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Estos hombres fueron extraditados. | Foto: Fotomontaje SEMANA

JUSTICIA

Condenan a tres de los taxistas que asesinaron a un agente de la DEA

Un juez de Virginia dio a conocer las sentencias, que van de 20 a 25 años de prisión.

12 de diciembre de 2014

El primero de julio pasado, y a pesar de los ruegos de sus familiares, el gobierno colombiano extraditó a los siete taxistas que asesinaron al agente de la DEA James Watson. Semanas más tarde, algunos se declararon culpables. Este viernes un juez de Virginia condenó a tres de ellos por ese hecho.

El primero en recibir la condena fue Andrés Álvaro Oviedo García, el ‘Flaco', responsable de varios delitos, entre ellos concierto para secuestrar, secuestro, ataque a un funcionario o empleado de Estados Unidos y ataque a una persona con protección internacional.

El mismo juez condenó a Héctor Leonardo López a 25 años de cárcel, mientras que Julio Steven Gracia pagará 27 años de prisión.

Como se recuerda, fueron siete los integrantes de la banda que asaltó -bajo la modalidad de 'paseo millonario'- e hirió gravemente al agente, que posteriormente murió.

Al ser presentados a la justicia estadounidense, todos se declararon inocentes, pero, poco a poco, han ido reconociendo sus culpas.

Los últimos en declararse culpables fueron Edwin Gerardo Figueroa Sepúlveda y Wilson Peralta Bocachica y esperan que el tribunal les diga cuál será su condena.

Los hechos

El 21 de junio del 2013 Watson se montó en un taxi en el parque de 93 en el norte de Bogotá. Otro de estos carros de servicio público lo seguía. De un momento a otro, el primer vehículo detuvo su marcha y puso las luces estacionarias.

El segundo automotor frenó detrás. Dos personas descendieron y abrieron las puertas traseras del taxi en el que viajaba la víctima.

Tras algunos segundos, la víctima salió corriendo. Watson, en el último intento por salvar su vida, emprendió la huida. A pesar de su escape, las tres puñaladas que recibió terminaron por vencerlo.

Tras una ardua investigación fueron capturados los siete taxistas y fueron recluidos en la cárcel La Picota. Desde allí emprendieron una cruzada para pagar sus deudas con la justicia en Colombia y no en Estados Unidos, que ya pedía su extradición. El principal argumento era que el crimen había ocurrido en territorio nacional.

Los familiares y abogados de estas personas hicieron cuanto estuvo a su alcance para evitar ser enviados a EE.UU. Pero nada pudieron hacer. Luego de su traslado a ese país, los taxistas se declararon inocentes, pero ante el rigor de la prisión y con todas las pruebas en su contra, fueron reconociendo su pecado.