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Emmanuel Macron solo tiene 39 años en un país donde toma una vida llegar a la cima

FRANCIA

Emmanuel Macron podría ser el próximo presidente francés

Producto ‘marketing’ o gran estadista, Emmanuel Macron es sin duda el fenómeno político francés. Si logra vencer a la extrema derecha y a los partidos tradicionales podría ser el próximo presidente de la quinta potencia del mundo.

18 de marzo de 2017

Romain Dumont tiene 27 años, dos como fiel militante del Partido Socialista (PS) y apenas algunos meses como disidente. Este doctorando en derecho comercial decidió como muchos izquierdistas repudiar a Benoît Hamon, el candidato del partido, y votar por un traidor del movimiento: Emmanuel Macron, líder del movimiento En Marcha, exministro de Economía de François Hollande, revelación política de los últimos años para los medios, y el ‘French Obama’ para algunos.

“En el PS hay un verdadero malestar sobre el caso Macron. Algunos quieren ser tolerantes y permitir a los militantes apoyarlo. Otros consideran que es una deslealtad mayor”, dijo a SEMANA este miembro de la comisión administrativa del PS en el distrito 11 de París. Como muchos miembros de los partidos tradicionales, Dumont cayó cautivado por lo que él llama la “apertura” y el “pensamiento coherente” del político de 39 años. Aunque su falta de experiencia y su pasado de banquero aminoran su imagen, lo fortalecen su ambición, su energía y, sobre todo, los sondeos que lo sitúan como el favorito para ganar las elecciones presidenciales del 23 de abril y 7 de mayo y, de paso, proteger al país de la extremista Marine Le Pen.

Gracias, en parte, a los escándalos de corrupción que afectaron la candidatura del conservador François Fillon, Macron subió rápidamente en las encuestas y está consolidado como segundo en el podio de la primera vuelta con cerca de 25 por ciento de intenciones de voto, detrás de Le Pen, quien goza de 27 por ciento. En la segunda vuelta, el exbanquero ganaría con cerca del 65 por ciento de los sufragios.

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Para sus adversarios, solo se trata de “la encarnación de la elite globalizada”, “una burbuja especulativa”, “un producto puro de las finanzas o un hombre invadido por un delirio mesiánico”. Le llueven los anatemas de los eminentes representantes de los grandes partidos. Quizás la expresión más adecuada que le lanzan a Macron es la de “Opni”, un Objeto Político no Identificado: alto funcionario, filósofo, banquero, ministro y aspirante a presidente con un programa “ni de izquierda ni de derecha” o a veces “de izquierda y de derecha”. Su recorrido y su perfil son unos de los más originales de la historia de la Quinta República.

Primera particularidad: nunca se ha sometido al sufragio popular. Intentó participar en las elecciones legislativas de 2007 en el norte, de donde proviene, pero el Partido Socialista, al que perteneció oficialmente de 2006 a 2009, no lo apoyó. Ante este fiasco y ante la victoria presidencial de Nicolas Sarkozy en 2007, Macron decidió suspender su actividad política para trabajar de banquero en Rothschild & Co. Entre 2008 y 2012 ganó 2,8 millones de euros y llevó a cabo operaciones financieras colosales, como una transacción de 9.000 millones de euros entre Nestlé y Pfizer.

Pero el 6 de mayo de 2012 su destino cambió. El socialista François Hollande derrotó a Nicolas Sarkozy luego de una campaña frenética en la que se presentó como el “enemigo de las finanzas”. Esto no le impidió nombrar al comienzo de su mandato un joven banquero del norte como secretario general adjunto del Elíseo y, en 2014, ministro de Economía. El país descubrió en ese momento a un hiperactivo millonario de 36 años que prometía desempolvar el mundo empresarial galo, burocrático y senil, para hacerlo entrar a la era de la innovación.

Segunda particularidad: Macron no solo tiene 39 años, en un país donde toma una vida llegar a la cima. También podría ser el primer presidente independiente de la Quinta República. Lanzó su movimiento,  En Marcha, en abril pasado, cuando se dudaba de la capacidad de Hollande para presentarse a su reelección. Considerada una maniobra traicionera contra su mentor, la creación de En Marcha fue el primer paso para atraer personalidades políticas de izquierda, centro y derecha, y cerca de 200.000 adherentes de todas las ideologías. En segundo paso, al renunciar en agosto y lanzar su candidatura algunos meses después, quedó como un traidor ante los ojos de los socialistas.

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Parte de su éxito en las encuestas reside en una estrategia de comunicación que lo presenta como el nuevo rostro de la política, una especie de Obama europeo, pero también en que, en vez de explotar la disyuntiva entre derecha e izquierda, habla de una lucha entre progresistas y conservadores. Por eso, su programa mezcla las propuestas de los grandes partidos en los últimos años. Pretende sacar a Francia de la crisis en la que está sumergida desde 2008. Para ello, promete reformar el mercado laboral al permitir que cada empresa o sector establezca las normas, incluido el tiempo de trabajo semanal. Esto vendría acompañado de reformas fiscales, ahorros de 60.000 millones de euros en el sector público y, al mismo tiempo, inversiones por 50.000 millones de euros principalmente en el desarrollo de energías renovables y en formación para desempleados y jóvenes. Al mismo tiempo, propone dar más libertad a los trabajadores al permitirles renunciar y obtener los subsidios de desempleo, que hoy solo reciben quienes han sido despedidos.

Macron, autodeclarado candidato “antisistema”, a pesar de haber salido de la Escuela Nacional de Administración, la academia de la elite francesa, también quiere limpiar la vida estatal de los escándalos de corrupción de las últimas décadas. Para lograrlo, propone prohibir a los parlamentarios reclutar a los miembros de sus familias como asistentes, como hizo François Fillon, y aplicar a los políticos electos las mismas reglas fiscales y de pensión que los ciudadanos comunes y corrientes.

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Su virginidad hace que este outsider tenga, para muchos, la legitimidad para renovar la vida política francesa. Sin embargo, sus adversarios creen que como ministro de Economía ya probó su incompetencia. “Macron es un producto ‘marketing’ extraordinario. No tengo recuerdo de un buen desempeño cuando era ministro de Hollande. Nos habló de simplificar el mercado laboral y de las empresas... y todavía estamos a la espera”, dijo a esta revista Axel Mouffron, consejero municipal en el municipio de Fénay por el partido Los Republicanos, el movimiento de François Fillon.

Aunque falta un mes para la primera vuelta de las elecciones y este extraterrestre político es favorito, el exbanquero todavía deberá demostrar que la seducción que ejerce en el electorado no es pasajera. Pues, como él mismo afirma, “lo que está de moda pasa de moda”.