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El ocaso de los galos

Las denuncias de algunos intelectuales sobre un supuesto declive de Francia disparan un furioso debate en ese país.

8 de diciembre de 2003

Los argumentos y cifras sobre el ocaso abundan: el idioma francés cada vez se habla menos en el mundo, crecimiento económico cero en el país, desempleo del 10 por ciento, déficit y deuda públicos en aumento. Desde que salió el libro La Francia que se cae del economista y politólogo neoliberal, Nicolas Baverez, ríos de tinta se han escrito en todos los medios sobre la decadencia francesa. Las recientes huelgas contra la reforma de las pensiones y la muerte de 15.000 personas por la ola de calor del verano pasado, que dañó el prestigio del sistema francés de salud, han servido para avivar la polémica.

Baverez afirma que Francia se encuentra en decadencia desde la década de los 80 por su incapacidad para modernizarse y tomar conciencia del escenario surgido del final de la Guerra Fría, el nuevo terrorismo internacional, la globalización y la revolución de las tecnologías, y durante los últimos años, una coalición de intereses conformada por la clase política, el sector público y los sindicatos es la responsable "del inmovilismo político, económico y social, pero también intelectual y moral" en que está sumida Francia.

El hecho de que Baverez sea un economista de prestigio, sin el menor atisbo de radicalismo, editorialista de Le Monde, le han conferido poder a sus afirmaciones documentadas con decenas de cifras, entre las cuales destaca que Francia ha retrocedido al puesto 19 de la Organización de Cooperación y Desarrollo (Ocde) en ingresos por habitante (24.000 euros al año) y que, a su ritmo de endeudamiento, el país acumulará una deuda del 260 por ciento del PIB para el año 2050.

Para Baverez la evidencia del declive está en que las iniciativas empresariales no pueden ponerse en marcha, la burocracia lo ahoga todo (cinco millones de funcionarios elegidos por 'dedocracia') y la acumulación de impuestos y tasas impiden el crecimiento. En resumen, Francia dejó de trabajar en 1980 y desde entonces vive de la renta "y aplica la eutanasia a la producción y al trabajo".

Un importante grupo de intelectuales culpa al gobierno de Jacques Chirac del "sistema social francés profundamente carcomido a causa del paro (desempleo) y de los grupos sociales excluidos", según señala Alain Duhamel en su ensayo 'La confusión francesa', que con el de Baverez son los libros más vendidos de la temporada. Ellos aseguran que Chirac ha defraudado la confianza de los votantes (que le dieron un espaldarazo en contra del ultraderechista Le Pen) y acusan de ausencia de ideas y liderazgo al Partido Socialista, que todavía no se repone de su último fracaso electoral de 2002.

"Francia no avanza, sino retrocede en todos los ámbitos, y la política, que debería cambiar las cosas, cada vez le importa menos a la sociedad. En las últimas elecciones, la abstención llegó al récord histórico de casi el 3 por ciento y las encuestas más confiables indican que a más de la mitad de los franceses no les interesa la política", explicó a SEMANA Helene Delacroix, profesora de ciencia política de la Universidad de la Sorbona.

Para completar, el académico Jean-Marie Rouart publicó un tercer libro desesperanzado, Adiós a la Francia que se va, en el que muestra su nostalgia por las visiones de Napoleón y por los tiempos de De Gaulle, y se pregunta cómo puede salvarse un país con sus políticos atentos a los telediarios, en tanto Francia se desdibuja "por arriba" en la globalización y la Unión Europea, y "por abajo" en la descentralización.

Esta oleada de críticas ha sido contestada con virulentos discursos del primer ministro, Jean-Pierre Raffarin, quien acusa a los intelectuales de propagar "las tinieblas del pesimismo". Raffarin subraya que cada 20 años aparecen teorías sobre el declive francés "presentados por supuestos grandes intelectuales" y previene que este tipo de pensamiento conduce a la "inmovilización" del Estado y la sociedad. Por su parte,Chirac no se explica este debate, según sus palabras, "justo cuando las cosas van bien", y se ha dedicado a levantar la moral a la población con la promoción de proyectos como el canal de televisión internacional CFI 24, que desde el próximo año ofrecerá "la visión francesa del mundo" en francés, español, árabe e inglés, para competir con la CNN y reimpulsar el idioma francés alrededor del mundo.

"Yo no veo que Air France o Renault estén en declive, ni muchas otras empresas francesas", enfatizó el ex primer ministro socialista, Michel Rocard, quien se niega a discutir sobre la decadencia: "Hay aspectos que no van bien, pero seguimos siendo la cuarta potencia industrial del mundo y, sobre todo, la cuarta potencia exportadora".

Las grandes empresas también rechazan el declive. El presidente de Medef, la mayor asociación industrial de Francia, Ernest-Antoine Seillière, alegó que todos los problemas del país son solucionables "en cinco años de esfuerzos constantes e inteligentes" y destacó que Francia es un pedazo de Europa y que ésta tiene "una capacidad de enriquecimiento, innovación e influencia, de idénticas o mayores proporciones a Estados Unidos o Japón, y mañana, a China".

Pero el pesimismo cunde. Una encuesta de Paris Match indicó que seis de cada 10 franceses prevé que la situación empeorará y sólo el 18 por ciento de los encuestados vislumbra mejoría. El clima de desánimo está marcado por la inminente reforma de las pensiones que tendrá que hacer, presionada por la Unión Europea la administración Chirac, en su punto más bajo de popularidad.

Sin embargo, para François Chesnais, profesor de la Universidad de París XIII, colaborador de Le Monde Diplomatique y ex director de un departamento de estudios a la Ocde, los argumentos del declive de Francia entrañan una idea "muy peligrosa para el país. Se trata de hacer creer que todos los gobiernos de izquierda y derecha lo han hecho mal y que, ante esta catástrofe, los empresarios son los únicos que pueden sacar del atolladero a Francia, empeorando las condiciones laborales y sociales y enriqueciéndose a costa de ello; si los empresarios triunfan, triunfará Francia", dijo a SEMANA.

Según Chesnais, todo tiene relación con la jornada de 35 horas semanales implantada en 2000. "Los empresarios y el gobierno de Chirac quieren aumentar la jornada a 39 horas, y el propio Baverez les da la razón al decir en su libro que la gran conquista social que fue la ley de 1936 para reducir el trabajo semanal a 40 horas constituyó el error más trágico de la política francesa de aquellos años", declaró el analista francés.

El ocaso de Francia tiene tantos argumentos a favor como en contra, pues a pesar de todo Francia es una potencia nuclear y una de las cinco economías más grandes del mundo. También exporta aviones Airbus, trenes de alta velocidad y es la nación más visitada del planeta, con 77 millones de turistas al año (contra 51 millones que recibe España y los 42 millones que visitan Estados Unidos). Pero Baverez insiste que Francia necesita una "terapia de choque" y cita la frase de De Gaulle: "Francia es un país que sólo hace reformas con las revoluciones".