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El general Carlos Arturo Suárez actualmente es el inspector de las fuerzas militares

EJÉRCITO

El general que incomoda

El general Carlos Arturo Suárez puso el dedo en la llaga por los falsos positivos. Por eso muchos lo admiran, mientras otros quieren verlo fuera del Ejército.

5 de diciembre de 2009

Desde el año pasado, cuando se puso al frente de la investigación interna por falsos positivos del Ejército, al general Carlos Arturo Suárez le han sobrado los adversarios dentro de las filas castrenses. En Internet voces anónimas y sectores derechistas lo tildan de traidor, de solapado y de lobo con piel de oveja. Mientras tanto, en los organismos internacionales de derechos humanos y en la justicia se le valora como una persona clave para frenar las ejecuciones de civiles que se venían presentando y por las que hay más de 1.000 procesos abiertos en la Fiscalía.

Suárez lleva 35 años en el Ejército. Es un hombre profundamente religioso, nacido en Sonsón, Antioquia, en una familia de 12 hermanos. Si hoy se ha convertido en la espada de Damocles de muchos batallones y brigadas es gracias a la autoridad que ha ganado en operaciones militares a lo largo de su carrera. Estuvo en las más difíciles zonas de orden público, como el Magdalena Medio, Urabá y Tolima y Cundinamarca, en las cuales se enfrentó muchas veces a denuncias de las comunidades por las actuaciones de los soldados. Cuentan que hace unos años, en San Juan de Sumapaz, llegó a una reunión con el entonces alcalde de esa localidad de Bogotá, Mario Upegui, reconocido militante comunista. Upegui saludó a los militares con un "buenos días, camaradas" que muchos uniformados sintieron como una bofetada, y querían levantarse de la mesa. Pero Suárez decidió que la reunión era justamente para escuchar a la gente que estaba en otra orilla de pensamiento. Ese día recibieron más de un centenar de denuncias de la comunidad. "Siempre ha dicho que ninguna de las extremas sirve", dice sobre él un viejo conocido.

Ha obtenido sus mayores logros militares con pocas o casi ninguna bala. En 2004, como comandante de la Brigada contra el narcotráfico, diseñó y orientó la captura de 'Sonia', la guerrillera que fue sacada de lo profundo de las selvas del Caguán en una operación comando basada en la inteligencia. Aunque algunos oficiales querían un ataque sorpresa, a sangre y fuego. Suárez tomó la decisión de esperar para capturarla, aunque al principio esto parecía una misión imposible. Así pudo demostrar que las Farc estaban profundamente vinculadas al narcotráfico.

Cuatro años después, cuando los reflectores enfocaban a los protagonistas de la 'Operación Jaque', tras la escena había varios oficiales que habían sido claves en la liberación de los 15 secuestrados. Uno de ellos era Suárez, que actuaba como jefe de operaciones de las fuerzas militares.

Todavía no había terminado de saborear el triunfo de 'Jaque' cuando le encargaron la tarea de investigar las denuncias por falsos positivos que había en Soacha y que estaban relacionados con supuestas muertes en combate en Ocaña. La tarea le fue asignada directamente por el general Freddy Padilla de León, a pesar de que para ese momento, él no era inspector. Se trató de una comisión que partió su vida militar en dos.

Quienes lo vieron trabajando en esos días recuerdan que no paró. Investigó sin tregua cada detalle. En varias guarniciones se negó a almorzar o tomar tinto con los comandantes que estaban siendo inspeccionados. Eso les dolió profundamente a sus colegas, acostumbrados a las superficiales inspecciones del pasado. El informe que presentó Suárez llegó a manos del Presidente y tuvo como consecuencia la destitución de 27 militares. Uno de ellos, el general José Joaquín Cortés, le dijo a El Espectador que Suárez: "el único trabajo que hizo fue hacer que se diera de baja a tres generales. Ahí cumplió su trabajo, se oxigenó y llegó a ser inspector general del Ejército".

Durante esos días Suárez solía decir que nadie debería tener miedo a ser inspeccionado, pues en la guerra se presentan sólo tres situaciones: los combates en franca lid, que aguantan cualquier investigación; los errores militares, que siempre hay que reconocerlos, y las actuaciones criminales, que deben ser denunciadas ante la justicia.

Pocas semanas después del informe de Ocaña sobre los falsos positivos, Suárez estuvo en el Batallón La Popa de Valledupar y llegó con un informe tan duro, que una decena de oficiales tuvo que ser destituida. Durante 2009 produjo varios informes de diferentes guarniciones que, según una fuente oficial, "están engavetados" en consideración al debido proceso. Es decir que sólo servirán para cuando los implicados tengan algún requerimiento de la justicia.

Pero los informes de Suárez incomodan a muchos. Quizá por eso hace unas semanas había sido designado agregado militar en Chile, lo que en la práctica significaba el fin de su carrera. Pero el viaje se dañó a última hora. El gobierno de Estados Unidos y otros organismos internacionales le expresaron al gobierno la preocupación de que la salida de Suárez significara un retroceso en los controles internos de las Fuerzas Armadas. Es así como el gobierno lo dejó en una posición incluso más alta, como inspector de todas las fuerzas militares. Un cargo que quizá por primera vez es realmente relevante y en el que la comunidad internacional tiene puestos los ojos.