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Una calle de Damasco tras una batalla entre las fuerzas de Bashar al Asad y los ejércitos de la oposición. | Foto: A.F.P.

CONFLICTO

Los puntos más calientes del planeta

En cuatro zonas hay situaciones críticas que podrían explotar con consecuencias imprevisibles: Siria y sus alrededores, el mar del sur de la China, Corea del Norte y Ucrania. Cualquiera de ellas podría poner en peligro la paz mundial.

27 de febrero de 2016

Basta revisar la prensa internacional para tener la sensación de que el mundo se está desbaratando. Con aterradora frecuencia, junto a las bombas, las masacres y las batallas, los medios de comunicación hablan de nuevos conflictos, de la intensificación de los que ya están en curso, e, incluso, del recrudecimiento de los que parecían bajo control. En efecto, pocas noticias invitan al optimismo. Y, las que así lo hacen, suelen tomarse con escepticismo.

Siria: la guerra múltiple

Eso fue lo que pasó esta semana con el cese al fuego en Siria propiciado por Estados Unidos y Rusia, que entró en vigor a la medianoche del viernes. Muchos dudan de su efectividad porque no incluyó a los combatientes de Estado Islámico (EI, también conocido como Isis) ni a los de Al Nusra, los principales grupos yihadistas responsables de buena parte del medio millón de víctimas.

Además, en Siria, en realidad, se libran varias guerras diferentes que se sobreponen. Lo que comenzó en 2011 como un levantamiento popular contra el régimen alauita de Bashar al Asad degeneró en una guerra abierta entre el Ejército y la oposición, compuesta principalmente por grupos sunitas, algunos de ellos, como el Ejército Libre de Siria, apoyados por Estados Unidos. También reforzó las aspiraciones independentistas de los kurdos, que con el paso del tiempo han consolidado sus conquistas territoriales en el norte del país.

Por otro lado, Irán y Rusia están empeñados en defender a sangre y fuego la permanencia en el poder de Asad, y han enviado tropas y aviones. La primera, porque el presidente sirio pertenece a la rama alauita de los chiitas, y, por lo tanto, es un importante aliado en su lucha global contra los sunitas. Y la segunda, porque Asad pertenece al partido Baath, el socialismo panárabe alineado con la Unión Soviética en la Guerra Fría, que le concedió una importante base naval que la Rusia de hoy no está dispuesta a perder. Del lado contrario, Estados Unidos, Arabia Saudita y otros 60 países no aceptan nada que no implique la caída de Asad. Consecuentemente, el conflicto ha cruzado las fronteras y hoy Líbano, Jordania y Turquía no solo tienen que encargarse de millones de refugiados, sino que se enfrentan a la posibilidad de que estallen en sus territorios guerras civiles como la que ha dejado en ruinas a Siria. De hecho, eso está sucediendo en Libia, donde varios grupos armados buscan llenar el vacío que dejó la caída de Muamar el Gadafi, entre ellos EI.

A su vez, la guerra de Siria ha propiciado el inesperado enfrentamiento entre Rusia y Turquía. Aunque hasta hace poco esos dos países mantenían relaciones cordiales, la suerte del régimen de Asad los ha puesto en las orillas opuestas. El derribo de un avión ruso, que según los turcos había ingresado a su espacio aéreo a finales de 2015, disparó las alarmas, pues, si el Kremlin hubiera respondido de la misma manera, todas las fuerzas de la Otan habrían tenido que intervenir para proteger a Turquía, debido al principio de mutua defensa inscrito en el tratado constitutivo de esa organización. Debido a las malas relaciones entre Ankara y Moscú, un incidente similar podría repetirse, lo que probablemente abriría la caja de Pandora de una guerra entre Rusia y la Otan. Uno de cuyos integrantes, por supuesto, es Estados Unidos.

China: despierta el gigante

Al otro lado del mundo, en el mar del sur de la China, esta y otros cinco países se disputan las islas Spratley y Paracelso. Se trata de dos archipiélagos en cuyas cercanías hay 190 billones de metros cúbicos de gas natural, 11.000 millones de petróleo y por el circulan anualmente 5,3 billones de dólares en comercio. Las razones por las que ese enfrentamiento tiene en alerta máxima al este de Asia son las acciones unilaterales emprendidas por China y las alianzas de defensa militar entre sus oponentes y Estados Unidos.

Por un lado, gracias a su músculo económico y a su renovado poderío militar, China ha construido en la zona varias islas artificiales sobre arrecifes naturales y ha reclamado una zona económica exclusiva alrededor de ellas. Para respaldar sus aspiraciones, ha construido en ellas aeropuertos militares y ha instalado lanzaderas de misiles y radares. Por el otro, Estados Unidos –que mantiene tratados de cooperación militar con Filipinas y con Vietnam– se ha negado a reconocer las aspiraciones territoriales de Beijing, y ha emprendido operaciones aéreas y navales para ejercer la libertad de navegación en la zona.

En efecto, lo que está en juego en la región es la rivalidad entre Estados Unidos y China, país que desde los años noventa ha experimentado un fuerte crecimiento comercial, y que ahora busca desafiar el dominio que desde el final de la Segunda Guerra Mundial ejerce Washington allí. Y aunque hasta ahora el enfrentamiento ha sido, sobre todo, diplomático, la tensión es tan alta que un simple error de cálculo de un mando medio podría disparar un enfrentamiento militar.

Ucrania: nostalgia de la Unión Soviética

En Ucrania, la guerra civil entre el gobierno y los separatistas apoyados con armas y presupuesto por Moscú ha dejado más de 9.000 víctimas fatales, 21.000 heridos, casi 1 millón de migrantes y unos 100.000 millones de dólares en pérdidas. Pese a los acuerdos de Minsk firmados en febrero de 2015, el conflicto se mantuvo latente durante todo el año, con violaciones sistemáticas del cese al fuego y la intensificación de los combates en diciembre.

El gran temor de observadores internacionales es que el presidente ruso, Vladimir Putin, recrudezca aún más esa guerra para seguir debilitando a la Unión Europea, o que intervenga en otros lugares con importantes minorías rusas, en particular los países bálticos. Estos, por pertenecer a la Otan, podrían arrastrar a un conflicto con Rusia a buena parte de Occidente. Como en la Guerra Fría, el enorme despliegue de tropas y de armamento tanto de esa organización como del Kremlin ha convertido la zona nororiental de Europa en uno de los rincones con mayor presencia militar del planeta. A su vez, la ausencia de reglas claras y el nuevo protagonismo de las armas nucleares hacen que la posibilidad de una confrontación a gran escala en las puertas de Europa vuelva a estar sobre la mesa.

Corea: el Estado bribón

Como si lo anterior fuera poco, a esos conflictos se agrega la amenaza nuclear de Corea del Norte, donde la llegada de Kim Jong-un al poder en 2011 ha hecho aún más impredecible al más cerrado de los países. Además de ejecutar a más de 70 oficiales, su gobierno ha realizado varios ensayos de misiles de largo alcance y cuatro de armas nucleares. En la actualidad, se teme que cuente con 16 bombas atómicas, algunas de las cuales podrían estar enriquecidas con hidrógeno radioactivo para aumentar su poder.

En el pasado, el principal temor que ese conflicto planteaba era un enfrentamiento entre China y Estados Unidos por cuenta de las alianzas que esos países sostienen con las dos Coreas, que tras la guerra de los años cincuenta nunca firmaron la paz sino un simple armisticio. Hoy, por el contrario, los indicios de que la influencia de Beijing sobre su aliado de Pyongyang está disminuyendo tienen al resto del planeta con los pelos de punta. De hecho, pese al peligro que planteaba la alianza entre esos países, la influencia de China era la principal herramienta para controlar a los impredecibles gobernantes norcoreanos, que en la actualidad parecen más decididos que nunca a usar su arsenal.