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EL YUPPIE DE LOS PARAS

Salvatore Mancusso, miembro de una respetada familia de Montería, es la mano derecha de <BR>Carlos Castaño y está al frente de la ofensiva paramilitar en el Catatumbo.

29 de noviembre de 1999

Nunca antes Carlos Castaño había sentido la muerte tan cerca. Pocas horas antes de
finalizar el año de 1998, 100 hombres de un frente de las Farc iniciaron de manera sorpresiva una de las más
cruentas ofensivas contra el máximo jefe de las autodefensas, quien en cuestión de minutos se vio superado
tanto por el número de hombres como por la capacidad de las armas. Pero cuando Castaño pensaba que todo
estaba perdido apareció de repente un helicóptero Black Hawk artillado con varios hombres armados, quienes
de inmediato respondieron el ataque guerrillero y lograron sacarlo con vida de la finca El Diamante en pleno
corazón del Nudo del Paramillo, su fortín en los últimos años. Una vez en el helicóptero Castaño sólo pudo
decirle al piloto: "Compadre, muchas gracias. Le debo mi vida".
La anterior historia, que por su alto grado de complejidad no tendría nada que envidiarle a una escena de la
más reciente película de James Bond y que es contada con lujo de detalles por un testigo de los hechos,
tiene como principal protagonista a un hombre nacido en Montería el 17 de agosto de 1964: Salvatore
Mancusso Gómez, un reconocido ganadero de Córdoba, quien es miembro de una de las familias más
reconocidas y respetadas en toda la Costa Atlántica.
Mancusso es descendiente por línea paterna de unos italianos aventureros y soñadores que llegaron al
norte del país para establecer una de las primeras industrias especializadas en metalmecánica y que
terminaron dedicados al negocio de la ganadería. Su madre es una matrona de la región, hija de uno de
los fundadores del departamento de Córdoba. Mancusso, a quien sus amigos y enemigos llaman 'El Mono',
mide 1,90 de estatura y los que lo conocen no dudan en decir que tiene más pinta de europeo que de
colombiano. "El Mono desafina más en Montería que en Roma" , dice uno de sus amigos de infancia.
Pese a ser uno de los hombres más importantes dentro de la organización paramilitar llama la atención
el hecho de que sea muy poca la información existente acerca de su vida. Se sabe que Mancusso estudió
primaria y bachillerato en el colegio La Salle de Montería, centro educativo por el que ha pasado la flor y nata
de la ciudad. Curiosamente no existe en los archivos de la institución ningún soporte gráfico que demuestre
el paso de Mancusso por sus aulas. Tampoco sus antiguos compañeros reconocen tener en su poder alguna
fotografía del que es considerado el segundo hombre de las autodefensas. "Yo no tengo fotos del Mono y si
tuviera tampoco se las daría", dijo un allegado a la familia, quien, por obvias razones, pidió la reserva de su
nombre.
Sus amigos lo definen como un hombre pacífico, dedicado a los deportes de alto riesgo, especialmente al
motocross, que estuvo muy de moda en la Costa Atlántica a comienzos de los 80. Cuando Mancusso estaba
a punto de terminar el bachillerato se casó con una de las herederas de la familia Dereix, cuyos primeros
miembros llegaron a Montería en 1876 procedentes de Francia. La familia Dereix fue la fundadora del
primer banco del departamento.
Sin embargo la familia Dereix fue conocida en la región más por el negocio de la ganadería que por la banca.
La hacienda El Torno _cuya extensión inicial era de 14.000 hectáreas_ todavía es recordada por los ganaderos
tradicionales de Córdoba como una de las más hermosas de la región.
Al morir los patriarcas de la familia la hacienda empezó a ser parcelada a todos los herederos. Uno de ellos
fue la esposa de Salvatore Mancusso, quien delegó toda la responsabilidad y la administración de la misma
en 'El Mono'. Este hecho hizo que Mancusso abandonara sus estudios de ingeniería en la Universidad
Javeriana de Bogotá, adonde se había trasladado al terminar su bachillerato. Sin embargo, cabe anotar que en
los archivos del DAS aparece como profesional en administración agropecuaria.


Las dos caras
Uno de los integrantes de su círculo de amigos es hoy senador de la República. El parlamentario cuenta
que en una de las múltiples visitas que varios congresistas han hecho al cuartel de Carlos Castaño es
conocida la anécdota de uno de ellos, quien al ver a Mancusso vestido de camuflado quiso tomarle el pelo,
como en sus épocas de estudiante de la Javeriana, y se encontró con un hombre serio, hostil y de muy
pocas palabras.
Pero ¿qué hizo que un hombre pacífico, según sus amigos, de sanas costumbres y próspero ganadero se
convirtiera en uno de los jefes paramilitares más temidos del país? Las respuestas son múltiples y no siempre
coinciden.
Para sus amigos ganaderos, "El Mono es quien ha permitido que nosotros estemos aquí con nuestras
familias, sino es porque él dejó a un lado todos sus privilegios y se metió al monte a combatir a los
guerrilleros, nosotros no tendríamos la tranquilidad que tenemos".
Las autoridades, sin embargo, tienen otro concepto. Para ellas Mancusso es uno de los miembros del
estado mayor de los grupos de autodefensas y como tal es responsable de varias masacres contra
campesinos. En su contra existen varias órdenes de captura por parte de la Fiscalía General, que lo sindica
de varios delitos. Una de ellas fué librada por la Dirección Regional de Fiscalías de Cúcuta el 10 de
septiembre de 1997 por el delito de secuestro extorsivo. La Unidad Nacional de Derechos Humanos también
lo sindica de homicidio y vínculos con grupos paramilitares.
De acuerdo con allegados a Mancusso, consultados por esta revista, hubo dos hechos que lo habrían
llevado a tomar la decisión de ingresar a las filas de las autodefensas de Córdoba y Urabá. El primero tiene
que ver con la permanente zozobra que le generaba el hecho de vivir extorsionado y boleteado por parte de la
guerrilla. Pero la gota que rebosó la copa habría sido el intento de secuestro de su esposa cuando se dirigía a
su finca y posteriormente un atentado realizado contra uno de sus tíos en Montería.
Según el propio Mancusso ha contado a sus amigos, luego de tocar muchas puertas ante las autoridades
legítimas para pedir protección para él y su familia, conoció al hombre que le daría un giro total a su vida:
Fidel Castaño Gil. Eso fue en 1987. "Si usted no está en capacidad de defenderse no puede esperar que el
Estado lo defienda", le habría dicho el entonces máximo jefe de las autodefensas.
Según la información de los organismos de seguridad, una de las personas que más ayudó a Mancusso en
esos primeros años fue un capitán del Ejército de apellido Frattini, quien prestaba sus servicios a la XI
Brigada. El oficial se convertiría no sólo en uno de sus mejores aliados sino en su más entrañable amigo. De la
mano de Frattini, Mancusso aprendió el manejo de armamento sofisticado, estrategia militar y, sobre todo, a
pilotear helicópteros. La amistad de Mancusso y Frattini fue tan corta como intensa. El oficial murió en 1989
en un desembarco de tropas en la región de Urabá bajo el fuego de las Farc. Los amigos de Mancusso
comentan que, como un homenaje a Frattini, Mancusso carga al cinto la pistola que perteneció a su
amigo.
Hoy en día la vida de 'El Mono' Mancusso ha cambiado de forma radical. Debido a las órdenes de captura que
tiene en su contra no puede visitar a sus familiares y amigos, quienes deben enterarse de su suerte por los
informes de prensa y por los reportes de las ONG a la comunidad internacional, en los que su nombre
aparece cada día con más frecuencia. En efecto, el año pasado Human Rights Watch en su informe anual
mostró la otra cara de 'El Mono' Mancusso. Según el reporte "(...) Otro miembro de las Convivir que está
siendo procesado por formar grupos paramilitares es conocido como El Mono Mancusso, quien es un
ranchero de Córdoba que está en busca y captura por su participación en masacres llevadas a cabo en Bolívar,
Cesar, Córdoba y Sucre".


Vidas paralelas
Por esas paradojas de la vida y de la guerra la historia de Salvatore Mancusso terminó pareciéndose a la de
uno de sus peores enemigos: Ricardo Palmera, alias 'Simón Trinidad', comandante del Bloque Caribe de la
Farc y uno de los miembros más destacados del comité temático de esa organización en el actual proceso de
paz. Al igual que Mancusso, Palmera también es miembro de una familia prestigiosa y tradicional. El padre de
Ricardo Palmera es uno de los abogados más reconocidos de Valledupar, tanto que sus paisanos no dudan
en llamarlo "la conciencia jurídica del Cesar".
La vida del hijo, sin embargo, es bien distinta a la del padre. En efecto, luego de gerenciar una de las
sucursales de una entidad bancaria de Valledupar, Ricardo Palmera huyó hacia la Sierra Nevada de Santa
Marta, donde logró, gracias a sus conocimientos en manejo financiero y a una sólida formación política,
ascender rápidamente hasta el punto de convertirse en uno de los jefes de los frentes que operan en la región.
(Ver SEMANA edición #588 de agosto de 1993).
Según los organismos de seguridad, Palmera fue una de las personas que inició la ola de secuestros de
ganaderos y comerciantes de Valledupar a comienzos de los 90 por parte de las Farc. Para ello se valió,
según las autoridades, de información privilegiada que obtuvo mientras ocupó la gerencia de la entidad
bancaria.
Sea como fuere, lo cierto es que las circunstancias de la guerra terminaron por colocar en orillas diferentes a
dos hombres que en un país con índices de pobreza superiores al 70 por ciento tuvieron el privilegio de nacer
en dos hogares con una sólida estabilidad económica y un notorio reconocimiento social. Las
diferencias entre estos dos personajes, no obstante, saltan a la vista. Mientras Palmera ha dicho que "el único
lunar en mi vida ha sido el de pertenecer a la oligarquía de Valledupar", Mancusso en varias oportunidades le
ha dicho a sus amigos que "no es pecado pertenecer a una familia con bienes materiales. El pecado es
no tener el valor de defenderlos".