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En las terrazas de edificios y casas del centro histórico están apareciendo bares que atienden hasta altas horas y afectan la vida de los vecinos y hoteles. Hay controles, pero no suficientes.

POLÉMICA

Ponen freno a la rumba en el corralito de piedra

Vecinos del centro histórico de Cartagena lograron que el Distrito comenzara a ejercer control sobre los bares y discotecas, que ahora deberán cerrar a las dos de la mañana. La polémica está que arde.

12 de noviembre de 2016

Los contertulios del chat Enamórate de Cartagena sostienen conversaciones a cualquier hora del día, sobre la mala noche que pasaron por culpa de las prolongadas rumbas en las escandalosas discotecas del centro histórico que, para fortuna de los turistas y desgracia de los residentes, extienden sus horarios hasta el amanecer.

En el grupo de más de un centenar de habitantes del centro histórico, Bocagrande y Manga, hay gente de todas las edades, profesiones y oficios. Entre ellos, propietarios y administradores de hoteles a quienes unen dos preocupaciones: la preservación del patrimonio y la lucha contra el ruido que produce la rumba sin control.

Precisamente, los fundadores de la agrupación se unieron contra la construcción de un bar en la azotea de un edificio en la plaza de los Coches, a comienzos de año. Para su cerramiento los propietarios usaron materiales metálicos y grandes ventanas, que sumados a las poderosas luces afectaban las normas de patrimonio. Lograron que en marzo el alcalde, Manolo Duque, ordenara demoler la obra, y él mismo encabezó ese trabajo con mortero en mano.

De esta y otras batallas para proteger el patrimonio arquitectónico de la Heroica, los miembros del chat pasaron a exigir a las autoridades ambientales meter en cintura las escandalosas parrandas del centro histórico. Hace dos semanas, Camilo escribió desde El Arsenal: 1:58 a. m.: “Continua la hora feliz en Midas (una discoteca). Creo que será hasta la madrugada. Nos jodieron con esos vecinos”. 3:54 a. m.: “No para la bulla y no sabemos qué hacer”. 5:30 a. m.: “Es la única discoteca abierta a esta hora. Llamamos al cuadrante y no contestan”. Desde la calle Estanco del Aguardiente, Sixta, otro miembro del grupo, escribió: 7:05 a. m.: “La Teibol [sic] acaba de apagar la música ahora mismo. Le dijeron a los del cuadrante que era una fiesta privada. Privada de educación y del respeto al sueño de los vecinos”. Las mismas denuncias se repiten, una y otra vez, en Getsemaní, San Diego y Manga.

Algunos miembros de Enamórate de Cartagena pasaron a las acciones. Juancho Chaljub, de Asocentro, demandó a varias discotecas ante la Fiscalía y otros presionaron al Distrito para que actuara. Gracias a la información del grupo, la gerente del Establecimiento Público Ambiental de Cartagena (EPA), María Angélica García, selló varios establecimientos como Caponera, Quiebracanto, VIP, La Cumbre, Mirador, Eivisa, Crazy Salsa y La Petite por exceso de ruido.

Fue tanta la presión ciudadana, que la Alcaldía expidió la semana pasada un decreto que limitó la rumba hasta las dos de la mañana en la plaza de los Coches, de San Diego, la calle del Porvenir, en el centro histórico, y la plaza de la Trinidad, en Getsemaní, en donde hay más denuncias y problemas. Residentes y propietarios de hoteles aplaudieron la medida, pero Fenalco puso el grito en el cielo y pidió reversarla porque afecta seriamente a muchos negocios que viven del turismo, más en la temporada que se avecina. Además, hay dudas en torno a si las restricciones se extenderán a otras zonas, y si con estas no privilegia a otras partes y empresarios de la ciudad.

Liliana Urrego, una de las fundadoras de Enamórate de Cartagena, respaldó los controles del EPA, pero dijo que es hora de mirar el trabajo que hacen la curaduría urbana y el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena, porque están otorgando licencias de construcción contra las normas y el beneficio común. Esto porque según Carlos Yacamán, propietario de uno de los hoteles en la plaza de los Coches, se están habilitando “azoteas en cualquier casa o edificio para montar bares que hacen llamar terrazas, en las que pueden llegar más de 100 personas a bailar y beber, con parlantes a todo timbal, luces de neón y reflectores que llegan hasta la luna. Los huéspedes se quejan, piden cambio de habitación y tapones para los oídos, lo que nos está afectando seriamente”.

Los vecinos y miembros del grupo Enamórate de Cartagena dicen que seguirán con sus presiones y denuncias. Pero más allá de lo ocurrido, es claro que se requiere que las autoridades encuentren, lo antes posible, un justo equilibrio entre la Cartagena turística y noctámbula, que tanto atrae a propios y extraños, con la ciudad normal que reclaman sus habitantes.