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Boris Johnson (izquierda) y Donald Trump (derecha) Fotos: AP

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Donald Trump y Boris Johnson; el triunfo del nacionalismo

Las comparaciones entre ambos líderes empiezan por el amarillo estridente de sus cabellos, pero van mucho más allá de la banalidad. Los dos han hecho comentarios discriminatorios hacía las minorías y ambos llegaron al poder con un discurso nacionalista que recurrió a la mentira.

26 de julio de 2019

De Donald Trump a Boris Johnson, el club de dirigentes antisistema con dejos populistas crece sin parar y trastorna la diplomacia mundial, en detrimento del multilateralismo y la cooperación internacional. Para muchos observadores, la "ola populista" que arrasó en los países democráticos tuvo su primera victoria rotunda con el Sí al brexit, en el referéndum británico de junio de 2016, incluso antes de la elección del multimillonario republicano a la presidencia de Estados Unidos en noviembre del mismo año. 

El nombramiento del conservador Johnson como el nuevo primer ministro de Reino Unido, quien impulsó la salida de la Unión Europea, parece ser parte de este movimiento que, entre otras cosas, ha visto un aumento de representantes de la extrema derecha en Brasil, con Jair Bolsonaro, y en Italia, con Matteo Salvini"Los líderes de casi la mitad de los países del G20", que reúne a las principales potencias ricas y emergentes, "ahora están generalmente a favor de Trump", dijo Ian Bremmer, presidente de la firma de expertos Eurasia Group. Y "muchos de ellos llegaron al poder después de él", agrega.

Entre ellos cita a Reino Unido, Brasil, Italia, Australia, pero también a dirigentes que llevan en el poder más tiempo (el indio Narendra Modi, el argentino Mauricio Macri, el turco Recep Tayyip Erdogan) y a los de países más autoritarios, como el ruso Vladimir Putin y el príncipe heredero de la corona saudita, Mohamed bin Salmán

Pero, a pesar de sus afinidades con Trump, Johnson podría sentirse rápidamente "incómodo", advierte Thomas Wright, del grupo de expertos del Brookings Institution de Washington. 

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Él es ciertamente "populista y radical en el brexit, pero no en otros temas", explica a la AFP. "Sobre el cambio climático, Irán", el nuevo jefe del gobierno británico es "más moderado" y puede que pronto riña con el presidente de Estados Unidos, que se supone es su principal aliado. Aún así, a pesar de los diferentes contextos y personalidades, los paralelismos entre los dos líderes son innumerables. "Tienen en común un estilo populista y son claramente parte de un fenómeno más grande", dice Luigi Scazzieri, del Centro para la Reforma Europea en Londres. "Los votantes en Estados Unidos, Reino Unido o Italia eligen políticas que se caracterizan por un sentimiento antiinmigratorio, un discurso más o menos explícitamente nacionalista, el rechazo a las élites tradicionales encarnadas por tecnócratas y los expertos", dijo.

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Sin un frente común

Las raíces de esta ola están en el aumento de las desigualdades, con un sentimiento de empobrecimiento que va más allá de las clases populares y que llega a la clases medias. Esto combinado con un uso "increíblemente efectivo" de las redes sociales, de las que Bolsonaro, Salvini, Trump y Johnson son asiduos. Para Bremmer, estos factores explican el ascenso "estructural" del "populismo". Para Scazzieri, la irrupción de estos nuevos actores tiene inevitables y "profundas consecuencias en los asuntos del planeta", ya que "denigran las instituciones internacionales acusadas de socavar los intereses nacionales y la soberanía".

La primera víctima es el multilateralismo y sus logros desde 1945. Desde el acuerdo climático de París hasta el acuerdo nuclear de Irán, de las Naciones Unidas a la Unión Europea, las instituciones que gobiernan el orden internacional están bajo ataque constante. Sin embargo, es difícil hablar de una "coalición" de líderes "nacionalistas", "populistas" o "antisistema". Es un grupo aparte, sin duda, pero no homogéneo ni unido.

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Como prueba está la imposibilidad de formar un grupo parlamentario común después de las elecciones europeas, porque las cuestiones económicas o las relaciones con Rusia, por ejemplo, dividen a las partes."Todos tienen diferentes banderas y diferentes intereses nacionales", señala Ian Bremmer. "Es fácil para ellos oponerse a la globalización, a las estructuras internacionales existentes y al libre comercio, pero no están unidos en torno a algo".