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En la iconografía de la independencia hacen falta las combatientes, las voluntarias, las acompañantes de las tropas o las viudas y huérfanas que dejaron tantos años de guerra. | Foto: ÁLBUM DE JOSÉ MARÍA QUIJANO. BIBLIOTECA LUIS ÁNGEL ARANGO

BICENTENARIO

Emancipación femenina

Las mujeres tuvieron un papel activo en la independencia. A pesar de ello, a lo largo de 200 años han librado duras batallas para conquistar espacios y derechos vetados.

Natalia León Soler (*)
4 de agosto de 2019

Durante la conmemoración del bicentenario (2010 y 2019), han tomado fuerza las preguntas sobre la participación y la influencia de la mujer en la independencia de Colombia. Las actuaciones de ellas, a diferencia de las de ellos, han sido reservadas, modestas y poco visibles.

A lo largo de 200 años, madres, esposas, hijas, tías, hermanas, huérfanas y viudas vieron cómo los padres de la independencia no les cumplieron la promesa de libertad e igualdad que defendían. Por el contrario, les negaron su participación pública, al obligarlas a quedarse en el espacio familiar y a limitarlas al “poder ejercido por la mujer en su reino, que es el hogar doméstico”. Aun así, las mujeres no se resignaron a ese destino y participaron en varios escenarios (tertulias, sociedades, colegios, fábricas, calles) no solo para definir su autonomía en los ámbitos políticos y económicos, sino en asuntos como los de manejar sus bienes y el reconocimiento de sus derechos civiles.

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A Manuela Beltrán, Policarpa Salavarrieta, Antonia Santos y Manuela Sáenz, las más insignes del grupo de las heroínas, se sumaron una gran cantidad de mujeres intelectuales, mestizas y de clase media a las que por sus acciones a favor de la independencia llamaron alborotadoras públicas. Ellas murieron fusiladas o asesinadas entre 1814 y 1819 por hospedar, auxiliar, facilitar y esconder a los patriotas fugados, por servir de mensajeras y espías, entre otras causas. Otras sufrieron la pena del exilio o fallecieron en la pobreza. Incluso, las que participaron en iniciativas literarias e intelectuales, como algunas de la Tertulia del Buen Gusto, padecieron la persecución propia de esos tiempos.

Evangelista Tamayo tuvo el rango de capitana y lucho en varias batallas, como en la de Boyacá junto con Simón Bolívar.

En el momento de empuñar las armas en las batallas las mujeres se caracterizaron por su osadía. Como Angélica, una joven tunjana que durante las guerras de independencia abandonó a su familia, a su esposo, Pepe, intendente del Cocuy, a su hija para involucrarse en las luchas de la independencia. Emprendió una travesía por el Casanare y allí ayudó a defender a un pueblo de indios de fuerzas realistas. Su arrojo y valentía contrastó con el pánico de sus criados y de los indígenas mansos que huyeron. Ella quedó sola con un arma para defenderse. Soldados criollos que llegaron luego a socorrerla conocieron su acción heroica, narrada en carta a su esposo. Con el tiempo, ellos acatarían sus órdenes contra las tropas españolas.

Policarpa Salavarrieta es la heroína más conocida de la independencia. Como ella, miles de mujeres tuvieron un papel activo en el proceso.

Otras mujeres se destacaron en el campo de batalla: Evangelista Tamayo tuvo rango de capitana y luchó junto con Simón Bolívar en Boyacá en 1819; Nicolasa Jurado, Gertrudis Espalza e Inés Jiménez acompañaron al general Antonio José de Sucre en Pichincha con nombre y ropas de hombre. Una herida delató la identidad de Nicolasa, lo que no impidió que la condecoran y ascendieran a sargento. Las llamadas ‘voluntarias’ dejaron sus hogares para seguir a los soldados, entregando amores y compartiendo sentimientos. Un siglo después, en la guerra de los Mil Días, las llamarían las Juanas.

Los españoles también tuvieron sus mujeres simpatizantes. Aristócratas, esposas de soldados realistas, viudas y dueñas de haciendas, casas y almacenes realizaron contribuciones a las tropas, a pesar de las desgracias que les traería la guerra. Como el caso de la marquesa de Torre Hoyos, que no solo tuvo que enfrentar la muerte de su esposo, sino también la ruina de sus casas y su ganadería.

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Esa poca igualdad que ellas habían ganado respecto a los hombres se desvaneció ante la imagen candorosa de la mujer, del bello sexo, dedicada a la familia, a mantener el hogar y a educar a los hijos. Sin embargo, ellas, en especial las pertenecientes a las clases acomodadas, encontraron un escape en la literatura. Una de las pioneras de las letras femeninas republicanas fue Josefa Acevedo de Gómez, hija del Tribuno del Pueblo, José Acevedo y Gómez, esposa del jurisconsulto y político Diego Fernando Gómez. Su libro Ensayo sobre los deberes de los casados, en 1845, fue un éxito editorial.

Por otra parte, desde el siglo XIX las mujeres contribuyeron a escribir la historia de la reciente república. María Martínez de Nisser, autora del Diario de los sucesos de la revolución en la provincia de Antioquia en los años de 1840 y 1841, dejó el testimonio de su educación e intelecto, y también su posición patriótica y opinión política sobre la república. Ella también participó en la guerra de los Supremos, uniformada como un soldado, e intervino significativamente en la batalla de Salamina. Luego del conflicto y de su condecoración, regresó al seno de su hogar a restablecer y mantener a su familia.

A estas dos mujeres se sumaron escritoras, poetas y periodistas como Agripina Samper de Ancízar, Agripina Montes, Silveria Espinosa de Rendón, Dolores Haro de Roca o Soledad Acosta de Samper.

Las mujeres del cambio del primer siglo republicano impulsaron un movimiento en favor de sus derechos y para disputar los espacios solo destinados a los hombres, defender la figura de la mujer como ciudadana con derechos, garantías y obligaciones ante la sociedad y el Estado.

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También lucharon por acceder a la educación profesional, tener los mismos derechos civiles que los hombres o administrar sus bienes. El sufragio se convertiría en el gran bastión de la unión de las mujeres en Colombia. Su antecedente se remonta a la Constitución de la provincia de Vélez en 1853, en la que, sin distinción de género, todo habitante “tendrá entre otros derechos el del sufragio”. Este derecho solo aparecería legislativamente en el país en 1954 y se haría realidad en las elecciones de 1957.

Muchos otros hitos consiguieron las mujeres en el siglo XX y XXI, y, pese a lo obtenido, aún faltan muchos otros avances. El largo trayecto de su emancipación ha dado frutos hoy en día. Millones de mujeres del siglo XXI no solo recuerdan a sus antepasadas y siguen sus pasos en la organización social y política, sino también en el reconocimiento de sus ideales, creencias y derechos maternales y de decisión que desarrollaron en las décadas pretéritas.

* Historiadora de la Universidad Externado de Colombia