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En contravía

Mientras en Colombia se plantea la penalización de la dosis personal, la revista 'Time' publica una carátula que muestra que Estados Unidos se encamina hacia la legalización de la marihuana.

3 de noviembre de 2002

El gobierno colombiano, en un intento por mostrarse consecuente ante Estados Unidos con respecto a la lucha contra el narcotráfico, quiere incluir en el texto del referendo político una reforma que penalizaría el porte y consumo de la dosis personal de marihuana y hachís. Pero lo paradójico del asunto es que ahora la opinión de la sociedad estadounidense, moralista sobre este tema hasta históricamente, parece avanzar en la dirección de la legalización de la marihuana.

Así lo reveló un reciente informe publicado en primera página de la revista Time. El artículo cuenta cómo el movimiento prolegalización ha ganado un terreno considerable en los últimos años. Así, en 1986 sólo 34 por ciento de los norteamericanos querían que la marihuana fuera legalizada, pero la encuesta de la cadena CNN y Time mostró que la situación ha cambiado radicalmente. Según el estudio el 80 por ciento de la población del país está de acuerdo con que se distribuya yerba para fines médicos y 72 por ciento piensa que no se debe encarcelar a quienes porten o consuman marihuana con fines recreativos. Así mismo, mientras que en 1983 sólo 31 por ciento de los norteamericanos encuestados dijeron que habían probado marihuana, la nueva encuesta mostró que el porcentaje subió a 47 por ciento. El estudio reveló, además, que la mayoría de encuestados establecen una diferencia entre drogas fuertes como la heroína y otras casi inofensivas como la marihuana. Esta distinción sólo la establecían el 31 por ciento de ciudadanos estadounidenses hace 20 años.

El cambio en la opinión pública ha servido para que la prolegalización gane batallas significativas. Así, a los pocos días de publicado el revelador informe periodístico, un editorial del diario The New York Times, titulado 'Un triunfo para la marihuana médica', se complacía de que la corte federal de apelaciones hubiera dictaminado que el gobierno no podía revocar las licencias de los médicos que recetan marihuana a sus pacientes. Pero los defensores de la legalización no sólo consignan pequeñas victorias. Gracias a su activismo, actualmente ocho estados federales permiten el uso de la marihuana con fines médicos y otros más han reducido las sentencias para los usuarios.

La aprobación de la despenalización en varios sectores de la población es tan clara que algunos candidatos a las elecciones de este 5 de noviembre se han subido en el bus de la legalización para ganar votos. "Apoyar la marihuana es ganar", dice al respecto Time. De allí que para los cercanos comicios haya una explosión de iniciativas en favor de la marihuana. Una propone que se le permita a la ciudad de San Francisco cultivar y distribuir marihuana con fines médicos; otra, que se reemplace la cárcel por un centro de rehabilitación para los drogadictos en Ohio; que se despenalice el consumo en Arizona y que en Nevada sea legal que los adultos posean hasta tres onzas de hierba para uso personal.

El avance hacia la legalización se debe, en parte, a que varios millonarios estadounidenses se han puesto en la tarea de causas promarihuana. Este es el caso de George Soros, fundador de la Alianza de Políticas sobre Drogas, una fundación que persigue la legalización de la yerba. Soros se dio cuenta gracias a encuestas de opinión que la legalización de la marihuana médica era una causa bastante popular. Hizo pública la brutalidad de los arrestos policiales a viejitos que necesitaban marihuana para aliviar diferentes dolencias y con ello logró que la gente apoyara masivamente el uso médico de la marihuana en varios estados. Ahora Soros se propone lograr obtener el mismo apoyo popular para legalizarla del todo.

Por supuesto, no todo el mundo en Estados Unidos considera que la lucha por la legalización sea una noble causa. El zar Antidrogas, John Walters, critica a Soros y a otros millonarios que financian movimientos similares, como Peter Lewis y John Sperling. Walters cree que la marihuana es una droga puente para otras más fuertes, es causante de accidentes, violencia familiar y problemas de salud. En una reciente campaña publicitaria promovida por su oficina dos niños fuman marihuana dentro de la oficina del padre. Uno de ellos encuentra una pistola y le pregunta al otro en tono desganado si cree que está cargada. El otro hace un gesto de que le importa un pepino, como todo, cuando está "bajo el efecto". Entonces el muchacho del arma le dispara a su amigo. El mensaje que el zar quiso plasmar con esta cuña es que la marihuana trastorna el juicio.

Así mismo, la encuesta de Time y CNN muestra que la mayoría de padres de familia, en especial las madres, temen que sus hijos consuman hierba y prefieren que esta siga siendo ilegal. El artículo de Time concluye con un comentario bastante cínico al respecto: "Aunque el alcohol y los cigarrillos pueden ser más peligrosos, muchos padres prefieren oler cerveza en el aliento de sus hijos que tener a un hijo de 29 años aún viviendo en la casa, comiendo chitos y viendo el dibujo animado del hombre araña".

Este contradictorio panorama hace que sea difícil predecir qué futuro tendrán en las próximas elecciones estadounidenses las diferentes iniciativas promarihuana. Y, aunque la legalización definitiva de ésta no se logrará todavía en Estados Unidos, es evidente que la tendencia general se dirige en ese sentido. Por ahora la iniciativa de Alvaro Uribe Vélez concuerda con el parecer de las madres norteamericanas y del zar Antidrogas, pero va en contravía de una tendencia cada vez más generalizada en Occidente en favor de la despenalización de la droga. Ya Gran Bretaña cambió la política de arresto a los consumidores por una más blanda de detenerlos y advertirles y Canadá, pionera en la legalización de marihuana para usos médicos, también planea continuar con políticas de despenalización. Pero, sobre todo, la tendencia del gobierno colombiano estaría siendo más reaccionaria que la opinión pública del supuesto país más conservador con respecto al tema de las drogas.