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La Asamblea Departamental declaró a Ana Milena Joya hija adoptiva de Antioquia gracias a su trabajo ante la crisis de Hidroituango.

Obras públicas

Esta es la mujer que está sacando Hidroituango adelante

Se llama Ana Milena Joya y es la ingeniera heroína detrás del repunte de la obra de infraestructura más grande del país. Esta es la historia de la responsable del éxito.

24 de octubre de 2020

Han pasado más de dos años desde que Hidroituango entró en una crisis que parecía no tener retorno. Hoy el proyecto parece tener el camino allanado y en las obras los ingenieros son más que optimistas. En la bóveda de casa de máquinas, alta como una catedral, enormes aparatos amarillos trabajan por descubrir enteramente el suelo. Taladros inmensos abren túneles, y otros siembran micropilotes para asegurar la montaña. Miles de obreros recorren las galerías por donde podría pasar un animal prehistórico, se lavan las manos, se desinfectan y toman sus herramientas como mineros. Todos esperan que el proyecto genere a plena capacidad en 2022.

Con la paulatina superación de la crisis, los riesgos para las comunidades aguas abajo son los mismos que existen en cualquier proyecto hidroeléctrico. Detrás de todo ello está Ana Milena Joya, gerente ambiental de EPM, que desde mayo de 2018 coordina el Protocolo de Atención de Eventos y Crisis (Padec). Eso la convierte en la mujer más importante de los megaproyectos en el país.

Ana Milena, nacida en Bucaramanga, es ingeniera civil de la Universidad Industrial de Santander (UIS) y especialista en Gerencia de Proyectos y en Medioambiente y Geoinformación de la Universidad de Antioquia. Llegó a Medellín a los 23 años, en 2006, como contratista en la primera gobernación de Aníbal Gaviria, y pocos meses después se convirtió en asesora del despacho del gobernador para temas ambientales. Entonces comenzó su ascenso meteórico.

Fue consultora en varias corporaciones regionales y en 2009 ganó una convocatoria como profesional ambiental en EPM, donde estuvo poco más de un año. Luego la prestaron en un convenio interadministrativo a la alcaldía de Alonso Salazar, a donde llegó el último año como subsecretaria de Planeación Ambiental. Así, empató con la alcaldía de Aníbal Gaviria y luego fue subdirectora ambiental del Área Metropolitana. “Volví a EPM en 2015 como profesional ambiental y a los diez meses el gerente ambiental se fue para Aguas de Antofagasta. Entonces sacaron su puesto a concurso y me lo gané”, cuenta Joya.

Todo cambió para ella en 2018 con la contingencia de Hidroituango. Recuerda que el entonces gerente Jorge Londoño la nombró para encarar la crisis, y ella le advirtió que lo haría, pero solo Londoño y el entonces alcalde, Federico Gutiérrez, atenderían los medios y responderían preguntas.

Los trabajadores de la obra la ven como una suerte de heroína. Y sus colegas ingenieros la consideran con respeto y amistad. Todos coinciden en su carácter dulce, que se torna firme cuando toma decisiones y tiene que fabricar planes contra el tiempo. Este es un mundo de hombres rudos, pero ella se ha hecho un espacio en el que nadie la trata con paternalismo ni condescendencia.

Hoy cerca de 4.000 obreros recuperan casa de máquinas. El proyecto deberá generar con sus primeras turbinas a finales de 2021.

Llegó en su cargo para atender la crisis el 16 de mayo de 2018, tres días después de que se destaponó uno de los túneles que había tenido un derrumbe en Hidroituango. Eso causó una creciente de más de 6.000 metros cúbicos por segundo aguas abajo cuando en tiempos de invierno 2.500 son lo normal. Entonces, en Puerto Valdivia, primera población después de la presa, el agua se llevó dos puentes, dos salones del colegio corregimental y varias casas. El día que arribó ya la gente sabía que Hidroituango había pasado de ser un megaproyecto a un potencial megadesastre.

“Cuando llegué, esto estaba lleno de gente: ministros, gobernadores, militares, alcaldes, ingenieros, pero nadie terminaba de saber muy bien qué pasaba. Todos querían un informe, y yo, claro, sentía toda esa presión y pensaba en la gente aguas abajo, era mi mayor preocupación. Justo tres días después, el 19 de mayo, la Unidad Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres puso en alerta roja a Puerto Valdivia, Puerto Antioquia, Cáceres y Tarazá, pues se creía que podía ocurrir una avalancha con un caudal de 263.000 metros cúbicos por segundo. Un horror”, dice Joya.

Ana Milena no podía dormir cuando empezó la evacuación preventiva más grande que haya tenido el país: 23.918 personas tuvieron que abandonar sus hogares para dormir en carpas, ubicadas en colegios, coliseos, iglesias y fincas de las partes más altas del cañón del río Cauca. Mientras tanto, los obreros trabajaban sin descanso para alcanzar la cota 410 de la presa. Eso les daría más seguridad a las comunidades, pues el agua no pasaría por encima ni se llevaría la presa por delante. Alcanzaron ese objetivo el 24 de mayo.

Pero la felicidad duró poco, ya que el 27 de mayo ingenieros de la Armada estadounidense aseguraron que el proyecto colapsaría el 5 de junio. Ahora eso parece un chiste, pues nadie podía determinar un día exacto, y los militares gringos solo tenían información secundaria, no habían hecho excavaciones propias y mucho menos visitas a las cavernas. Por tanto, el gobernador de Antioquia, Luis Pérez, aseguró que vendría aguas abajo una avalancha de más de 20 metros de altura.

“Poco a poco fuimos trabajando. Llegó un momento en el que tuvimos que evacuar los obreros, y eso era muy difícil porque la única manera de garantizar la seguridad para las comunidades era seguir trabajando, darles fortaleza a las obras. Fueron días difíciles y yo casi no veía a mi hijo, que en ese momento tenía 4 años”.

Las poblaciones más alejadas del embalse, que habían estado en alerta roja, empezaron a retornar el 19 de julio. El 4 de noviembre se logró un hito que parecía lejano: el nivel del embalse superó la cota 405, por lo que empezó a funcionar el vertedero, y lo hizo de esta manera durante 45 días. Después, el agua siguió pasando solamente por casa de máquinas hasta que apareció un riesgo de desplome. Así, cerraron las compuertas y el caudal del río Cauca pasó de 500 a 100 metros cúbicos por segundo. Los pescadores encontraban peces muriendo en pequeños charcos, y, a la altura de Puerto Valdivia, el poderoso río Cauca era apenas una quebrada.

“Yo me senté en un pasaje que hay al frente del vertedero. Tres días estuve ahí esperando a que el nivel del embalse estuviera en la cota y que de esa manera se recuperara el nivel del río. Fue un momento muy angustiante, muy difícil. Tres días después todo empezó a volver a la normalidad”, recuerda Joya.

Sin que las complicaciones hubieran terminado apareció el coronavirus. Ana Milena ha estado al frente de la estrategia que desarrollaron cuando más de 900 obreros resultaron infectados. Ahora redujeron la mano de obra y en todas partes hay puntos de desinfección. “Hemos afrontado retos muy complicados, pero seguimos adelante y creemos que vamos a estar generando en 2022”, dice convencida.

Ella señala tres momentos que la han marcado en estos dos años largos: “Cuando pudimos garantizar todo, en julio de 2019, para cambiar la alerta roja y que la gente pudiera regresar completamente a sus casas, fue muy emocionante y el cumplimiento de un reto personal, pues yo conocí mucha gente de la que tuvo que dejarlo todo. Por otro lado, sucedió que ese mismo mes me separé, se terminó mi relación. Y ahora más reciente: dejé de ver a mi hijo cinco meses por la covid-19”.