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CHAPARRON DE MALA PRENSA

Súbito tono de oposición asumió la prensa la semana pasada

2 de abril de 1984

Hasta hace pocos días, el Presidente Betancur había logrado lo que muy pocos de sus antecesores, pasados los primeros 100 días de gobierno: una popularidad creciente, sostenida por una buena prensa en la que no hacían falta los diarios elogios a su buen desempeño. Fue la semana entre el 19 y el 26 de febrero, plagada de paros cívicos, huelgas, asesinatos políticos y sangrientas manifestaciones callejeras, la que le dio un vuelco total al clima de simpatía que hasta el momento había estado respaldando con muy pocas excepciones a Betancur.
Antes de tan negra semana, pocas eran las voces que se habían atrevido a alzarse en franca oposición al gobierno. La revista Consigna, a la cabeza, no había cejado en su empeño de demeritar la labor del Presidente, y fuera de algunos columnistas aislados y algunos imperceptibles puntillazos de El Tiempo, parecía prevalecer una actitud optimista, basada en el convencimiento de que al gobierno había que darle un compás de espera. El agotamiento de este compás fue el que registraron la mayoría de los editoriales de los principales periodicos del país, como eco del súbito sentimiento de protesta que había hecho su aparición. A ésto se sumo la intervención del Presidente por TV en la que se esperaba un firme pronunciamiento sobre la situación laboral y de orden público.
La sensación general fue la de que la alocución del Presidente no había estado a la altura de sus anteriores intervenciones por TV. Como lo dijo El Mundo de Medellín "el público se quedó en las mismas. Y lo que es peor aún, la mayoría de quienes vieron su presentación, con todo respeto, no se sintieron interpretados por el Primer Magistrado".
En conjunto, las críticas parecían apuntar todas en la misma dirección, que las promesas del Presidente no se estaban cumpliendo: no se percibe la anunciada reactivación económica, aumenta el desempleo, se agudiza la crisis de la industria, la subversión no da tregua, siguen subiendo las tarifas de los servicios públicos y a todo ello se suma un delicado clima laboral que, hacía esperar que, por lo menos, el Presidente se pronunciara categóricamente al respecto en su alocución del domingo 26. El Espectador, uno de los más fieles aliados del Presidente, rompió timidamente su incondicionalidad en un editorial en el que figuraron frases como las siguientes: "No siempre las palabras y el optimismo teórico han correspondido a la dura realidad que nos rodea. Y la promesa de la reactivación ha sufrido nuevos plazos incumplidos una y otra vez. (...) Las esperanzas se van desvaneciendo, y cada vez quedan menos razones para el optimismo". La posición editorial se vio corroborada por uno de los principales columnistas, tradicional defensor de las negociaciones del gobierno con las guerrillas, Alfredo Vásquez Carrizosa, quien con un tono inusitadamente brusco afirmaba: "El paro cívico es la reacción de los desesperados, el aviso de que la gente no aguanta más." Tal vez la más ácida crítica de este diario provino de su caricaturista Héctor Osuna quien, con gran ironía, sugería que el gran parecido de Diego Betancur con su padre, el Presidente, radicaba en que ninguno de los dos tenía nada que ver con el actual gobierno.
Fuera de Bogotá, El Mundo de Medellín fue el diario que, en términos más duros, criticó la alocución presidencial y la labor del gobierno con frases como: "Lo cierto, lo que se evidencia, lo que se palpa, es que el país no aguanta. (...) Todos los días empeora la situación, todas las mañanas los colombianos amanecemos más pobres y amenazados."
Sin duda alguna, la más violenta reacción editorial provino de El Tiempo que, bajo el título de "Un clima peligroso", hacía referencia a la buena imagen de la que hasta ahora había gozado el Presidente en los siguientes términos: "...creemos que ha llegado el momento, aun a costa de comenzar a perder esa imagen de hacerse presente frente a los instigadores de estos inquietantes movimientos (paros cívicos y huelgas), imponiendo su prestigio personal para restar fuerza a los ocultos propiciadores de la intranquilidad. Pedimos que hable, porque hay silencios que se pueden interpretar peligrosamente y convertirse en estímulo a los enemigos del gobierno." Y terminaba el editorial con la siguiente advertencia:
"De lo contrario, un país, que (el Presidente) recibió posiblemente "descuadernado", lo va a entregar desvertebrado." Particular impacto causó la columna del jefe de redacción del mismo periódico, Rafael Santos Calderón, considerada por algunos como desproporcionada. Titulada "Guerra de nervios" y bajo el seudónimo de Ayatollah decía: "...es un hecho que la pregunta del momento es a dónde va a llevar el doctor Betancur a este país que parece habérsele escurrido por entre los dedos de la mano (...) el liberalismo está muy nervioso. Porque el gobierno es malo y el Presidente también".
Posición muy distinta asumieron los diarios conservadores que a toda costa intentaron mantener su lealtad al Primer Mandatario. Tanto Occidente de Cali como La República de Bogotá se limitaron a resumir editorialmente los planteamientos más significativos de la alocución presidencial que el primero llegó a calificar como "una charla elocuente y generosa, cuya conclusión no es otra que la que del voto dependen la paz y el desarrollo de Colombia". Por su parte El Siglo fue un poco más lejos en su defensa al afirmar, analizando el origen de los paros cívicos, que del descuido en el que se encuentran algunas regiones colombianas "no puede culparse siempre, en estricta justicia, a la autoridad ejecutiva y, especialmente, al gobierno central. La omisión principia muchas veces en los concejos, que no cumplen cabalmente las funciones que las leyes les fijan; y en los agentes administrativos que se desentienden de cuanto no sea política electorera, satisfacción de compadrazgos y puntual cobro de su estipendio". A su vez, El Colombiano apoyó en sus editoriales al Presidente, desviando las críticas hacia los partidos y las autoridades municipales, y sólo insinuaba un sutil "pero" a la política internacional. "El país no está bien y no podrá estarlo mientras el gobierno ponga todo y los demás sólo pongan los muertos, pero también del gobierno", dijo en un editorial durante la agitada semana de los paros, mientras en otro, a comienzos de la semana pasada, calificó la intervención televisada del Presidente como "serena, motivadora, reflexiva".
Las críticas más impactantes de la semana pasada vinieron de Consigna, cuya sistemática y sectaria oposición al gobierno, habían caído hasta ahora en el vacio. Un artículo escrito por Carlos Lemos titulado "¿A qué juega el Presidente?" dejó la impresión de que Consigna, que venia nadando contra la corriente, estaba viendo las aguas correr de su lado. Considerado como el documento de oposición más coherente publicado hasta ahora, en uno de sus apartes decía: "Todo esto tiene exultante a la proverbialmente despistada izquierda colombiana. En Belisario, adivinan al Mesías zurdo que hace rato andan buscando o al profeta inaugural del ansiado milenio socialista. Intelectuales a ratos se sienten seducidos por ese intelectual a medias que encarcela banqueros, decapita generales, ayuda a Nicaragua tutea a "Felipe", sobresalta a Castro en las madrugadas con el teléfono y coquetea con los guerrilleros. Que su política social sea nula o gravosa no los inquieta. Les bastan las apariencias y suponen que en el gobierno está uno de los suyos, sin molestarse en averiguar la verdad".
A todas éstas, quedaba la incognita sobre si la posición de la prensa obedecía a una reacción coyuntural por una semana muy agitada o si era un viraje frente a un gobierno que comienza la etapa en la que el sol va quedando a las espaldas.--