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Estrellas ocultas

La música popular colombiana, que ha estado olvidada por décadas, podría recibir su reconocimiento internacional de la mano de Shakira, Vives y Juanes.

Oscar Collazos
23 de diciembre de 2002

El auge internacional de la música popular colombiana, los triunfos acumulados por Shakira, Carlos Vives, Juanes, Aterciopelados o Kike Santander, no ocultan la existencia de grandes compositores e intérpretes vivos. Son la sombra luminosa de quienes vienen conquistando fama y fortuna. ¿No es Joe Arroyo el más exigente compositor en su género? ¿No es Totó La Momposina la excepcional intérprete de esa tradición que une la cumbia con el mapalé? Y Pablo Flórez, el gran Pablito, ¿no mantiene acaso viva la naturaleza del porro, que él prefiere en su pureza de siempre? ¿Y Petrona Martínez, quién se resistiría a rendirle el homenaje que se merece?

Entre los grandes colombianos que hoy se escuchan en casi todo el mundo, caben estos otros: el Joe, Totó, Pablito, Petrona. El hilo que conduce de la música popular anónima a la música popular canonizada por el éxito, consentida por las grandes casas discográficas, es el hilo de la tradición. El pop y el rock, en Shakira, Juanes, Carlos Vives y Aterciopelados, no ocultan las raíces nacionales de nuestra tradición, que en Totó, Petrona y Pablo Flórez se mantiene en la totalidad de su pureza.

La historia de la música popular colombiana es una historia de olvidos o de recuperaciones tardías. En la última década, la aparición de artistas carismáticos como Vives, permitió volver los ojos a la inmediata tradición. Y empujó a una juventud, esencialmente urbana, a las ricas variantes del vallenato clásico.

Olvidada, convertida en objeto de investigaciones etnológicas, la música del Pacífico colombiano no ha contado con los favores de la difusión masiva ni mucho menos con el interés de las casas discográficas. Sigue allí, irradiando leves influencias sobre otros géneros. ¿Quién ignora la importancia de Petronio Alvarez y Enrique Urbano Tenorio, Peregoyo? El currulao es el gran olvidado de nuestras reseñas musicales, aunque lo reconozcamos en el sincretismo de Totó La Momposina y en dos de las grandes orquestas de salsa del Pacífico: Guayacán y Grupo Niche.

Nacida y cultivada en los barrios pobres de Cartagena de Indias, hace unos pocos años hizo su aparición un 'nuevo' género, en realidad un producto sincrético del Caribe: la champeta. Tuvo una rápida difusión nacional y una modesta aparición en algunos escenarios internacionales, pero donde mejor vive este híbrido de géneros antillanos es en las barriadas de Cartagena y otras ciudades de la costa Caribe. Como género, recordaba demasiados géneros para tener identidad propia.

El éxito dura a veces lo que dura un parpadeo. Al margen de lo que puedan 'durar' en los escenarios internacionales, Vives, Shakira, Juanes o Aterciopelados se han convertido en locomotoras que arrastran con la fuerza de su popularidad numerosos vagones. ¿Qué sucedería si Vives interpretara un porro de Pablito Flórez, si Shakira cantara un currulao de Petronio Alvarez? Pablito y Petronio saldrían de la discreta grandeza en la que viven sus creaciones. Discreta grandeza: así se puede definir la música colombiana que no ha conseguido dar el gran salto hacia la gloria internacional. Nunca se sabe: el salto hacia la fama es un accidente imprevisible. ¿No estuvo la gran Petrona nominada a un Grammy?

Gloria internacional, glorias nacionales. Nadie puede negar lo que ha conseguido durante años de empecinado 'populismo'. El Show de Jorge Barón convocó y cruzó todos los géneros y los paseó, en una gira casi interminable, por los más olvidados escenarios de Colombia. Su importancia no reside sólo en el hecho de ofrecer espectáculos masivos y gratuitos con casi todos los géneros musicales de Colombia. Jorge Barón convirtió su espectáculo en política cultural: musicalmente, nuestro país es un mosaico, un caleidoscopio. ¿No se encuentran en Aterciopelados el rock y Las Hermanitas Calle?