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EL "ESCUADRON DE LA MUERTE"

SEMANA investigó en Medellín nueva modalidad de violencia denunciada por la Procuraduría Nacional.

25 de julio de 1983

Mandar matar a una persona no cuesta demasiado: de $10.000 a $50.000. Al menos así sucede en Medellín, desde que existe lo que ha dado en llamarse Escuadrones de la Muerte.
A partir de febrero de este año, se ha vuelto frecuente en Medellín que quienes transitan por la solitaria "Carretera al Mar", encuentren tirado, semioculto en la maleza, un cadáver atado de pies y manos, generalmente rematado a tiros en la nuca, siempre por la noche o a la madrugada.
El 25 de marzo pasado, Martín Alvarez Mejía y Nicolás Hernando Ospina van caminando hacia su casa, cerca de las 10 p.m., en el barrio San Cristóbal. Un taxi se detiene y los dos hombres son obligados a subir a él a la fuerza. Testigos del hecho ponen el denuncio, diciendo que entre los pasajeros del taxi reconocen algunos policías, aunque éstos iban vestidos de civil. Horas más tarde, en un lugar cercano, aparecen Martín Alvarez y Nicolás Ospina, el primero muerto y el segundo gravemente herido. Los dos tenían antecedentes delictivos: pertenecían a una banda activa de ladrones de poca monta, conocida por sus fechorías en el vecindario de San Cristobal.
A raíz del hecho son acusados y detenidos un cabo segundo y dos agentes de la policía, los tres con una hoja de servicio limpia. Todos ellos figuran en la lista de acusados de pertenecer al "Escuadrón de la muerte" que el Procurador de la Nación, Carlos Jiménez Gómez, diera a conocer a la opinión pública en días pasados. Sus nombres son Germán Castañeda, Sergio Ayala Rueda y Carlos Montenegro Rodríguez.
Allegados a las víctimas declararon para SEMANA que, aunque no se había demostrado, ellos sabían que quien había pagado para que los mataran, era un hombre a quien los dos delincuentes habían atracado unas semanas antes.
Meses atrás, en el barrio Manrique, se había llevado a cabo otro doble homicidio con características prácticamente idénticas. Esta vez, las víctimas fueron Orlando Acevedo Medina y Mario Alfonso Rodríguez Villa. El primero era celador de oficio, soltero, 28 años, y había sido sindicado en 1977 de robo y detenido por esta razón. El segundo, sin embargo, no tenía ningún antecedente penal. La última vez que los vieron vivos, salían juntos de una casa del barrio. Sus cadáveres presentaron los síntomas clásicos de las víctimas del Escuadrón. Un agente de policía, Luis Carlos Puerta Medina, 24 años, que prestaba servicio en el Manrique, fue acusado por el crimen y detenido. Varios habitantes del barrio coincidieron en catalogarlo como "un tipo tenebroso" y como el responsable de "hacer desaparecera la gente".
Estos son cuatro de los cientos de crímenes con características similares que se registran en Medellín. Muchas de las investigaciones que se abren después de la aparición de un cadáver, indican que en el hecho se utilizó un taxi, que la víctima fue sacada de su casa a la fuerza o detenida por la calle por sujetos encapuchados, que el golpe de gracia ha sido uno o varios tiros en la nuca o en la cabeza, que era o había sido ladrón y que, sobre su cadáver, apareció un papel, casi siempre anónimo, que dice "ajusticiado por ladrón" o alguna leyenda parecida. Algunas veces, debajo de tal sentencia aparece una firma: "Escuadrón de la muerte". Solamente en el barrio San Cristóbal, de febrero a esta parte, se han registrado más de 20 asesinatos con estas características.
ASESINOS A SUELDO
De dónde salió el nombre, es algo que nadie sabe a ciencia cierta. "Escuadrón de la muerte" más que un término para designar un organismo en particular, o una banda criminal específica, es la denominación que se popularizó en Medellín para designar a los múltiples grupos que llevaban a cabo estos crímenes. A diferencia de el "Escuadrón de la muerte" que se hiciera famoso hace unos años en el Brasil, sembrando el pánico en sus ciudades, y que era una agrupación claramente definida como de ultraderecha, que hacía de los activistas de izquierda y de los dirigentes sindicales su blanco principal, los "Escuadrones" colombianos no parecen tener orientación ni móvil político. En esto se diferenciarían del MAS, que sí se define políticamente. Las víctimas de los "Escuadrones de la muerte" muchas veces tienen antecedentes delictivos, y si no es así, tampoco los tienen, por lo general, políticos o sindicales. Esto no ha sido fácil de determinar del todo, porque otra de las características de su modo de actuar es la de borrar la identidad de las víctimas quitándoles los papeles y a veces quemándolas hasta dejarlas irreconocibles. Sin embargo, todo parece indicar que los miembros de los "Escuadrones" son mercenarios que matan a cualquiera con tal de que les paguen. Una pelea entre dos vecinos puede dar pie para que uno de ellos "contrate" al Escuadrón que funciona en su barrio para vengarse del otro.
También parece haberse generalizado el fomento de este tipo de grupo armado por parte de comerciantes o aun grupos de vecinos, que consideran que no encuentran en las autoridades respaldo suficiente contra la inseguridad y que recurren a particulares para que impongan justicia.
"EL PASEO"
"Llevar a alguien de paseo" es un término que todo el mundo conoce en Medellín. Los "Escuadrones de la muerte", antes de asesinar a sus víctimas, las llevan en el vehículo en que las capturan a dar una larga vuelta por las afueras de la ciudad, durante la cual las torturan y finalmente las matan. Es común que los cadáveres aparezcan llenos de hematomas, con señales de quemaduras de cigarrillo, o con fósforos y alfileres enterrados debajo de las uñas.
Parece estar claro que estos "Escuadrones" no están centralizados y que no obedecen a un organismo matriz. Proliferan espontáneamente en distintos sectores de la ciudad, principalmente en los barrios marginales y de clase media baja. Otro rasgo común es que sus integrantes generalmente viven en el propio barrio a cuya gente "castigan" y por esa razón muchas veces los vecinos, que los reconocen, son los mejores testigos ante las autoridades. Los más temibles de estos asesinos viven en el barrio sin que nadie los denuncie, no porque la gente no sepa exactamente en qué están metidos, sino por temor a sus represalias.
Aunque mucha gente ha denunciado la presencia de policías y expolicías en estos "Escuadrones", también hay muchos civiles involucrados, y entre los uniformados que han sido denunciados no figura ningún oficial.
Los reporteros de SEMANA recorrieron las calles de Medellín preguntando a los policías si encontraban verosímil la versión de que compañeros suyos estuvieran dedicados a la industria del crimen. Muchos lo negaron, pero algunos opinaron que de ser cierto, se debía a que estaban cansados de detener ladrones y delincuentes, muchas véces exponiendo sus vidas, para que éstos fueran dejados en libertad a las pocas horas o días. Según ellos, esto hacía comprensible que algunos agentes, creyendo que obraban en beneficio de la comunidad y teniendo en cuenta el grado de degeneración al cual llegaban los delincuentes en la ciudad, justificaron el que se "impusiera justicia" en el acto. Ellos llaman la atención sobre las duras condiciones que tienen que enfrentar los policías desde que se desató la ola de inseguridad en Antioquia. En lo que va corrido del año, 44 policías han muerto violentamente en el departamento, de un total de 100 en el conjunto del país. En una gira por Antioquia, el general Francisco José Naranjo, director de la Policía Nacional, advirtió que era arriesgado hablar de la existencia de un "Escuadrón de la muerte", porque se ha vuelto común que la ciudadanía le atribuya a éste la responsabilidad de cualquier crimen anónimo que sale a la luz. Advirtió, además, sobre los riesgos de "las informaciones temerarias, la crítica destructiva y sin juicio" y dijo que lo pertinente antes de emitir cualquier concepto era esperar "hasta tanto las autoridades respectivas se encarguen de hacerlo ellas mismas".
CEREBROS Y VERDUGOS
La vinculación de taxistas a estos grupos de mercenarios parece ser frecuente. Se supone que deben sacar tajada de la plata recogida por el crimen a cambio de prestar el vehículo y de conducirlo.
Los "Escuadrones" más sofisticados, informan las personas que han adelantado investigaciones, pueden tener una "oficina" donde se lleva a cabo la "coordinación intelectual", o sea la tarea de conseguir las víctimas y pactar el negocio con quien ofrece dinero por su muerte. Tienen así mismo una pandilla de matones que son quienes llevan a cabo el "trabajo sucio" .
Aunque se supone que la mafia tiene sus propios grupos para llevar a cabo sus vendettas, como son parte del MAS y los llamados "asesinos de la moto", no está del todo claro que no esté infiltrada también en los "Escuadrones", según un rumor que circula por todo Medellín. En efecto, muchas de las víctimas recientes de los "Escuadrones" han sido "mulas" o personas de alguna manera relacionadas con el narcotráfico.
Aunque a menudo los "ajusticiados" por esta macabra vía son ladrones reconocidos y tienen un largo historial en los bajos fondos, también sucede con frecuencia que las víctimas son inocentes. SEMANA supo de un caso en que un Escuadrón planeó el asesinato de un joven delincuente, pero que a la hora de dar el "golpe" confundió su casa con la de al lado, y asesinó a un estudiante que no figuraba en sus planes. Se ha generalizado tanto el recurrir a estos "Escuadrones" por venganzas personales que hoy día casi cualquiera puede ser víctima de ellos. Otro elemento en común que señalan quienes han investigado el problema es que estos asesinos nunca amenazan, ni chantajean, ni secuestran a cambio de dinero, sino que proceden a liquidar con golpes certeros y directos.
La Procuraduría de la Nación ha iniciado la investigación de este grave flagelo que tiene aterrorizada a Medellín. Cuatro juzgados de Instrucción Criminal, el 1o., el 5o., el 19 y el 27, están encargados de elaborar los expedientes actuando en colaboración con los delegados de la Procuraduría y con un cuerpo de la Policía Judicial, directamente dependiente de este Ministerio. Los uniformados acusados han quedado en manos de la justicia ordinaria, pues se supone que habrían actuado fuera de servicio y los hechos nada tienen que ver con esto. Terminar con los "Escuadrones de la muerte", sea cual sea el tipo de organizaciones delictivas que se escondan bajo este ambiguo nombre, ayudaría a disminuir una parte de la alarmante cifra total de 868 homicidios de diversa procedencia, que se han registrado, desde junio del año pasado hasta hoy, en la otrora pacífica ciudad de Medellín.
LOS INCULPADOS
Las personas señaladas en la lista del Procurador como presuntos miembros del Escuadrón de la muerte son doce en total, 6 civiles, (tres de los cuales están profugos) y seis miembros de la Policía Nacional cinco activos y uno en retiro. De los últimos, el de más alto grado es un cabo segundo, Justo Germán Castañeda.
Tres de los civiles son José Danilo Peláez y sus dos hijos, Oscar Jaime y Nelson Daniel, todos acusados de infringir lesiones permanentes a Tiberio García, un hombre con antecedentes de delincuencia común recién salido de la cárcel después dé haber cumplido una larga condena.
Los tres Peláez habrían intentado matarlo a bala logrando sólo dejarlo impedido y páralítico de por vida. José Danilo Peláez trabajaba como taxista y tiene 48 años, 11 de los cuales trabajó en la Defensa Civil del barrio Manrique. El junto con sus dos hijos, estuvierón presos hasta hace 15 días, tras ser capturados por la Policía Judicial de la Procuraduría, debido a sindicación por lesiones, y salieron libres tras rendir indagatoria.
Amigo de los anteriores es uno de los agentes acusados, Luis Carlos Puerta Medina quien ha vivido en el barrio Marírique desde la infancia lugar donde además presta el servicio. Se lo acusa de la muerte de dos hombres de ese lugar. Hoy se encuentra detenido en la cárcel distrital de Medellín.
Otro de los agentes acusados es Leonel Graciano Rojas, de 24 años de edad y 14 meses de servicio en la Policía. Habitante de uno de los tugurios más lúgubres de Medellín, el Barrio Popular Uno, territorio donde la delincuencia reina impune se había hecho enemigo de una pandilla de matones del lugar, autodenominada "Las Mafias". Se lo acusa de haber asesinado, estando de vacaciones, a machete y bala a un recién llegado al barrio, de quien se presume que estaba vinculado a "Las mafias".
Además de los anteriores, figuran en la lista del Procurador los agentes Sergio Ayala Rueda, Carlos Montenegro Rodríguez, el agente retirado Gilberto Peña y los civiles Jairo Restrepo, Guillermo Suárez (alias "El cojo") y Algemiro Pérez (alias "Barriga")