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OTRO CAMPEON: PERTINI

En la final del Mundial 82, el presidente de Italia se convierte en personaje político de arrolladora popularidad.

23 de agosto de 1982

Las dos mil personas que se calcula, vieron por televisión la final, quedaron encantadas con el gran viejo que saltaba de alegría festejando los goles, que se prendía del brazo de su amigo Juan Carlos (quien a duras penas contenía su entusiasmo en favor de los italianos) y que hacía comentarios a los gritos, parado, a la gente vecina. Si hubiera sido Ronald Reagan después se habría hablado, seguramente, de un magnífico "show".
Pero a nadie se le pasó por la cabeza pensar que Sandro Pertini haya tenido la más mínima conciencia de que el mundo lo estaba siguiendo por la pantalla. Fue el primer sorprendido cuando se enteró de que las secuencias que lo mostraron aquella noche madrileña habían terminado de convertirlo en un personaje de popularidad planetaria .
Pacifista en la Primera Guerra Mundial, combatió sin embargo con gran coraje como teniente de infantería y todavía hoy se amarga cuando recuerda que le negaron la medalla de plata al mérito en acción de guerra porque era contrario a la pacificación de Italia en el conflicto. Pertini siempre fue un pasional, "pero siempre ha sido una pasionalidad moral, nunca física". Famoso por sus pocas pulgas en sus ataques de ira, es el primero que después pide perdón por las salidas de su carácter y se aguanta una respuesta dura.
Los italianos lo consideran un héroe y con razón. Joven abogado, vendió la mayor parte de las tierras que le dejó su padre en herencia para comprar una radio clandestina y el resto se la regaló al campesino que las trabajaba. Entró en el Partido Socialista, y fue uno de los primeros emigrados de la lucha antifascista. En Niza trabajaba como albañil y lanzaba por la noche llamados contra Mussolini por la radio, hasta que el gobierno francés decidió secuestrarle la emisora y meterlo preso. Volvió a Italia para iniciar una epopeya que le significó quince años de cárcel y una condena de muerte.
LOBO SOLITARIO
La vida de Alessandro Pertini (todos los llamaban Sandro, desde que era un muchacho) durante la lucha contra el fascismo y la ocupación alemana, podría servir de argumento a varias películas de aventuras. Liberado en 1943. cuando el rey destituyó a Mussolini, se lió a balazos con los nazis en la porja San Paolo de Roma, en el combate que marcó el nacimiento de la resistencia y del movimiento Partisano. Hecho prisionero y condenado al pelotón de fusilamiento, huyó asegurando también la fuga de dos oficiales del ejército italiano.
Lo nombraron secretario del Partido Socialista en la zona ocupada por los alemanes. Desde entonces atravesó varias veces las líneas, combatió por la liberación de Florencia y fue uno de los líderes que condujeron a miles de partisanos en la alta Italia.
Tanta fama legendaria cuando estuvo preso se hizo amigo de Antonio Gramsci y el líder comunista recibió reproches por su relación "con ese socialista" la empleó como autoridad moral, pero inútilmente para evitar la división de los socialistas. En el PSI, fue siempre un tipo incómodo que detestaba las corrientes y grupos internos. Un "lobo solitario" hasta su elección a la Cámara de Diputados por su circunscripción de Liguria.
Pertini empleó su energía y honestidad durante dos mandatos como Presidente de la Cámara de Diputados. En 1978, el año trágico del asesinato de Aldo Moro por las Brigadas Rojas, el desprestigio del democristiano Giovanni Leone como jefe del Estado deja vacío el palacio del Quirinal, cuando Leone se ve obligadoa renunciar en medio de las sospechas que contra él se levantan a raíz del escándalo "Lochkheed". El 8 de julio, Sandro Pertini es elegido por la Asamblea Legislativa (diputados y senadores), en forma plebiscitaria: recibe el 83% de los votos.
CARLA, LA COMPAÑERA
Que la clase política italiana haya sido capaz de elegir a semejante personaje en un momento tan crítico revela hasta qué punto es vital la democracia en esta vieja nación.
Pertini devuelve rápidamente a la presidencia todo su prestigio. Un hecho que todos comentan es que no vive en el palacio del Quirinal, sino que continúa habitando el apartamento que comparte con su mujer frente a la Fontana de Trevi. Carla Voltolina se niega, además, a aceptar el papel de primera dama. "Yo respeto la opinión de la compañera Carla", explica Pertini ante los atónitos jefes del protocolo.
Carla Voltolina es otro personaje: era una bellísima partisana que servía de correo en la guerra contra los nazis hija de un oficial del ejército. Con Pertini fue un amor a primera vista y se casaron en 1946. Dirigente socialista, periodista parlamentaria, licenciada en ciencias políticas, ya grande decide estudiar sicología. Actualmente trabaja como asistente en el hospital Gemille, de la Universidad Católica y se dedica a la rehabilitación de drogadictos.
Cuando los reyes de España visitaron Roma, Sandro y Carla hicieron una excepción: Juan Carlos y Sofía fueron sus invitados en el departamento de clase media de Plaza Trevi.
Pertini fue el primer gobernante que llamó al rey de España en la noche terrible del 23 de febrero, mientras que tambaleaba la democracia. "Si hubiera tenido un hijo me habría gustado que fuera como Juan Carlos. Quiero mucho a este joven rey que ha sido capaz de asegurar la transición de España a la democracia, después de cuarenta años de dictadura, sin derramamiento de sangre" dijo, Sandro al "Nazionale" el domingo 11, poco antes de la final de Madrid, a los periodistas italianos que le preguntaban por qué estaba tan encariñado con el monarca.
La fidelidad de Pertini a sus ideas, su capacidad para luchar sin ahorrar riesgos para defenderlas, su integridad y esa humanidad intensa que lo hace establecer una relación humana directa con cualquier interlocutor, hacen de este gran viejo un ejemplo formidable.
Julio Algañaraz (Madrid)