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Iván Simonovis, condenado sin pruebas a más de 30 años de prisión por órdenes de Hugo Chávez , lanzó su segundo libro, ‘El prisionero rojo’. La autobiografía expone su caso judicial y narra detalles de su vida como policía y padre de familia.

VENEZUELA

Iván Simonovis, el prisionero rojo

Iván Simonovis, considerado uno de los presos políticos más importantes en Venezuela, publica el testimonio de su martirio tras nueve años de cárcel.

7 de diciembre de 2013

El comisario Iván Simonovis era un policía de acero. Hoy tiene una osteoporosis tan severa que puede fracturarse la columna si se agacha a amarrarse los zapatos, porque en seis años, solo vio el sol durante 13 días.


Así lo cuenta él mismo tras cumplir nueve años tras las rejas. Padeció los primeros cuatro sin haber sido condenado aún y los últimos son apenas el principio de una pena máxima de 30 años que le fue impuesta, a pesar de que no se pudo probar con contundencia su autoría intelectual de las muertes por disparo que hubo en la marcha del 11 de abril de 2002 en Caracas, horas antes del golpe de Estado contra Hugo Chávez.

Para ese entonces, Simonovis era el secretario de Seguridad de la Alcaldía Metropolitana de Caracas. La Fiscalía lo acusó de ordenar por radio disparar contra los manifestantes y de dotar de armas adicionales a la Policía para perpetrar las ejecuciones.

“La fiscal Luisa Ortega Díaz llegó a afirmar que yo había hipnotizado a los marchistas para que mataran al presidente”, dice Simonovis sobre la actuación de quien es hoy la Fiscal General de Venezuela, en el libro que empezó a escribir hace cuatro años, a través mensajes de texto dirigidos a su esposa y abogados, servilletas o papeles escondidos. 

Algunas caricaturas hechas por otro de los policías fueron encontradas en un allanamiento a las celdas y luego utilizadas por otra fiscal, Haifa El Aissami, hoy embajadora en Países Bajos, y hermana del exministro del Interior y actual gobernador de Aragua, Tareck El Aissami, para acusar a los prisioneros de estar fraguando un plan para asesinar a los fiscales del caso.

Las dos funcionarias no son las únicas que salen mal paradas con las revelaciones de Simonovis. El ex vicepresidente José Vicente Rangel, quien curiosamente ahora está pidiendo amnistía para el prisionero político, pagaba a los abogados de un grupo de Víctimas del 11-A, que según Simonovis eran todas chavistas, para que lo acusaran de los crímenes. Dice que supieron que Rangel les pagaba a los abogados porque estos se quejaron de que les debía plata. Pero eso no es todo. “…contaba este abogado que había conocido a José Vicente Rangel porque habían sido ‘causas’ (presos por un mismo delito) en un robo de un banco”.

El juicio duró más de tres años, se practicaron 231 audiencias, declararon 196 testigos y 45 expertos, y se mostraron más de 20 videos (incluidos una película de acción de Kevin Costner y otra de una liposucción que dilataron el juicio) y 5.700 fotografías. “Pero los argumentos de la defensa nunca fueron tenidos en cuenta”, dijo a SEMANA el abogado que llevó el caso, José Luis Tamayo. Y añadió que la juez profirió una sentencia de 15 líneas, en la que terminó condenando a Simonovis no por las acciones por las que lo acusaban, porque no hubo pruebas ni existió nunca la orden radial, sino por no haber evitado las muertes.

La apelación ante la instancia máxima, el Tribunal Supremo de Justicia, fue declarada inadmisible en menos de una semana por el magistrado Eladio Aponte. “…de inmediato mandé elaborar el proyecto de sentencia, declarando ‘sin lugar’ por recurso manifiestamente infundado, esto sin siquiera haberlo leído, ya que era demasiado extenso, y la orden que me dio el presidente Chávez era ‘salir de eso de inmediato sin más tardanza’”, confesó desde el exilio Aponte el año pasado.

El caso ha sido presentado ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, pero no ha pasado nada. Mientras tanto, Simonovis casi muere por la vesícula perforada, entre otras 19 patologías, como lo certificaron médicos del Hospital Militar. Su salud se fue deteriorando por las condiciones del calabozo, húmedo y oscuro, el mismo en donde también estuvo preso unos meses el líder opositor, Henrique Capriles. 

Este viajó recientemente a Roma, en compañía de la esposa de Simonovis, a pedirle al papa Francisco que interceda. “Nosotros apelamos a la corte celestial”, dice el abogado Tamayo, porque tres de las cuatro medidas sanitarias que han solicitado para que le den la casa por cárcel ante la Justicia venezolana han sido negadas. Esperan que apenas pasen las elecciones se produzca el milagro.