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MUERTE EN LA ZONA ROSA

El ametrallamiento de cuatro marines en San Salvador indica cambio de estrategia de los guerrilleros

22 de julio de 1985

La capital es nuestra, el campo es otra cosa", decía hace unos meses un oficial del Ejército salvadoreño refiriéndose con evidente realismo a la guerra en su país: los guerrilleros del Farabundo Martí eran fuertes en algunas regiones agrarias pero nada habían podido hacer en San Salvador, en los últimos dos años.
Tal panorama ha perdido su vigencia. La capital salvadoreña ya no es un sitio seguro para los agentes del gobierno y sus aliados. El ametrallamiento de un grupo de personas en la noche del miércoles de la semana pasada, en el que murieron cuatro marines norteamericanos, dos civiles de la misma nacionalidad, cinco salvadoreños, un guatemalteco y un chileno, aparentemente indica que la oposición armada ha cambiado su orientación militar de librar una guerra de guerrillas en el campo para practicar el terrorismo urbano en la misma capital del país.
Los hechos se desarrollaron con rapidez. A las nueve de la noche, un grupo de supuestos soldados en trajes camuflados del Ejército llegaron en dos pequeños camiones hasta un conjunto de parroquianos que tomaba tranquilamente refrescos en dos cafés al aire libre en la "zona rosa" del barrio que concentra la vida nocturna de San Salvador. Sin decir palabra, los uniformados comenzaron de pronto a disparar sus armas automáticas sobre los consumidores. Los primeros en caer fueron dos marines norteamericanos vestidos de civil que estaban adscritos a la protección de la embajada de Estados Unidos. Otros militares norteamericanos en ropas de paisano allí presentes intentaron responder al fuego pero fueron abatidos por los tiradores del segundo vehículo. Dos empleados estadounidenses de un laboratorio electrónico de Massachussetts y otras personas fueron así mismo ultimados por las ráfagas disparadas sobre la masa humana allí congregada.
Otras doce personas quedaron tendidas en el pavimento con heridas de gravedad. Quince minutos después, los terroristas habían emprendido la fuga sin que las unidades de la Guardia Nacional que frecuentemente patrullan esas calles los hubiesen detenido.
El presidente Ronald Reagan que se hallaba en esos momentos dedicado a atender el secuestro de los ciudadanos norteamericanos en Beirut, declaró al día siguiente que responderá a esta matanza con un aumento de la asistencia militar al gobierno de Napoleón Duarte en la cantidad que sea necesaria para golpear a los terroristas. Larry Speakes, vocero de la Casa Blanca, señaló que los primeros disparos de los atacantes habían sido para los marines allí presentes, descartó que la acción hubiera sido un acto espontáneo de terrorismo. En consecuencia dijo: "vamos a mirar la posibilidad de acelerar nuestra asistencia militar" a El Salvador, aunque descartó formalmente una intervención directa norteamericana en esa guerra.
Dos hipótesis son las que se barajan sobre el atentado. La primera afirma que se trata de una acción del frente Farabundo Martit para la Liberación Nacional (FMLN) que estaría con ello haciendo un giro hacia el terrorismo urbano masivo que de hecho podría conducirlos hacia acciones semejantes a las de los combatientes chiítas libaneses (acciones suicidas, tremendos bombazos capaces de destruir edificios, etc.). La segunda es que se trata de una provocación de la extrema derecha salvadoreña que buscaría con este hecho suscitar un aumento de los asesores militares norteamericanos en el país (actualmente hay 55) e impedir que Napoleón Duarte reanude contactos con la guerrilla, quien ha planteado discutir una solución negociada de la crisis.
Quienes descartan la tesis de que se trata de un golpe de! FMLN aducen la trayectoria de ese sector el cual no ha practicado el terrorismo urbano como lo fundamental y sus atentados han sido generalmente selectivos, contra cuarteles, oficiales o personalidades del régimen. El único antecedente en el que el blanco ha sido un militar norteamericano fue el del teniente Albert Schaulelberger, un consejero militar asesinado en mayo de 1983 en cercanías de la Universidad de San Salvador.
Sin embargo, no podría descartarse la hipótesis contraria de que los revolucionarios, cansados de una guerra "empatada" en el campo, comenzaran a manejar la carta terrorista para romper esa situación en la que ni el gobierno de Duarte se sienta a negociar con ellos, ni el Ejército oficial es capaz de vencer a los guerrilleros, ni éstos logran desbordar a sus enemigos dado el fuerte apoyo norteamericano. Pero una aceleración de los suministros militares del Pentágono hacia las autoridades salvadoreñas, que es lo que ha generado este atentado, contradice tales planes.--