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MORE THATCHER?

La primera ministra asemeja un imparable bólido hacia un nuevo mandato gubernamental

27 de junio de 1983

"Extremista, catastrófico e inconsciente" fueron los
calificativos elegidos por la señora Thatcher, el 18 de mayo, al comenzar su campaña electoral, para referirse al programa de su rival político, Michael Foot, líder del Partido Laborista, organización que tratará de ganar -con muy pocas posibilidades de éxito- las elecciones del 9 de junio próximo.
La iracundia de la Dama de Hierro apuntaba contra el planteamiento laborista de reducir en 5 años el desempleo actual que ya asciende a 3.4 millones, de retirar a la Gran Bretaña de la Comunidad Económica Europea (CEE) y abandonar totalmente los planes de defensa nuclear del país, en caso de lograr la victoria en las elecciones.
En realidad, a guisa de "una Gran Bretaña fuerte y libre" el partido tory de la primera ministra erige como bandera electoral un programa diametralmente opuesto al laborista: mantener a Inglaterra en la CEE y seguir siendo fieles a la OTAN; y lo que es más, comenzar a instalar a finales de este año los misiles Cruise, en cumplimiento de la decisión de la Alianza Atlántica, en ese sentido, de diciembre de 1979, y modernizar su fuerza nuclear de disuasión. Esta última iniciativa consistirá en cambiar los actuales misiles Polaris por cohetes Trident, operación que costará al país unas 4.000 millones de libras esterlinas (casi 7.000 millones de dólares norteamericanos).
Tales propuestas vertebran la parte central del manifiesto de los conservadores, del 18 de mayo.
Sin embargo, otra seria ofensiva de Margareth Thatcher ha sido en relación con el poderoso movimiento sindical inglés. En caso de una victoria tory que es lo que las encuestas aseguran una tras otra, el gobierno tratará de imponer el voto secreto en la elección de los dirigentes sindicales, lo que es visto por los laboristas como un intento de entorpecer las relaciones particulares que existen hoy entre el partido de Foot y el movimiento sindical.
Los torys en 1979, limitaron el monopolio de la contratación que poseían los sindicatos, así como el derecho a efectuar huelgas de solidaridad con otras luchas obreras. El otro elemento que causa preocupación en el electorado anti-Thatcher, es el hecho de que la campaña de ella no incluye ninguna medida para reducir el desempleo, que aproximadamente afecta hoy al 13.7% de la población económicamente activa. Tal índice se ha doblado en los cuatro últimos años bajo la administración conservadora. En verdad, el manifiesto de la Thatcher tampoco incluye medidas de reactivación industrial, haciendo que Foot declarara al conocer ese texto que "la destrucción de la industria por los conservadores fue tan importante o peor que las destrucciones efectuadas por los bombardeos de Hitler".
El desempleo, dicen los conservadores ingleses, sólo disminuirá si se "reconstruye pacientemente la economía y se producen bienes y servicios al precio que pueda pagar el consumidor". Tal reconstrucción pasa, según la Thatcher, por la desnacionalización de importantes empresas estatales, como la British Telecom, la Rolls Royce aeronáutica, la British Airways, la British Steel (la gran compañía nacional de acero) y los astilleros British Shipbuilders y British Leyland. La desnacionalización se hará, dicen ellos, vendiendo al sector privado el 51% de las acciones estatales en esas empresas. Los laboristas, en cambio, presentan un programa de reactivación económica mediante un incremento de los empréstitos al sector privado y una extensión del sector público. Pretenden, según sus voceros centrales, crear así 2.5 millones de empleos en 5 años.
Pero según la más reciente encuesta -del diario conservador "Daily Telegraph"- el electorado está dándole a la Thatcher una ventaja de 13 puntos sobre los laboristas, es decir, tendría un 48% de las intenciones de voto, contra sólo un 33% para los laboristas. El 18% restante los recogerían, según esa misma encuesta, la alianza de los liberales con los socialdemócratas, que lideran respectivamente David Steel y Roy Jenkins.
Es altamente improbable, según los expertos europeos, que esa correlación de fuerzas varíe substancialmente antes del 9 de junio.

EL SISTEMA ELECTORAL
Nada tan parecido a los ingleses como su mismo sistema políticoelectoral. Antiguo y novedoso a la vez, las tradiciones eleccionarias son, por ejemplo, una mezcla de ceremoniales que datan del Medioevo, con preceptos de innegable valor democrático y sentido lógico. Los gobiernos, por ejemplo, no siempre duran los cinco años que prevé la constitución sino que subsisten hasta el momento en que pierden el apoyo de la mayoría de la Cámara de los Comunes. Si allí llega a ser aprobada una resolución de "no confianza" contra el gobierno, o si a éste le es rechazada una propuesta considerada vital por el Primer Ministro el gobierno indefectiblemente cae. Pero esta "caída" no es generalmente aparatosa. El procedimiento, que se ha repetido incontables veces, es un ritual más en la vieja Gran Bretaña de reyes y reinas: la Reina, previo cónsejo del Primer Ministro saliente, invita al líder de la oposición a conformar un nuevo gabinete. Cuando hay elecciones generales, que deben ocurrir cada cinco años, o menos si es del caso, el líder del partido que obtiene la mayoría en los Comunes, es generalmente nombrado por la Reina como Primer Ministro. El partido que le sigue en número al mayoritario es reconocido oficialmenlte comó la oposición "de su majestad". Este sector tiene su propio líder y su propio "Gabinete de las sombras". La disolución del Parlamento puede hacerse antes de los cinco años. Esta decisión es tomada por la Reina, una vez oido el consejo del primer Ministro. En ese caso, ella ordena al Lord Canciller poner el Gran Sello en la proclama real que disuelve el Parlamento y que convoca la nueva elección.
La campana electoral dura entre tres y cuatró semanas únicamente y la financiación de cada candidato es rígidamente controlada por la ley. Hay un tope de gastos que éstos no pueden sobrepasar sin hacerse merecedores de duras sanciones. Actualmente, por ejemplo, los gastos maximos de cada candidato no pueden exceder las 2. 700 libras esterlinas (unos 4.860 dólares) más 3 peñiques por cada elector registrado en un distrito municipal, o 2.2 peñiques por cada elector registrado en un condado.
El candidato, además, puede enviar gratis por correo su discurso electoral a cada elector de su circunscripcion, siempre que el sobre no pese más de 57 gramos. Los candidatos deben presentar la cuenta de gastos de su campana, 35 días después de la votación.
En Gran Bretaña, o sea Inglaterra Escocia, Gales e Irlanda del Norte los electores suman 42. 7 millones, constituidos, desde 1960, por hombres y mujeres mayores de 18 años. Aunque el Parlamento británico existe desde el siglo XII, solo hasta 1832 el voto fue concedido a una amplia gama de electores, excluidas las mujeres. Estas y solo las que tenían más de 30 años, pudieron votar únicamente a partir de 1918. Diez años después fue ampliado este derecho a las mayores de 21 años. El elector británico generalmente vota en persona y en un colegio electoral determinado; pero los funcionarios no residentes en el Reino Unido pueden hacerlo por poderes o por correo. Esta última modalidad tambien es empleada por quienes por incapacidad física, naturaleza de su empleo o normas religiosas, no pueden ir a un colegio electoral. El voto no es obligatorio. Otra particularidad es que no hay en Gran Bretaña, para las elecciones parlamentarias, el sistema de listas. Un candidato es elegido si cuenta con más votos que el candidato rival siguiente (aunque no se sea necesariamente una mayoría absoluta con respecto a todos los demás candidatos); por ello se llama a este sistema "de mayoría relativa".
La última elección general fue realizada en mayo de 1979. Al cumplirse los cinco años de ley, el 13 de mayo pasado fue disuelto el Parlamento y decidido que el 9 de junio próximo sean efectuadas las nuevas elecciones.