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REPLIEGUE SIN GLORIA

Peres acaba con la costosa aventura militar en el Líbano

25 de marzo de 1985

"La segunda fase de la retirada de Líbano será infinitamente más compleja que la primera, mientras que la tercera y última será aún más compleja que las precedentes". Esta declaración del ministro israelí de la Defensa, Yitzhak Rabim, muestra el grado de dificultades que conoce Israel para acabar con una invasión que dura desde junio de 1982. Sin embargo, las operaciones para repatriar las tropas, decididas por el gobierno a mediados de enero pasado, han sido aceleradas.
El 16 de febrero, en efecto, el ejército israelí, Thashal, abandonó una zona de quinientos kilómetros al oeste del Líbano, poniendo así fin, 48 horas antes de lo previsto, a la primera de las tres etapas contenidas en el plan de evacuación.
Israel sigue ocupando 2.300 kilómetros, lo que equivale al 22°70 del territorio libanés, en los que viven unas 400 mil personas, 40 mil de origen palestino. Según el comandante de las tropas israelíes en Líbano, Ori Orr, la segunda etapa, que concierne a las posiciones del Este, culminará en abril y cinco meses después todas sus tropas habrán cruzado la frontera internacional. "Los retardos no dependerán del Ejército", dijo ese comandante, aludiendo con ello a las declaraciones del primer ministro Shimon Peres, que supedita el calendario al buen desarrollo de las negociaciones y a la actitud del partido Likud opuesto al retorno rápido de las tropas por considerar que sería interpretado como una prueba del fracaso de esa aventura militar, lanzada por Ariel Sharon y el gabinete de Begin.
Esas reservas políticas, inquietan a los militares. Los observadores y expertos militares están de su parte: afirman que cualquier bloqueo sería desastroso pues la línea que Israel ha fijado para la segunda fase divide en dos una región habitada por los shiítas, es decir, por la población responsable, en un ochenta por ciento, de las acciones de resistencia que le ha costado la vida a unos 240 soldados israelíes. La prensa y la población judías también parecen temer que el balance negativo de esa invasión se siga agravando. El ejército israelí--el mejor preparado para una guerra clásica en Medio Oriente-comprendió, escribe en sustancia el diario israelí Haaretz, que su potencia no le sirve de nada frente a un enemigo clandestino que utiliza todos los métodos de la guerrilla. Para luchar contra él.
Israel tendría que aplicar métodos contrarios a sus principios: desplazar a la población y practicar la política de la tierra quemada. El ejército sale, pues, concluye ese periódico, "quebrado moralmente", "frustrado" y dispuesto a "no perdonar jamás" a los responsables de esa guerra. Los israelíes tampoco ignoran que la invasión del Líbano rompió, por primera vez en la historia de ese país, el consenso nacional en materia de defensa y puso fin a las eventuales simpatías que Israel inspiraba en la población del sur de Libano. Acogidos, en efecto, como liberadores en junio de 1982, los militares israelíes vieron aumentar las manifestaciones hostiles por parte de la población y las operaciones militares de la resistencia libanesa. Las cifras oficiales son elocuentes: ausencia casi absoluta de atentados durante los tres meses que siguieron la invasión; 196 casos de enero a septiembre de 1983 (menos de uno por día); 493 en 1984 (más de uno por día); 79 en enero de 1985 (casi tres por día). En el mismo sentido, el comandante Ori Orr reconoció que un tercio de los 2 mil soldados libaneses del "Ejército del sur de Líbano" que Israel patrocina, desertaron de esa unidad. Los demás prefirieron refugiarse en la banda fronteriza ocupada antes de la invasión por el difunto comandante Saad Haddad.
Israel destruyó la infraestructura militar de la OLP. Pero las amenazas proferidas por el ministro de la Defensa, en el sentido de que su país recurrirá a una nueva intervención militar si los elementos shiítas emprenden acciones de tipo terrorista, prueba que no logró resolver por la via militar el problema que, en un principio, sirvió de justificación a la invasión: la seguridad y la tranquilidad del norte de su territorio. Por todo esto, Israel ha decidido abandonar sin gloria un terreno árido políticamente en el que ha pagado cada éxito militar a un precio en vidas humanas demasiado alto para la sociedad israelí. -
José Hernández, corresponsal de SEMANA en Paris -