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| Foto: Archivo SEMANA

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"En Mocoa murieron más personas de las que reporta el Gobierno": sobreviviente

En la capital del Putumayo las cifras no son creíbles. Yolanda Chindoy, paciente con cáncer terminal, se propuso contarlos ella misma antes de morir, "en honor a los que ya no están".

30 de marzo de 2018

"No fueron 300 muertos, fueron más", "Todo lo quieren tapar", "Son más de 1.500", "Familias completas murieron", en las calles de Mocoa, en sus esquinas, sus paredes y sus conversaciones se especula sobre los muertos de la tragedia.

Muchos de los sobrevivientes dicen que las cifras de sus muertos no los dejan dormir y otros dicen que vivieron para buscar justicia en honor a quienes fallecieron en la avalancha.

El reporte del Instituto de Medicina Legal informa que la avenida torrencial o avalancha que vivió Mocoa entre la noche del 31 de marzo y la madrugada del 1 de abril de 2017 dejó un saldo de 333 muertos, 398 heridos y 71 personas desaparecidas, esas son las cifras oficiales.

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No se sabe a ciencia cierta si el dolor de los mocoanos o si lo que vivieron esa noche es lo que les hace creer que hay más fallecidos que los que registran las instituciones.

Si quizá la desolación de barrios enteros arrasados es lo que le hace creer que fueron más los que murieron que los que se salvaron.

A un año de la tragedia, la búsqueda de cuerpos terminó. Ya no hay organismos de socorro removiendo rocas y tierra, pero sí hay quienes por su cuenta no han cesado de buscar dentro de los escombros.

Para muchos mocoanos el Gobierno no los contabilizó a todos y para otros ocultó la verdadera cifra aunque desconozcan el motivo.

Yolanda Chindoy busca a sus vecinos con lista en mano para contabilizar el número de muertos de cada núcleo familiar. Ella padece un cáncer en fase terminal. Sobrevivió a la avalancha y está segura de que los muertos son muchos más. Un año después se ha propuesto antes de morir, contarlos a todos.

Hace 8 años llegó a Mocoa, compró un lote en el barrio Los Laureles para vivir junto a su esposo y sus hijos. Allí construyó una casa de madera con sus propias manos y las de su familia, una casa de la que no quedó ni el rastro. Ahora el río pasa por el que era su suelo.

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El día de la tragedia Yolanda recibió la visita de una conocida que llegó desde Puerto Guzmán, “me acuerdo que ella me dio 20.000 pesos y me dijo que se había soñado que yo había muerto, que había mucha gente alrededor mío y que ella quería verme. Vino, lastimosamente, para yo verla morir”.

Yolanda había mandado a sus dos hijas a trabajar en un pueblo cercano a Mocoa, eso las salvó. “Llovía muy duro pero yo no estaba muy pendiente, mi esposo me había puesto tramadol porque me dolían mucho los huesos”.  

Sin embargo, relata que su “sexto sentido” la hizo levantarse y pedirle a su esposo y a su yerno que fueran a ver la quebrada La Taruca que apenas empezaba a desbordarse. “Por eso nosotros alcanzamos a salir y a rescatar a los dos niños de la casa de al frente que estaban solos porque su mamá estaba trabajando”.

Yolanda narra cómo alcanzaron a subir sus cinco nietos, su hijo y su yerno a un segundo piso antes de que se viniera la primera avalancha. Su esposo en cambio siguió de largo tratando de buscar una salida, pese a ello pudo salvarse.

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“Venían casas, carros, gente gritando, pidiendo auxilio y uno sin poder hacer nada, eso es muy duro. Las olas saltaban y volvían a bajar, veiamos cómo arrancaban las casas. Donde estábamos se empezó a mover, a zarandear como si estuviéramos en una hamaca. Nosotros ya nos preparábamos para morir porque veíamos a todos los vecinos muertos y ahogados”.

En ese momento Yolanda le pidió a su yerno que los amarrara a todos con una sábana que tenía, quería que los encontrarán juntos si llegaban a morir.  

“Yo solo le decía a Dios: tú me diste una oportunidad, estoy con vida teniendo cáncer, no me dejes ver morir a mis nietos ni a mis hijos. Eso fue un infierno. No sé si lo superaré”.

La avalancha acabó con la vida de sus dos hermanos, su sobrina y 25 de las personas que la cuidaban, “esas personas que llegaban con un desayuno para Yolanda que está enferma, que venga la cuchareamos, que venga la hacemos reír. No quedó ni uno de mis vecinos. Pobres, cómo habrán sufrido mis ángeles”.

Dice que este año le enseñó que hay que “seguir adelante y tratar de hacer justicia en honor a los que ya no están”.

Está convencida de que si aún permanece con vida es porque tiene un propósito especial: “luchar para que se sepa la verdad”.

“En esos barrios había mucha gente, yo sé que son más de 1.000 muertos. Yo ante los ojos de Dios fui a reconocer el cuerpo de mi sobrino y le pregunté a un señor de blanco que se encargaba de la lista: ¿cuántos muertos van?, me respondió: ‘van 448’, y eso era apenas el día siguiente a la tragedia. ¿Y el resto de muertos que encontraron los días después? ¿Por qué bajó la cuenta así no más?”, denuncia mientras le recorren lágrimas.

Yolanda asegura que "en Mocoa murieron más personas de las que reporta el Gobierno" por eso está decidida a contactar a sus vecinos que sobrevivieron y a los conocidos de sus conocidos para en los próximos meses conformar lo que llama la “lista verdadera de muertos de Mocoa”.

Luego de perderlo todo, ha empezado a levantarse de nuevo, le agradece a la Cruz Roja el dinero que le donaron para montar una pequeña tienda en la vereda Las Toldas, lo que le ha ayudado a pagar una parte de los costosos medicamentos y las vitaminas que necesita. Así mismo, agradece la ayuda psicosocial que le han brindado para poder “convivir” con su dolor.

“Yo quiero seguir adelante, trabajar para comprar un lote y hacerme una casita. Yo quería dejarle algo a mis hijos, los lotes de Los Laureles pero no se pudo. Yo sé que todavía estoy a tiempo de volver a empezar, yo quiero vivir, tengo hijos pequeños y quiero verlos crecer. Y aunque los doctores dicen que ya no hay más que hacer, yo sé que Dios tiene otra cosa destinada para mí porque estoy parada y puedo hablar a pesar de todas las heridas en mi cuerpo y el dolor en alma. Sé que tengo que cumplir mi misión de contar a nuestros muertos”.

Yolanda pese a sus diagnósticos: Osteosarcoma terminal, cáncer de piel en cuero cabelludo, tumor cerebral de lóbulo frontal y lesiones metastásicas, a que luce amarillenta y se le nota el dolor en cada frase que dice, está decidida en su misión, la misma que comenzó hace pocas semanas y que seguramente continuará hasta encontrar su verdad. Hoy, busca a quienes quieran unirse a su causa, y en caso de que algo grave ocurra, continúe con la tarea.