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EL OCASO DE KOHL

Insistentes rumores sobre la salud del canciller alemán sostienenque podría decidir no participar en las elecciones de septiembre.

30 de marzo de 1998

Quien fuera llamado apenas hace dos años 'El canciller eterno' podría estar a un paso de dejar el poder en Alemania. El tema está sobre el tapete desde que hace algunos días el semanario Stern publicó un extenso reportaje sobre la salud de Helmut Kohl, el gobernante más antiguo de Europa. Y desde entonces las especulaciones han atravesado las fronteras, porque en el Viejo Continente es claro que el verdadero motor de la Unión Europea ha sido el gigantesco político germano.
Las sospechas sobre la salud del canciller (primer ministro) son en realidad la última manifestación de una creciente tendencia _impulsada desde la oposición por su adversario potencialmente más peligroso, el socialdemócrata Gerhard Schröder_ a pensar que la era de Kohl está llegando a su fin. Para Stern, los indicios sobre el estado físico de Kohl harían que cualquier hijo de vecino pensara en un cambio radical de sus hábitos, una disminución en sus tensiones y un saludable retiro. La revista señaló que el gobernante goza como nadie con la buena comida y no se priva de nada, y publicó incluso fotografías de Kohl entregado a lo que más le gusta, esto es, comer. La publicación incluso puso en duda las afirmaciones oficiales, según las cuales Kohl está pesando 'apenas' 130 kilos y afirmó, con la ayuda de expertos, que dadas sus dimensiones corporales, su estatura de 1,96 metros y el extraordinario aumento de su cintura, su peso no puede estar por debajo de los 160 kilos. De ahí que, a los 67 años de edad, la revista haya señalado que a Kohl le falta frecuentemente el aliento al hablar y que es inevitable que su corazón esté soportando un esfuerzo poco común.
Ese análisis es vehementemente negado por Bonn, y la verdad oficial es que Kohl estará al pie del cañón en las elecciones generales de finales de septiembre. Sin embargo, algunos analistas señalan que el canciller está siguiendo el camino de su mentor político, el gestor del 'milagro alemán' Konrad Adenauer, quien al final de su prolongada permanencia en el poder era un símbolo heroico en el exterior, mientras en su país era mirado con creciente cansancio. En contra de Kohl juega la preocupación popular por el desempleo, que con el 12 por ciento está en su porcentaje más alto desde 1933, el año en que Adolfo Hitler tomó el poder. Otros señalan que Alemania tiene hoy en día una cifra negativa en el crecimiento de la inversión extranjera y que su economía sufre en exceso por el lastre de un sistema de seguridad social demasiado oneroso que será inmanejable cuando entre en operación la moneda común europea, con sus fuertes restricciones fiscales. Las encuestas indican que el 55 por ciento de los alemanes preferirían que no se lanzara esta vez. En suma, en Alemania se pronuncia con creciente frecuencia la palabra 'cambio'.
Sea por razones de salud o políticas, la eventual salida de Kohl produce escalofríos a los defensores de la Unión Europea precisamente en un año crucial para el Euro, o moneda común. Porque todos son conscientes de que Kohl ha trasladado al campo geopolítico sus métodos de político de provincia, y mucho de lo conseguido hasta ahora en el tema europeo ha sido por virtud de su amistad personal con los líderes clave, de su actitud bonachona y cordial y de las magníficas cenas con que atiende a sus estadistas invitados.