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B.B. ¿SE ESPERA DEMASIADO?

Llegó la hora de las definiciones ¿Es populismo?

6 de septiembre de 1982

No hay duda: se trata de un gobierno que nace bajo el signo del cambio, presidido por un hombre en torno al cual existe una innegable expectativa popular. Belisario Betancur rompe en el país muchos precedentes. Aspira con su gobierno a inaugurar una nueva era, con un perfil que no es ya partidista sino nacional, y dentro de un estilo que unos llaman popular y otros anticipan populista.
La palabra, en Colombia, tiene una vaga connotación peyorativa. En realidad, no debería tenerla. El propio García Márquez, antibelisarista en la pasada elección, indicaba hace cuatro años, en el semanario "Alternativa", que el populismo era algo necesario para Colombia.
La verdad es que existe un populismo de forma y otro de fondo. En parte, Betancur fue elegido por haber practicado el primero y no hay duda de que no lo abandonará en el ejercicio de su gobierno. Para él la psicología de masas es casi una ciencia, y es uno de los colombianos más familiarizados con las técnicas modernas en manejo de opinión. A esto hay que sumarle su propia intuición. Betancur sabe lo que quiere la gente y sabe encontrar los símbolos adecuados para satisfacerla: la música de protesta, el Renault 4, la entrega de la declaración de renta, la posesión sin sacoleva y el juramento en la Plaza de Bolívar.
En cuanto al populismo de fondo, Betancur es una incógnita. En el pasado lo practicó.
Su gestión como ministro de Trabajo en la administración Valencia, ha sido el mayor experimento populista que se hizo durante el Frente Nacional. Medidas como la prima móvil, la entrega de Tubos Moore a los trabajadores, etc., le causaron enormes problemas al gobierno de entonces, pero bien pudieron haber sido las semillas del triunfo electoral que lo llevó a la presidencia, veinte años después.
RETORICA VS POLITICA
Pocos indicios ha dado, desde esa época, de haber rectificado esa tendencia. Sus tres campañas presidenciales así lo confirman. Su discurso de posesión estuvo salpicado de toda la retórica que corresponde a un hombre de sus antecedentes y, obviamente, reafirmó sus promesas electorales.
Llamó la atención la designación de María Eugenia Rojas de Moreno como gerente del Instituto de Crédito Territorial, pues es obvio que la "Capitana del Pueblo" no comprometería su prestigio y su peso político al frente de una causa tan controvertida como las viviendas sin cuota inicial, a menos que contara con un respaldo financiero concreto para su realización.
Paralelo a este B.B. hay otro. El Belisario del Establecimiento. Fundador y expresidente de ANIF, amigo de los poderosos representantes de compañías internacionales, mecenas cultural. Este Belisario no asusta. Si tuviera que precisarse el origen de la abrumadora votación que lo llevó a la presidencia, parte no despreciable seguramente sería ubicada entre los que algo tendrían que ceder si sus promesas se convirtieran en realidad.
Por otra parte, su equipo de gobierno, con la excepción de María Eugenia Rojas de Moreno, no tiene las características para sacar adelante un gobierno de este corte.
Por el contrario, si de algo se pudiera acusar a los hombres del nuevo presidente es de continuismo.
Las caras que hoy llegan al gobierno bien pudieran haber formado parte de cualquier gobierno en los últimos años. Paradójicamente, el que mayor identidad parece tener con la concepción social del estado que tiene el presidente es el nuevo ministro de Defensa Fernando Landazábal Reyes.
De resto, la nómina ministerial exhibe el tradicional elenco de clientelistas, tecnócratas y amigos del presidente.
Más serio que las limitaciones anteriores es el déficit fiscal sin precedentes que le deja el anterior gobierno.
Los proyectos de Betancur y las ilusiones de cambio del pueblo colombiano requieren, en general, de enormes recursos económicos que hoy no existen. No sólo no hay fondos para edificar la "nueva Colombia", sino que tampoco hay para pagar el costoso rodaje de la vieja. La única solución posible sería un drástico aumento de impuestos, recurso que ha sido descartado categóricamente por Betancur desde la iniciación de su campaña.
PASOS PRUDENTES
El dilema de Betancur, en realidad, no radica tanto en querer o no querer hacer populismo, sino en si tiene o no tiene las posibilidades de llevarlo a cabo. Pero el presidente no es un hombre de cortas miras. Y el país ha tenido tiempo de comprobarlo. Para él su Movimiento Nacional no es un recurso político para tranquilizar liberales, sino una filosofía política que puede adaptarse al país dejando atrás el esquema bipartidista tradicional. Tampoco es un hombre ingenuo e irresponsable. Al contrario, sus primeros pasos han sido prudentes. Sus declaraciones indican que se propone controlar los gastos de funcionamiento. sin hacer podas drásticas, que agravarían la situación social, pero sin aumentar las nóminas oficiales con nuevos nombramientos. El empalme lo ha llevado a la conclusión de que el país está virtualmente en quiebra y que la hora que ha llegado es la de la austeridad.
Tal vez fue la conclusión de que el campo de maniobra para reformas sustanciales internas es estrecho, lo que lo llevó a trasladar su progresismo a la órbita internacional. No de otra manera puede entenderse que nunca durante su campaña mencionara lo que habría de convertirse en el punto más controvertido de su discurso de posesión: la propuesta de afiliar a Colombia al grupo de los No Alineados. Este recurso de hacer populismo internacional, cuando la situación interna no lo permite. Les ha dado jugosos dividendos. internos y externos, a países como México, La India y Panamá.
Lo paradójico de todo esto es que una de las causas de la victoria de B.B. fue que su rival electoral, López Michelsen, propuso la afiliación del liberalismo a la Internacional Socialista, lo cual era explotado electoralmente como un salto al vacío en política internacional. El propio periódico "El Tiempo" llegó a editorializar al respecto, advirtiendo de los peligros de ingresar al llamado "Club de La Habana".
El alcance de esta propuesta era moderado, comparado con el alejamiento de lo órbita de los E.E. U.U. que implica pertenecer al grupo de los No Alineados, presidido en la actualidad por Fidel Castro. Es evidente que B.B. quiere marcar diferencias con el pasado. Pero la situación política y económica, y tal vez las mismas estructuras, conspiran contra sus audaces proyectos. -
POPULISMO A LA LATINOAMERICANA
Existió en Francia en el siglo pasado con el célebre general Boulanger y en este siglo con el pintoresco Poujade. Existió en la vieja Rusia y también en los Estados Unidos, con un perfil agrario que exaltaba las virtudes del campesino ruso y del granjero norteamericano.
Pero donde ha tenido mejor implantación el populismo ha sido en el continente latinoamericano. Perón, Haya de la Torre, Velasco Ibarra, el propio Rómulo Betancourt en sus inicios políticos originaron movimientos populistas de profunda repercusión en sus países.
Y en Colombia, tuvo un sello también populista el más espectacular hecho de masas que haya conocido el país. el gaitanismo.
El origen político del populismo latinoamericano debe buscarse en la incapacidad de los partidos tradicionales (liberales, conservadores o radicales) para adaptarse a las nuevas condiciones del desarrollo económico y social.
Partidos burgueses, con tradiciones retóricas, sus dirigentes provenían de clases altas y medias con muy poca comprensión de las inquietudes y necesidades de las clases populares urbanas. Perón y sus descamisados, en Argentina, constituyeron una réplica a las viejas agrupaciones políticas que habían tenido sus soportes sociales en el país de estancieros y de exportadores.
Obviamente el populismo ha tenido una base social muy fuerte en las masas urbanas de proveniencia rural, no absorbidas del todo por la industria. Los descamisados, así como los habitantes de las barriadas de Lima, de los ranchos caraqueños o las favelas de Rio, constituyeron la gran clase marginal que apoyó a Perón, a Haya de la Torre, a Janio Quadros, a Velasco Ibarra y al propio Rómulo Betancourt.
Dichas masas ciudadanas carecen de vínculos tradicionales (patrón, familia, región). Se encuentran en virtual estado de ruptura con su pasado y carecen de una identidad. Virtualmente son masas disponibles para quien sepa tocar las fibras de su sensibilidad, y muy particularmente, de sus frustraciones profundas. Normalmente estas masas no se sienten expresadas ni por los partidos tradicionales, ni por una izquierda marxista, cuyo lenguaje codificado e impregnación intelectual la recluyen en un ghetto de iniciados.
El populismo no es una doctrina. Si sus manifestaciones formales (desfiles, mítines, lemas) a veces evocan las que caracterizaron al fascismo, su contenido ideológico es necesariamente ambiguo. El populismo se apoya esencialmente en la denuncia de necesidades profundamente sentidas por los núcleos populares urbanos. educación, techo y salud.

El populismo es nacionalista y, con frecuencia, el latente sentimiento antiamericano le sirve de fermento. No predica la lucha de clases a la manera marxista, pero sí explota un sentimiento anti-oligárquico de las clases populares. Bodea a un líder carismático. Este, a su turno, formula una permanente apelación al pueblo, sin servirse de los tradicionales agentes intermediarios entre la base y el gobierno. Se trata de una relación esencialmente carismática, que suele chocar con usos, modales y actitudes de las clases tradicionalmente usufructuarias del poder.
Hay quienes sostienen que el populismo es, en fin de cuentas, un importante instrumento de transformación social en Latinoamérica. Para otros, sólo promueve cambios accidentales oportunistas o demagógicos, sin sentar las bases "estructurales" para una nueva sociedad.
Lo que parece innegable es que rara vez los movimientos populistas en América Latina han tenido un carácter efímero.
Dados los elementos pasionales y emotivos de nuestro temperamento latinoamericano, el populismo es objeto de una sorprendente fidelidad por parte de las masas. El peronismo subsiste aún en Argentina, como una alternativa, años después de muerto Perón. El aprismo fue a lo largo de 40 años una constante en la política peruana, una fuerza con indudable arraigo. Y aunque Acción Democrática, el partido fundado por Bómulo Betancourt en Venezuela, haya evolucionado hoy ideológicamente hacia la social-democracia, su profundo arraigo en sectores del pueblo venezolano se explica por el perfil populista de sus comienzos.
¿Hasta dónde Belisario Betancur representa hoy en Colombia una forma de populismo? Es aún prematuro dilucidarlo, pero no hay duda de que su estrategia electoral se apoyó en experiencias populistas de nuestro propio pasado (Gaitán y Rojas Pinilla) y probablemente en las de otros países latinoamericanos.