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| Foto: SEMANA

JUDICIAL

Indignación por el asesinato a golpes de una mujer a manos de su hijo

El crimen de María Rubiola Soto ocurrió en Cali. Hace doce años ese mismo hijo le había propinado 36 puñaladas porque no le sirvió la comida.

12 de mayo de 2017

Maria Rubiola Soto tenía 70 años de edad y pese a ello aún trabajaba. Esta humilde mujer del barrio Alirio Mora Beltrán, al oriente de Cali, se ganaba la vida vendiendo dulces y maní en las esquinas.

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Para ella, mayo era un mes particular no solo por la celebración del día de la madre, sino porque después de 12 años de ausencia, podía festejar una fecha tan especial al lado de uno de sus hijos preferidos: Raúl Albeiro Garcìa Soto.

Ella, como la mayoría de las madres del mundo, profesaba un amor incondicional hacia Raúl, por una razón bien particular: era la oveja descarriada o quizás porque su hijo había esquivado la muerte en 2001, al sobrevivir al ataque que la guerrilla de las Farc hizo contra el Cerro Tokio, zona rural de Dagua, Valle y en el que murieron 16 militares de la Armada.

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Más allá de esa historia como militar, todo indica que Raúl llevaba una vida de excesos y drogas, en especial la marihuana.  Estaba tan entregado al consumo de alucinógenos que su mamá padeció uno de los episodios más trágicos en su penosa existencia. En 2005,  Raúl su hijo preferido, le propinó 36 puñaladas en medio de una explosión de ira porque ella no le sirvió la comida a tiempo.

Si bien doña María sobrevivió a semejante ataque, Raúl fue condenado a 12 años de prisión por el delito de homicidio en grado de tentativa. La pena la purgó en la cárcel de máxima seguridad de Jamundí, Valle.

Sin embargo, a principios de mayo quedó en libertad por cumplimiento de sentencia y de inmediato se dirigió hacia donde la única persona que sabía lo acogería: doña María, su mamá.

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En efecto, Raúl se volvió visitante habitual de la casa materna, pero los vecinos notaron que muchas de sus conductas enfermizas no cambiaron con el castigo judicial.

Por ejemplo, en manos de las autoridades hay versiones en el sentido que el hombre obligaba a su mamá para que le entregara el producto de las ventas de los dulces y maní. Cuentan que se quedaba todas las tardes sentado en el andén, consumiendo marihuana y a la espera de doña María, para arrebatarle el dinero. También lo descubrieron, en varias oportunidades, ingresando a la vivienda por la ventana.

Todo eso levantó sospechas e hizo que los vecinos del barrio estuvieran alerta; pero las alarmas fallaron porque doña María fue hallada muerta el pasado 4 de mayo. Su cuerpo estaba tendido en un charco de sangre, detrás de la puerta principal, vestía una ruana que no ocultaba las señales de una golpiza en el rostro, cabeza y cuerpo.

Cuando las autoridades ingresaron a la vivienda, Raúl no estaba en el inmueble; sin embargo, nadie dudaba que él era el responsable del crimen. Tanto, que cuando llegó a la casa esa misma tarde del hallazgo del cadáver de doña María, la policía tuvo que protegerlo y escoltarlo, porque la comunidad lo quería linchar.

El pasado 10 de mayo terminó el misterio. El propio Raúl se presentó ante un fiscal para declararse culpable por el crimen de su mamá. Los detalles de lo que ocurrió ese día aún son un misterio; lo que sí es un hecho, es que la muerte de doña María fue producto de una golpiza con “un arma contundente”, como lo reportó el informe de Medicina Legal.

Mientras se adelanta el juicio contra Raúl Albeiro García Soto, el hombre que mató a golpes a su progenitora en el mes de las madres, los caleños no salen del asombro y la consternación que les causó este nuevo feminicidio.