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UN ATOLLADERO INFERNAL

Irak destruye la mayoría de los buques en el Golfo Pérsico pero las pestes le caen a Irán.

25 de junio de 1984

Los ataques perpetrados por Irak e Irán contra los buques petroleros que circulan en el Golfo Pérsico han paralizado prácticamente la navegación en esa parte del mundo que produce el 23% del petróleo mundial y alberga el 54.3% de sus reservas. Irak inició el bombardeo de barcos en agosto de 1982. Pero a pesar de haber realizado unas doscientas operaciones militares, no pudo impedir que Irán prosiguiera la exportación de su petróleo que le sirve para financiar su esfuerzo de guerra.
Irak se había limitado a agredir, hasta fines de abril, navíos de poco tonelaje pues, por un lado, el país no había terminado de formar los pilotos encargados de los aviones Super Etendard -equipados con cohetes Exocet- entregados por Francia en noviembre pasado. Por otro, las autoridades de Bagdad no se atrevían a atacar buques que transportaban el petróleo iraní por ser, en un alto porcentaje, barcos que su mejor aliada en la región, Arabia Saudita, alquilaba a compañías internacionales.
Ordenando disparar, el 26 de abri] y el 7 de mayo, contra los petroleros saudis "Safina al Araby" y "Alhud", Saddad Hussein demostró querer establecer -a cualquier precio- el bloqueo económico de Irán. Las autoridades iraquíes piensan que la internacionalización del conflicto que opone su país a Irán desde 1980, las presiones políticas de los países que necesitan el petróleo proveniente de esa región y, en fin, la pérdida colosal de divisas, obligarán a Teherán a negociar el fin de la guerra del Golfo.
Para Irak no se trata de una acción coyuntural sino de una nueva estrategia. "Nuestro objetivo no es -dijo el número dos iraquí Tarek Azis en una entrevista al Washington Post -obligar a Irán a cerrar el Estrecho de Ormuz sino demostrarle que la guerra de desgaste que lleva a cabo no va en el sentido de sus intereses". Menos aún, cuando Irak ha decidido aumentar la capacidad del oleoducto que atraviesa a Turquía y proyecta construir con Arabia Saudita otro oleoducto que, en 1985, unirá a los dos países.
"El Golfo Pérsico será para todos o para nadie", dijo a su vez, el residente iraní, Hachemi Rafsanjani, al subrayar que Irán estaba decidido a paralizar el tráfico en el Estrecho de Ormuz si Irak sigue impidiendo el acceso al terminal petrolero situado en la isla Kharg. Los dirigentes iraníes no desmintieron haber atacado dos buques de Kuwait y un petrolero saudi que se encontraba fuera de la "zona de guerra" decretada por Bagdad en 1982, y que se extiende desde el sector noreste del Golfo hasta el sur del puerto iraní Bushire.
Aplicando la misma estrategia de su enemigo, Irán busca presionar a los países que apoyan financieramente a Irak (Arabia Saudita, Kuwait) con el fin de obligarlos a convencer a Hussein a poner fin al bloqueo económico. En ese sentido, Rafsanjani afirmó que su país replicará progresivamente y llamó a sus compatriotas a prepararse a "una guerra en el mundo entero" si "las superpotencias y las potencias de segundo orden penetran en el Golfo Pérsico". Además, Teherán denunció a Irak ante la ONU por haberle dado una nueva dimensión al conflicto del Golfo y aseguró que Estados Unidos, Francia, Arabia Saudita y Kuwait preparan un "complot internacional " contra su país.
Respondiendo indirectamente, Ronald Reagan afirmó el 22 de mayo haber descartado la hipótesis de una intervención militar norteamericana en el Golfo y sostuvo, contrariamente a lo afirmado en una carta enviada al rey Fadh de Arabia Saudita, que Estados Unidos "no había propuesto su intervención" a los países del Golfo y que éstos no "se la habían pedido". En efecto, Arabia Saudita, Bahrein, los Emiratos Arabes Unidos, Kuwait, Oman, Qatar, rechazaron las propuestas de asistencia militar hechas, según el New York Times, desde el mes de abril por la administración norteamericana. Esos Estados temen que una colaboración más estrecha con Washington genere una oposición interna favorable a Teherán o incite a la Unión Soviética a mezclarse en los asuntos de esa región. Además, nadie piensa que el Presidente Reagan decida lanzar una operación militar a sólo cinco meses de las elecciones presidenciales y después del fracaso de la "fuerza multinacional" en Libano.
Los europeos, por su parte, piensan que una intervención occidental destinada a garantizar la navegación en el Golfo podria ser favorable a Irán: facilitándole sus exportaciones de petróleo y permitiéndole demostrar la coalición de Hussein con los "regímenes corrompidos" del Golfo y con el "gran demonio norteamericano", según las expresiones empleadas por Teherán.
La posición de los países del Golfo es ambigua. Kuwait anunció el 21 de mayo, que no se opondría a ninguna intervención extranjera y uno de sus ministros criticó a Estados Unidos por "su actitud de espectador" mientras Arabia Saudita, sin encarar oficialmente la posibilidad de entrar en guerra contra Irán, dejó pesar una amenaza en ese sentido: su canciller incitó a los países árabes a "tomar medidas" para poner fin a la crisis del Golfo porque "la agresión iraní se ha vuelto tan grave y tan peligrosa que la única posibilidad de la Liga Arabe es actuar".
Olvidando que la inestabilidad actual en esa zona fue provocada por los ataques iraquíes, estos países decidieron denunciar la "agresión iraní" ante los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU y enviar una delegación al Japón para pedirle cesar sus ventas de armas a Irán y reducir sus importaciones de petróleo, provenientes de ese país.
Otro signo inquietante para Teherán es Siria. Enemigo jurado de Irak, ha hecho saber que no se encuentra "en absoluto alineado al lado de una parte contra la otra en el conflicto Irán-Irak", y que se siente llamado a intervenir con el fin de poner término "a esa guerra ilógica e injustificada". Esta posición coincide con la actitud de los soviéticos que, convencidos del "anticomunismo primario" del régimen de Khomeini, parecen decididos a apoyar abiertamente a Irak.