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Martha Luz Amorocho, víctima del atentado al club El Nogal, y Regis, ex miembro de las FARC. | Foto: Cortesía

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El conmovedor abrazo en El Nogal

Un exmiembro de las FARC abrazó a una de las víctimas del club explotado por esta guerrilla.

11 de noviembre de 2014

En Colombia, cada vez más, en medio de la confrontación bélica que desangra al país hay hechos que invitan a creer en la posibilidad del cese definitivo de los odios. Eso ocurrió en la fría tarde de este martes en Bogotá. En el IV Congreso de Responsabilidad Social de la Fundación El Nogal 'Paz y Reconciliación en los territorios' hubo un encuentro de reconciliación inesperado.

Ocurrió cuando 17 reinsertados de las FARC, la guerrilla que el 7 de febrero del 2003 explotó un carro bomba que dejó 36 personas muertas y más de 200 heridas, se encontraron de frente con las víctimas de tan doloroso hecho.

Ante unas 300 personas, entre senadores, líderes gremiales, empresariales, académicos y líderes de opinión, las víctimas del atentado dieron un sentido mensaje de perdón y ejemplo de reconciliación. Ante la mirada expectante del auditorio subieron Martha Luz Amorocho, quien perdió a su hijo Alejandro, de 20 años, en este ataque, y Regis, guerrillero reinsertado de las FARC.

Ambos se abrazaron. Hubo lágrimas y emocionados aplausos. Regis explicó: “Quiero que los niños de Colombia tengan mejores oportunidades, yo estaré dispuesto a pedir perdón cuantas veces sea necesario por los actos que hemos tenido; quizás en algún momento tomamos la decisión de irnos para cualquier grupo, pero hoy estamos dispuestos a lograr un país en paz y reconciliado”.

Entonces hubo un momento de silencio. En las mentes de algunos todavía estaban nítidas aquellas imágenes vistas en la carrera séptima con calle 78 alrededor de las 8:15 de esa noche dolorosa.

La escena se vio en directo por televisión: el edificio ardía en llamas, decenas de personas recubiertas de polvo y sangre deambulaban como muertos vivientes, brazos y piernas se asomaban entre los escombros, los gritos de auxilio eran ahogados por el ruido altisonante de las alarmas de los carros, y un fétido y penetrante olor a muerte se había apoderado del lugar.

Muchos decidieron pasar aquella página dolorosa para reivindicar este abrazo de reconciliación. En uno de esos gestos que de vez en cuando, cada vez con mayor frecuencia, se dan en Colombia en señal inequívoca de que la paz es posible.

Más sobre la historia de Martha se puede leer en este enlace.