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t Estudiantes y profesores le han pedido al rector de la Universodad de los Andes, Pablo Nava, más contundencia para enfrentar los episodios de matoneo en las redes sociales.

POLÉMICA

El cibermatoneo en la Universidad de los Andes

Un grupo de Facebook, desde el que se promueve el ‘bullying’ tiene en desconcierto a la comunidad uniandina. ¿Qué hay detrás de ese fenómeno?

5 de noviembre de 2016

Por estos días se respira tensión en la Universidad de los Andes, una de las tres mejores del país según todos los rankings. No hay aula, cafetería o sala de descanso en la que estudiantes y profesores no comenten los episodios de bullying cibernético que durante las últimas semanas rompieron la calma del campus.

Los hechos que dispararon el estrés colectivo tienen que ver con la intimidación que se dio hace unos días contra la profesora de literatura Carolina Sanín, reconocida por sus posiciones a favor del respeto de las libertades individuales. El jueves 27 de octubre comenzó a circular por Facebook una imagen de Sanín al lado de un tarro de Nutella, unas papas fritas y una pizza, acompañada del texto “cosas que me quiero comer”. Ese mismo día la académica puso en la misma red un post para criticar la “cosificación” que se hacía de ella como mujer y rechazar que ese tipo de comentarios vinieran de la comunidad universitaria. Pero a las pocas horas encontró una reacción aún más ofensiva en su página de Facebook: una foto de ella en la que aparece con un ojo morado -simulando la imagen de una mujer que ha sido víctima de violencia— acompañada del texto “Cuando el heteropatriarcado te pone en tu lugar”.

El hecho desató la indignación de sus estudiantes. Sanín se ha caracterizado por su lenguaje provocador y para muchos es un símbolo de matoneo en redes sociales. Es más, casi al mismo tiempo en que era víctima de acoso en Facebook, tuvo un rifirrafe con el escritor Héctor Abad Faciolince donde se refirió a él en un lenguaje bastante soez. Pero nada justifica el tratamiento que recibió.

Quienes promovieron la burla de Sanín hacen parte del grupo Cursos y Chompos Ásperos Reloaded de Facebook, una comunidad digital coadministrada por estudiantes uniandinos conformada por 30.000 personas. La página de los Chompos –que se presentan como “políticamente incorrectos”— está cargada de insultos a las minorías, a los miembros de la comunidad LGBTI, a las mujeres y a los alumnos destacados.

No es la primera vez que los Chompos actúan en Los Andes. Hace meses habían desarrollado una fuerte campaña de acoso escolar contra Sol Fonseca, una destacada alumna de bajos recursos que cuenta con el respaldo del Ministerio de Educación para costear su matrícula. Desde que en junio de este año se hizo pública la intención estatal de apoyarla, apareció una cadena de mensajes virtuales en su contra. Lo más preocupante es que trascendieron del terreno virtual al real: después de las publicaciones, estudiantes identificados como Chompos, que suelen saludar “¡Heil Chompos!”, imitando el gesto nazi, han esperado a la estudiante afuera de los salones de clase para gritarle mensajes ofensivos. Aunque SEMANA no pudo contactar a Sol, varios académicos de la universidad afirman que el bullying sobre ella tuvo efectos emocionales que han requerido un acompañamiento especializado.

Aunque Los Andes no es el único espacio académico en que se vive esta intimidación y recientemente han salido noticias de estudiantes ‘matoneados’ por sus compañeros en otras instituciones de educación superior del país, el hecho de ser una universidad reconocida por su altísima calidad ha puesto las miradas sobre el fenómeno del bullying cibernético. Este, que se refiere a un conjunto de actitudes discriminatorias y reiteradas en medios digitales, es un fenómeno universal ligado a las características propias de las redes sociales. Según Ana María Velásquez, profesora de la Facultad de Educación de Uniandes, se caracteriza por ser más agresivo que otras formas de acoso.

“El matoneo siempre ha existido. Lo que pasa es que ahora tiene un alcance diferente”, señala, mientras advierte que el ámbito digital favorece las agresiones al posibilitar el anonimato; lo hace más visible en la medida en que cada agresión puede multiplicarse exponencialmente y no le permite escapar a la víctima. Mientras hace dos décadas alguien afectado por las burlas o la discriminación sabía quién era su victimario y podía evadirlo o, al menos, identificarlo para denunciarlo, ahora la huella de las agresiones queda grabada en las nubes de información.

Enrique Chaux, profesor de psicología de la universidad que ha estudiado el fenómeno del bullying, asegura que entre el 10 y el 15 por ciento de los escolares colombianos ha sido víctima de ciber-acoso, una práctica de la cual “a diferencia del matoneo tradicional, no hay como escapar”. Con él coincide la mayoría de los expertos invitados a un conversatorio reciente en Los Andes sobre el tema, para quienes su análisis supone considerar dos tensiones. La primera se presenta entre las dos caras de las redes sociales. Por un lado, son un espacio ideal para democratizar la información, pero, por otro, son un espacio privilegiado para generar agresiones basadas en el anonimato. Según Sandra Cortesi, directora del programa Juventud y Medios del Centro Berkman Klein para el Internet y la Sociedad de la Universidad de Harvard, las redes sociales pueden tener un valor formativo e informativo relevante, y más que estigmatizarlas, es necesario “hablar del tema, ponerlo sobre la mesa, y poner en evidencia que hay cosas que hacen más daño de lo que se cree”.

La segunda tensión se da entre la libertad de expresión de quienes hablan por las redes y el derecho a la tranquilidad y el buen nombre de quienes sufren el bullying. En un cara a cara que tuvieron el pasado lunes estudiantes uniandinos que rechazan el matoneo y un grupo de Chompos, estos últimos reclamaron que, en un país que privilegia las libertades y el derecho a expresarse, tienen vía libre para ‘postear’ sus visiones acerca de la comunidad. Facebook parece haberles dado la razón puesto que ha hecho caso omiso de llamados de atención de la universidad sobre los contenidos de la página.

No creen lo mismo Carolina Sanín, Sol Fonseca, Sebastián Lanz –matoneado virtualmente hace un año por ser gay— y cientos de estudiantes que han pedido acciones, porque sienten vulnerados sus derechos a la tranquilidad y al buen nombre. Más aún, porque la mayoría de los ofendidos son mujeres, miembros de la población LGBTI o personas de bajos recursos. No obstante, varios académicos que insisten en que detrás del matoneo de los Chompos hay sectores de clases medias que atacan virtualmente a personas de bajos recursos, reivindicando un lugar de poder. “Los Andes siempre fue concebida como una universidad elitista. Atacar a los becados, que hoy son un porcentaje muy alto de la población estudiantil, les da una especie de estatus a quienes no se sienten parte de una elite, pero quieren llegar a serlo”, afirma una de las profesoras que está analizando el caso.

La rectoría de la universidad emitió un comunicado la semana pasada para asegurar que ya se activaron los protocolos de investigación de los casos denunciados. Por ahora, en aras de no revictimizar a los afectados ni empoderar más a los victimarios, las directivas prefieren no hablar de casos concretos. “Estamos trabajando seriamente en ello”, dice el vicerrector de Desarrollo y Egresados, Eduardo Behrentz. Mientras tanto, la mayoría de los alumnos –representados por el Consejo Estudiantil— piden soluciones para evitar que el grupo de los Chompos, en el que no solo hay estudiantes de esta alma mater, siga intimidando a profesores y estudiantes. La comunidad uniandina, acostumbrada a las apuestas por la excelencia y la práctica de la civilidad, se encuentra estupefacta.