Home

Mundo

Artículo

LA NOCHE QUEDO ATRAS

Sanguinetti se posesionó y el debate ahora es cómo liberar a los presos políticos

8 de abril de 1985

Reflejando los postulados expuestos durante su campaña electoral, el Presidente Julio María Sanguinetti ha nombrado un gabinete ministerial que tiene un claro perfil conservador. Carlos Manini Ríos, un abogado y periodista de 75 años, ex director del diario La Mañana, es el nuevo ministro del Interior. Un hombre aún más viejo, Juan Vicente Chiarino (83 años) empresario y reconocido lider de la minoritaria (y católica) Unión Cívica, será el nuevo ministro de Defensa. Un destacado técnico, adicto a la doctrina neoliberal, Ricardo Zerbino, 46 años, sera el ministro de Economía, mientras que Carlos Pirán, un abogado de 50, que no oculta sus ideas de derecha, ocupará la cartera de Industria y Energía. Manini, Zerbino y Pirán militan en el Partido Colorado, fuerza inicialmente liberal que hoy encarna el centro político (a diferencia del Partido Blanco, que antes era de derecha y hoy aparece como un conglomerado liberal "de avanzada"). Sin embargo en el gabinete, que es de 10 ministerios en total, están representados otros sectores. Salud Pública será de Raúl Ugarte, médico afiliado al Partido Blanco (aunque se desempeñará a título personal, Ugarte cuenta con el respaldo del jefe del partido, Wilson Ferreira Aldunate) y Relaciones Exteriores ha sido encomendado a un independiente, Enrique Iglesias, el eterno secretario ejecutivo de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina de Naciones Unidas). La propuesta de conformar un gobierno de unidad nacional, no pudo ser lograda por el nuevo mandatario, dada la renuncia del Partido Blanco y del Frente Amplio a participar formalmente en el gabinete ministerial.
Pese al carácter "moderado" de tal equipo de gobierno, las primeras medidas de Sanguinetti fueron ampliamente progresistas. El ejecutivo presentó al Congreso un proyecto de ley que prevé la inmediata liberación de 207 presos acusados de delitos políticos y la liquidación de penas de otros 61. También "concedió gracia" a seis políticos (Wilson Ferreira y su hijo Juan, entre ellos) que tenían pleitos pendientes con la justicia militar.
Entre el grupo de los 61 figuran varios de los recluídos jefes de la guerrilla tupamara que operó de 1962 a 1972. También anunció medidas para favorecer la repatriación de las decenas de miles de personas que dejaron el país durante el régimen dictatorial y aseguró que rehabilitará al Partido Comunista, a la central obrera Convención Nacional de Trabajadores, a los demás grupos radicales de izquierda y al conocido grupo teatral El Galpón. Otra decisión que le deparó aplausos al nuevo mandatario fue la relacionada con el levantamiento de las normas sobre censura de prensa. En virtud de ella, las emisoras de radio y televisión ya no estarán obligadas a grabar todos sus prograrnas, y los despachos de las agencias internacionales y las publicaciones extranjeras no serán censurados previamente, medidas que habían sido tomadas por el régimen militar desde el golpe de Estado de junio de 1973, y que habían sido flexibilizadas en los últimos dos años.
También se esperan innovaciones en política exterior. Uruguay no sólo ha ingresado al club de los que apoyan a contadora, sino que se rumora que el gobierno colorado avanzará hacia un restablecimiento de las relaciones con Cuba y Venezuela. Este último país rompió sus vínculos diplomáticos con Uruguay hace más de una década cuando la maestra Elena Quinteros fue secuestrada de los jardines de la embajada venezolana en Montevideo al tratar de pedir asilo.
Sanguinetti podría, además, alejarse del régimen racista de Sudáfrica y dotarse de una política comercial que le permita llegar a los más diversos mercados sin hacer de la ideología una talanquera. Este enfoque pragmático halla su razón de ser en el ruinoso estado de la economía del país. La deuda externa uruguaya, que en 1973 era de 718 millones de dólares, hoy sobrepasa los 6.000 millones de dólares (para un país de sólo tres millones de habitantes); los salarios reales del año pasado no llegaron a ser ni el 45% de los salarios de 1971 y en Montevideo el desempleo es del 15% (83 mil personas).
Empero, dos problemas que se vislumbran por ahora como los más densos, esperan a Sanguinetti a la vuelta de la esquina. El primero es el temor de los militares a lo que allí ya empieza a llamarse el revisionismo, o sea, el planteo de diversos sectores civiles para que se comiencen a evaluar las actuaciones de las Fuerzas Armadas (asesinatos, torturas, desaparecidos) durante su último reinado. Un general imprudente, Hugo Medina, jefe del Ejército, hizo en vísperas de la clamorosa posesión presidencial de Sanguinetti, amenazas de "dar otro golpe de Estado" si las cosas se ponían muy duras para ellos, lo que suscitó la más amplia indignación de los partidos políticos. El General al día siguiente tuvo que suavizar su perorata.
El otro asunto espinoso es la amnistía misma. En el Congreso, además del proyecto del ejecutivo, existe otro apoyado por los legisladores del Frente Amplio y del Partido Blanco que establecería una amnistía irrestricta, concepto que no es del agrado de los colorados quienes dicen que ella crearía un "precedente peligroso" para los que en el futuro intenten volverse contra las instituciones. La oposición responde que el proyecto del gobierno en su estado actual no hace más que dar validez a los juicios dictados por los jueces militares, quienes contaron en la mayoría de casos con testimonios obtenidos mediante torturas. En últimas, lo que está en juego es la libertad inmediata de Raúl Sendic, el legendario líder de los tupamaros, prisionero en las más duras condiciones (fue sometido a torturas durante largos periodos de tiempo) desde 1972.
De todas formas, y pese a los desacuerdos, el ambiente es de optimismo. La proverbial capacidad de Sanguinetti para forjar acuerdos políticos (él convenció a los militares de desistir de sus apetitos de poder y convenció a los civiles de aceptar ciertas condiciones de los milicos para alcanzar la senda democrática) y su teoría según la cual "una cosa es haber luchado contra una democracia y otra haber luchado contra una dictadura" es invocada por los que sostienen que en materia de liberación de presos se llegará más temprano que tarde a una convergencia.--