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JAVIER REGRESO FRUSTRADO

El Secretario General de la ONU no pudo vender la idea de un cese al fuego.

13 de mayo de 1985

Tratar de poner fin a la guerra que desde hace cinco años opone Irak a Irán es, por ahora, una misión imposible. Tal es la conclusión de la nueva misión de mediación emprendida la semana pasada por el Secretario General de la ONU Javier Pérez de Cuéllar . "La brecha sigue siendo grande entre Irak e Irán", reconoció en Bagdad el funcionario peruano. La verdad es que todo separa a esos dos países. Los dirigentes iraníes se dicen resueltos a continuar el conflicto hasta obtener la victoria total o la satisfacción de todas sus condiciones incluida la caída del Presidente iraquí Saddam Hussein. Libia y Siria, parecen ser los únicos países árabes que apoyan ese proyecto. Entretanto, Irán desea que se ponga fin al bombardeo de las ciudades que, según su agencia de prensa Irna, ha causado la muerte de siete mil civiles iraníes y heridas a otros 30.000.
Irak que controla el espacio aéreo, supedita esta tregua a la elaboración de un plan de "arreglo total y definitivo del conflicto". Este país, en realidad, está decidido a llevar a cabo una guerra total y a recurrir a todos los medios para forzar esa negociación: bombardeo de ciudades, ataques contra los buques petroleros, amenazas contra el tráfico civil aéreo y empleo de armas químicas, como ha sido confirmado por el representante norteamericano en Ginebra, Donald Lowitz.
El envio de cohetes iraníes sobre ciudades como Bagdad y Karbala hace pensar que los dos países no han fijado un "límite razonable", en esta escalada. Irak utiliza cohetes soviéticos SS-12 que están equipados con 800 kilos de explosivos y son capaces de recorrer entre 700 y 800 kilómetros, que es la distancia entre Bagdad y Teherán. La reciente visita a Moscú del número dos iraquí, Tarek Aziz, indica que Bagdad ha pensado en esa posibilidad. Los dirigentes iraníes han hecho lo mismo. "Es Dios quien ha creado esta situación", dijo Khomeini a los habitantes del sur de Teherán, principales víctimas de los bombardeos iraquíes. Saddam Hussein prosiguió, "no puede causarle miedo (con sus cohetes) a quien desea ser mártir y pide que se rece para convertirse en mártir".
Y la lista de mártires se alarga: dos tercios de los 600 mil muertos en esta guerra son iraníes. El gobierno de Khomeini compensa, en efecto, la insuficiencia de su material bélico y el estado lamentable de su aviación (de 600 aviones que Irán tenía bajo el Sha quedarían entre 70 y 90) con el número de sus combatientes. A largo plazo, este factor humano podría ser determinante, pues Irak cuenta con 14 millones de habitantes contra 43 de Irán. Los observadores habían pensado, por otro lado, que el régimen de Teherán se vería forzado a negociar a causa de la "asfixia de su economía". La exportación de un millón y medio de barriles de petróleo por día y las relaciones cada vez más estrechas entre Teherán y países como Alemania, Francia, Japon e Inglaterra, permiten pensar que Irán podrá seguir financiando su esfuerzo de guerra. Irak recibe paralelamente armas ultramodernas pagadas con los petrodólares de sus vecinos. Eso significa que la conflagración puede prolongarse durante años sin que, al fin de cuentas, uno de los dos paises esté seguro de poder obtener la victoria militar.
En esas circunstancias, la única posibilidad de parar esa guerra -una de las pocas que escapan a la confrontación Este-Oeste- parece radicar en un cambio de actitud del régimen de Khomeini o en la presión ejercida por la sociedad iraní. El movimiento en favor de la paz, simbolizado por un telegrama enviado desde Teherán a Pérez de Cuéllar por 60 personalidades (entre las cuales figuran el antiguo Primer Ministro Medhi Bazargan y un nieto de Khomeini) y la declaración hecha por Khomeini mismo ante los funcionarios hace dos semanas, prueba que esos dos procesos ya han comenzado. "Dios nos ha ordenado acabar con los opresores", dijo Khomeini, "Nosotros lo hacemos en la medida de nuestras posibilidades y si no lo logramos, habremos cumplido con nuestro deber". Queda por saber cuantos miles de muertos más son necesarios para que ese guía islámico considere haber cumplido con su misión.