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Dimitri Medvedev es el primer Presidente de Rusia que visita Latinoamérica. En la foto junto a Daniel Ortega y Hugo Chávez

RELACIONES INTERNACIONALES

El nuevo escenario

América Latina se consolida como un novedoso teatro de operaciones de la geopolítica mundial, con la llegada de varios países que atacan la hegemonía norteamericana.

22 de agosto de 2009

Los adversarios de Esta- dos Unidos se le metieron al patio trasero, y nada puede hacer para sacarlos. Desde finales de la década pasada, nuevos actores, como Rusia, China e Irán, buscan un papel para desempeñar en América Latina, una región que hasta entonces había permanecido en las tinieblas exteriores de la geopolítica mundial.

El argumento de que sólo persiguen intereses comerciales, que suelen expresar sus voceros, es una explicación parcial porque lo cierto es que detrás de su creciente presencia en estas tierras, esos países buscan ejercer influencia política en la otrora órbita exclusiva de Estados Unidos. Tienen un objetivo común: posicionarse en un mundo multipolar, en contraposición a la hegemonía estadounidense surgida tras la disolución de la Unión Soviética. Para ello aprovechan la distancia con Washington, también creciente, de la mayoría de los gobiernos de América Latina, que desde todos los matices de la izquierda, con mayor o menor intensidad, consideran que sus males son consecuencia de su relación con Estados Unidos.

De esos nuevos actores, Irán es quizás el más sorprendente. Hace unos días, su canciller declaró que su país se oponía al convenio militar entre Estados Unidos y Colombia, un extraño pronunciamiento para una región tan lejana. El país de los ayatolas tiene un pie en América Latina por cuenta del presidente venezolano, Hugo Chávez. "La revolución islámica y la bolivariana son una sola", ha dicho Chávez en varias ocasiones. También ha hablado de una "alianza estratégica" y los dos países han prometido compartir su suerte si alguno es agredido por Washington.

 Cuando Chávez llegó al poder, con el precio del crudo por el piso, estaba decidido a "refundar" a la Opep e impulsó la cumbre de 2000 en Caracas. Una de las delegaciones más numerosas fue la de la república islámica, entonces presidida por el reformista Mohamed Jatami. Desde entonces, Chávez ha sido el mayor defensor del controvertido derecho iraní a la energía nuclear. En la Organización Internacional para la Energía Atómica (Oeia), los únicos países que respaldaron el programa iraní en 2006 fueron Cuba, Siria y Venezuela, y en la cumbre de los no alineados en La Habana, en 2007, Chávez consiguió una declaración favorable a Teherán.

 Entre los dos países existen por lo menos 200 acuerdos que son difíciles de dimensionar. "En la Venezuela actual no hay transparencia. Los convenios son secretos y no hay datos publicados, el gobierno no da información y no se discuten en la Asamblea Nacional. Es simplemente la voluntad de Chávez", dijo a SEMANA la internacionalista venezolana Maruja Tarre."El único dato real son los vuelos que existen entre Caracas y Teherán con una escala en Damasco".

 De la mano de Chávez, Teherán también se ha acercado a otros gobiernos latinoamericanos. El presidente Mahmud Ahmadineyad estuvo en las posesiones del nicaragüense Daniel Ortega y del ecuatoriano Rafael Correa y mantiene buenas relaciones con Bolivia y Cuba. Muchos observadores apuntan que Latinoamérica le ha permitido a Irán romper el bloqueo diplomático impuesto por cuenta de su programa nuclear, del que se sospecha que tiene propósitos militares.

 La otra cara de la moneda está en Israel, al que Ahmadineyad ha llamado a "borrar del mapa". Hace unas semanas, el canciller, Avigdor Lieberman, visitó Brasil, Argentina, Perú y Colombia, la primera gira de este tipo en 23 años, y el primer ministro, Benjamín Netanyahu, planea visitar Brasil y Argentina en noviembre. Israel ha advertido que sospecha que Teherán tiene conexiones con la milicia chiíta libanesa Hezbollah en Suramérica en La Guajira, en la isla Margarita en Venezuela y en la triple frontera entre Argentina, Paraguay y Brasil.

Latinoamérica tampoco ha sido ajena al "ascenso pacífico" de China, la gran potencia emergente. Su "poder blando" se ha dejado sentir con más de 400 convenios de comercio e inversión y el presidente Hu Jintao ha dicho que espera que el comercio con la región alcance 100.000 millones de dólares para 2010.

 A grandes rasgos, los objetivos chinos son dos. Primero, asegurar los recursos y las materias primas para mantener su acelerado crecimiento económico. China ya es el principal mercado de Brasil y crece para Chile y Perú, con los que tiene Tratados de Libre Comercio. Beijing también es el mayor inversor en la industria petrolera ecuatoriana, firmó un acuerdo para comprarle 200.000 barriles diarios a Brasil, y Chávez ha amenazado con dejar de vender el petróleo venezolano a Estados Unidos para enviarlo a China.

El segundo objetivo chino es ganar su competencia estratégica con Taiwán. Beijing considera a esa isla parte indivisible de su territorio y la mayoría de los 24 países que todavía tienen relaciones con ella está en Latinoamérica y el Caribe. En los últimos años China se ha mostrado dispuesta a igualar la diplomacia de la chequera de Taipei para convencer a los países que todavía la apoyan de cambiarse de bando.

Rusia, por su parte, incursiona en Latinoamérica desde 1997. Moscú ha revivido su relación con La Habana, muy cercana en tiempos de la Unión Soviética, y Dimitri Medvedev se convirtió, a finales del año pasado, en el primer presidente ruso en visitar Suramérica. Por esa misma época buques de guerra de ese país realizaron maniobras conjuntas con Venezuela en el mar Caribe, lo que fue visto como una respuesta al apoyo estadounidense a Georgia en la guerra que la enfrentó con Rusia hace un año.

Moscú y Caracas firmaron entre 2005 y 2007 contratos armamentísticos por un valor de 4.400 millones de dólares, que incluyen 24 cazabombarderos Sukhoi 30. A fines de 2009, Rusia enviará a Brasil el primer lote de los 12 helicópteros de combate Mi-35M. Y el gobierno boliviano negocia con Moscú armamento por valor de 100 millones de dólares para adquirir un moderno avión para el uso del presidente Evo Morales y para modernizar las Fuerzas Armadas, remodelar el parque aéreo, comprar helicópteros y radares.

Pero, por supuesto, el factor geopolítico está detrás de todo y tiene que ver con la respuesta rusa a los intentos norteamericanos por influir en su propio patio trasero, los antiguos países de la Unión Soviética. "Los ejercicios navales rusos con Venezuela son una muestra de que Rusia, un país gigante, un actor en la política internacional, tiene derecho, como otras grandes potencias, a estar presente en diferentes partes del mundo, realizar vuelos, utilizar el espacio marítimo", dijo a SEMANA Vladimir Davidov, director del Instituto de Latinoamérica de la Academia de Ciencias de Rusia, desde Moscú. Para Davidov, la presencia rusa sería un factor de equilibrio, ya que, ante el aumento de la presencia militar de Estados Unidos, esto ayudaría a "los que se sienten debilitados a restablecer sus fuerzas".

Y a la venta de armas se suma un elemento preocupante. Por cuenta del conflicto con Georgia, el presidente Medvedev anunció que propuso a la Duma (cámara baja) un proyecto de ley para permitir al Ejército ruso actuar en el exterior, entre otros, para rechazar una "agresión contra otro estado". Un diario ruso puso como ejemplo el conflicto entre Venezuela y Colombia.

De los países mencionados, los más inquietantes son, sin duda, Irán y Rusia, que no tienen un proyecto claro para América Latina, más allá de defender sus propios intereses frente al hegemón. De ahí que su presencia en apoyo de algunos gobiernos que perciben como hostil a Estados Unidos podría exacerbar los problemas de seguridad de la región. Así, para el subcontinente latinoamericano, ser un nuevo escenario de las grandes contiendas geopolíticas no necesariamente es una buena noticia.