MUNDO
¿Confusión o desinformación?
Hoy me levanté confundida. Mi celular falló anoche, y hoy no prendió, así que esta mañana no tenía claro qué día u hora era, o qué debía hacer durante el día, pues no tenía acceso a mi calendario.
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Pero este sentimiento no es único de hoy, es cada vez más frecuente en mí. Hace casi un año empezó la guerra en Gaza, la cual, por muchas razones, me interesaba profundamente. Algunas fuentes decían que los bombardeos estaban atacando niños palestinos inocentes, y otras aseguraban que en estos lugares existían operaciones militares de Hamás, las cuales eran el objetivo. Al final, era difícil tener certeza de qué estaba sucediendo en realidad, y volvía a estar confundida…
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Recientemente ha habido ataques contra el candidato presidencial Donald Trump, pero unas fuentes aseguran que son reales, y otras que son montajes con fines electorales. Así que vuelvo a estar confundida...
Creciendo me enseñaron que tomar café, vino o gaseosa a diario era perjudicial para la salud, y que, por el contrario, los vegetales eran sanos. Sin embargo, hoy existen muchas teorías que sostienen que una taza de café, o una copa de vino al día, es provechosa. Igualmente, productos como el tomate se han vuelto hasta cancerígenos en algunos estudios. Así que cada vez que pienso en qué comer, ¡vuelvo a estar confundida!
Y no quiero siquiera entrar en el mundo de la educación: tengo dos hijas pequeñas, y no es posible enumerar la cantidad de teorías, charlas o políticas educativas que llegan a mi conocimiento. Todas son diferentes, prohíben o defienden algunas conductas, casi todas se contradicen entre sí, y, entre más trato de estar informada, ¿adivinen qué me sucede? Cada vez estoy más confundida…
Veo videos de Karol G, los cuales después dicen que fueron montajes de la inteligencia artificial. ¡Y qué bien lo hacen, por cierto! Y creo que llevo 10 años leyendo en los titulares de la prensa que los queridos príncipes William y Kate Middleton se divorcian.
Pero recientemente, además de levantarme confundida, lo hago muy preocupada. Preocupada de no saber reconocer la verdad de la mentira, lo real de lo imaginario, lo verdadero de lo falso, preocupada de ya no tener certeza de qué son fake news, o datos mentirosos. Preocupada de vivir tan engañada, que yo misma no sepa reconocer cuándo sucede.
Y debo confesar que, al considerarme una persona racional y culta, creía que podía juzgar con cierta asertividad cuándo la información que recibo es real o no. Sin embargo, me asusta reconocer que hoy en día esa capacidad ha disminuido.
Continúo entonces mi camino entre la preocupación y la confusión, y mi análisis me lleva a entender que prácticamente la totalidad de la información que hoy me nutre la recibo por medio de la tecnología. Esta afirmación no parece muy sorprendente en el 2024, pero lo que no deja de ser preocupante es que hoy, las herramientas de inteligencia artificial, los algoritmos predeterminados con base en mis gustos y preferencias (que me conocen mejor que yo misma), los montajes de fake news y demás contenido digital son las únicas fuentes para saber qué está pasando, pero al mismo tiempo, se han vuelto las más peligrosas…
La dependencia de la tecnología siempre ha sido preocupante, pero el problema ahora no es solo que dependemos de la era digital para tener acceso a la información, -en un mundo donde los datos y la información se han vuelto tan valiosos como el petróleo o el oro-, sino que estemos llenos de datos falsos, y que lejos de estar enterados, estemos cada vez más desinformados. El problema es más grave cuando ni siquiera nos damos cuenta de que esto sucede.
Al final del día estoy cansada de tanta confusión, y de luchar contra mí misma tratando de descifrar la verdad. Así que llego a mi casa una noche cualquiera, dejo de pensar en las noticias de farándula, del reto de educar a mis hijas, de descifrar la dieta saludable y la situación política del mundo, prendo la televisión desprevenida como el pasado 12 de septiembre, y oigo al presidente hablar. ¿Saben cómo quedo?
Sus alegaciones y visión de la misma realidad que vivo son tan absurdas como confusas, y entonces mi confusión y preocupación se torna en gran angustia. ¿Cómo es posible que nuestros líderes y gobernantes sufran del mismo mal que tengo yo? Pero, peor aún, ¿cómo es posible que desinformen de esa manera?
¿Será que ellos también están confundidos, y entre tanta información que reciben han perdido la capacidad de poder distinguir la realidad de la fantasía?