 1976 con los generales Videla y Viola, ambos expresidentes.
El demiurgo de aquel desastre fue el ministro de economía Martínez de Hoz, cuyo solo nombre desata en los argentinos paroxismos de furia. Bignone fue uno de sus "padrinos". En su estilo personal, el nuevo presidente tiene todo lo contrario al aire de matasiete de Galtieri, es mucho más culto y moderado que Viola y acostumbrado al trato con los políticos. Pero aunque en sus primeras entrevistas ha prometido una serie de medidas fundamentales para el tránsito hacia la democracia --levantamiento del estado de sitio, legalización de la vida política y sindical, libertad de prensa--las fuerzas civiles desconfían de que esté dispuesto a asegurar un juego limpio para facilitar la asunción de un nuevo gobierno libremente elegido.
Es que Bignone y el ejército que representa, quieren mantenerse en el poder hasta mediados de 1984, contra el pedido de los partidos que reclaman elecciones en marzo de 1983 y una inmediata entrega del gobierno. En realidad, se sospecha que los militares, acosados por su fracaso y la volcánica crisis social y económica, quieren efectuar una serie de reformas cosméticas para aliviar la tensión pero no ceder en lo esencial de su poder.
Además, el ejercito desea negociar la transición garantizando que no habrá otro juicio de Nuremberg por los desaparecidos ni investigaciones sobre la gigantesca corrupción de estos últimos años. También quieren dictar el nombre del nuevo presidente. Esa es la razón de la presencia de Bignone, aunque fuera a costa de la ruptura con la Marina y la Fuerza Aérea.
El forcejeo es demasiado agotador como para que Bignone aguante tanto tiempo en la presidencia. La experiencia histórica indica que Videla cumplio, su mandato pero Viola duró seis meses y Galtieri solo cinco. Ya se habla de un estruendoso "ruido de sables" dentro del ejercito, que puede culminar en una insurreccion de la oficialidad joven contra el alto mando (Ver SEMANA del 28 al 6 de julio).
Desde 1976 los militares han batido asombroso "récords" en su contra. Pero les faltaba uno: la quiebra de la unidad de las fuerzas armadas. Ahora lo han conseguido.

LO QUE DICEN LOS CIVILES
Escepticismo es la nota que marca las reacciones iniciales de los prohibidos partidos políticos, ante el ascenso del general Bignone. Miguel Unamundo, del mayoritario Partido Peronista, declaró recientemente que "la hora presente es muy crítica y no solo porque los mandos militares son incapaces de encontrar un acuerdo. La confianza pública está decididamente quebrada porque el país enfrenta la peor crisis económica de su historia y enfrentamos el último gesto de insinceridad que fracasa en asumir la verdadera dimensión de la tragedia que estamos sufriendo".
La segunda fuerza política, el Partido Radical, consultada sobre la posibilidad de que se recurra nuevamente a las tesis monetaristas de Martinez de Hoz, respondió por intermedio de Carlos Contín. "La situación argentina es demasiado seria para que se intenten nuevamente esas políticas destinadas al fracaso". El mismo vocero habla declarado que la Multipartidaria podía "acordar un plan político con las fuerzas armadas, pero reconciliadas, consolidadas y unidas".
Oscar Alende, del Partido Intransigente, objetó el llamado de Bignone, al diálogo, diciendo que primero había que saber si el que dirige realmente el Estado es Bignone o el comandante del ejército, el general Cristino Nicalaldes.
Por su parte, Francisco Manrique, exoficial de la Armada y lider del Partido Federal, que ganó el tercer lugar en las elecciones de hace nueve años, declaró que debería llamarse a un consejo de guerra para investigar la conducción militar del conflicto. "El país continúa sin saber la verdad, porque la única verdad es el dolor en algunos casos y la verguenza por no entender, en otros".
Los prestigiosos diarios "Clarín" y "La Nación" han editorializado sobre la crisis nacional. "El proceso militar ha terminado absolutamente en el momento en el cual es necesario volver a redactar el estatuto primigenio, porque una sola de las tres fuerzas militares impone sus decisiones con prescindencia de la opinión de las otras dos", decía "La Nación", al mismo tiempo que exhortaba a los militares a la serenidad antes que comiencen "las perspectivas de enfrentamiento en el campo de los hechos".
"Clarín" calificó de "ruptura abrupta-la decisión de la Armada y la Fuerza Aérea de no colaborar con Bignone al no hallar eco en el ejército su pedido a que se designara un presidente civil, una rápida transición a la democracia y un cambio drástico en la orientación económica.
No exageraba el diario de Buenos Aires al hacer tal formulación, ya que el 22 de junio la Armada, en documento público, advirtió que "hasta tanto asuma el poder un gobierno constitucional en el año de 1984, la conducción de la Armada será responsabilidad exclusiva de la institución". Según "Clarin", los políticos suponen que la Fuerza Aérea, aunque no lo dice, hará lo mismo que la Armada, es decir, "no respetará las atribuciones constitucionales del presidente de la nación como comandante en jefe de las fuerzas armadas".