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Aurelio Iragorri es delfín por lado y lado. Su padre, Aurelio Iragorri, es uno de los decanos del Congreso. Y su abuelo materno es el expresidente Guillermo León Valencia. Por esto, dicen que lleva la manzanilla y la política en la sangre.

POLÍTICA

Aurelio apaga incendios, ahora le toca en el Valle

En menos de dos años, Aurelio Iragorri ha sido viceministro, alto consejero político y gobernador encargado de Magdalena, Casanare y Valle. Es uno de los hombres de confianza del presidente Santos para las crisis regionales y el manejo del Congreso.

7 de abril de 2012

Lo primero que hizo Aurelio Iragorri el viernes antes de Semana Santa, tras posesionarse como gobernador encargado del Valle del Cauca, fue ir al Palacio de San Francisco a empezar el empalme y dar un parte de tranquilidad a los funcionarios del despacho. Se quedó el fin de semana en Cali, incluso el Domingo de Ramos, y se reunió con el gabinete en pleno para hacer un corte de cuentas, definir prioridades, ordenar medidas de choque y establecer metas semanales. Aunque el encargo del presidente no lo agarró desprevenido, pues el año pasado fue gobernador encargado de Magdalena y Casanare tras la destitución o suspensión de los mandatarios locales, el Valle del Cauca, por su tamaño, presupuesto y antecedentes políticos, es un reto de talla mayor.

Sin embargo, no podía descuidar su otro sombrero. Por esto, el lunes santo, antes de irse a cargar los pasos en Popayán, como hace todos los años desde que era niño, pasó por Bogotá para revisar los chicharrones de su cargo como alto consejero para Asuntos Políticos. Ser el enlace entre el presidente y el Congreso no es una posición fácil, sobre todo en esta legislatura que comienza con importantes apuestas del Ejecutivo -reforma a la justicia, fuero militar- y un Congreso cada vez más rebelde. No en vano, en los corrillos políticos aseguran que el presidente Santos designó a Iragorri para recomponer las relaciones entre el Capitolio y la Casa de Nariño en un momento clave, pues el descontento de los legisladores amenazaba con salirse de las manos.

En menos de dos años, Iragorri, un abogado payanés de 45 años, se ha convertido en el bombero apaga incendios del gobierno Santos. "Sabe manejar muy bien las crisis, es muy paciente, vive momentos de tensión y los sabe manejar", dice Luis Felipe Henao, viceministro del Interior, que trabajó de la mano con Iragorri y recuerda que fue en gran medida gracias a él que las movilizaciones masivas de víctimas en Necoclí salieron adelante. El mismo Santos, el día de su posesión como alto consejero, dijo que su "forma de resolver los problemas, de percibir las situaciones difíciles y darles un vuelco hasta encontrarles solución" le habían ganado la admiración de sus colegas. Un amigo que lo conoce hace 15 años añade que "su preparación mental y física está dispuesta para la crisis permanente que es la política."

¿Qué es lo que tiene Aurelio? Según varias fuentes consultadas por SEMANA, Iragorri tiene don político, capacidad de entregar resultados y lealtad. Esto es lo que lo ha convertido en uno de los hombres de la entraña del presidente Santos. Se vinculó a la campaña presidencial desde sus inicios, se desempeñó como coordinador nacional de giras y se ganó la confianza de Santos a punta de trabajo. Después, como viceministro del Interior, le supo llevar el ritmo y el temperamento al ministro Germán Vargas, que lo puso a prueba con las negritudes y los indígenas, y luego lo fogueó en el Congreso con la aprobación de proyectos casi imposibles, como la Ley de Ordenamiento Territorial, que se había hundido 23 veces en el pasado. Después de mucho sufrir y patinar, Iragorri pasó la Ley y con ella se ganó el respeto de su jefe directo.

El consejero presidencial hace parte de uno de los linajes políticos más tradicionales del país. Es hijo de uno de los decanos del Congreso, el senador payanés Aurelio Iragorri, y nieto del expresidente Guillermo León Valencia. Aunque nunca se ha sometido a las urnas, Junior, como le dicen en Popayán, lleva la política y la manzanilla en la sangre, entiende los tiempos del Congreso y sabe llevar, con parsimonia y buenas maneras, a los parlamentarios. En mes y medio ha recibido en su oficina a más de 200 congresistas para oírlos, recibir sus reclamos y plantear una nueva estrategia para asegurar la gobernabilidad del presidente Santos en el Legislativo.

Este patojo que adora los caballos, que fuma más de una cajetilla diaria y que prefiere mantenerse a punta de maní para no perderse un debate en el Congreso, tendrá que desdoblarse para no faltar en las sesiones mientras se echa sobre los hombros la papa caliente de la gobernación del Valle. Ninguno de los cargos es fácil e Iragorri puede quemarse o lucirse. Su futuro, su reputación y su apellido están a prueba.