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La familia que se dedicaba a robar camionetas en Bogotá

El abuelo, la abuela, el papá y el hijo hacían parte de una red que fue desmantelada esta semana, y que estaría detrás del 30% de los robos de vehículos en la capital.

8 de abril de 2017

La destreza para robar vehículos parece una condición que llevan en la sangre. El abuelo, "Edgar" fue el que empezó, y a sus 59 años ya ajusta en su prontuario con al menos 20 registros por delitos relacionados con el hurto de carros. Su hijo le siguió los pasos, tanto que ya era el líder de una banda de once personas que efectuaba alrededor del 30% de estos crímenes en Bogotá. Y el nieto, antes de hacerse mayor de edad, aprendió el "oficio".

Los investigadores de la Sijín que atraparon al joven dicen que mostraba una destreza destacada. Y en medio de la carrera criminal, aprareció la abuela, que le daba "una mano" a su esposo. Todos hacían parte de Los Ariscos, una banda especializada en jalar camionetas de gama media, de modelos anteriores al 2010, las que no contaban con sistemas de llave codificada, que dificultan el robo.

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La Policía, que les siguió la pista durante un año, los bautizó así porque eran prudentes y organizados en su accionar. No fue fácil desmantelarlos. Se movían en las localidades de Puente Aranda, Engativá, Bosa, Keneddy y Teusaquillo. Y tenían todo un protocolo para dar sus golpes.

Arrancaban en un carro "patrulla" que usaban para identificar los posibles blancos. Uno de ellos quedaba encargado de seguir a la víctima, de asegurarse de que no se percatara del robo, y de avisar sobre cualquier contingencia. Otro era el encargado de, ganzúa en mano, quebrar las cerraduras del vehículo y con un destornillador encender el motor. Y había alguien más asignado para conducir hasta los talleres donde escondían los carros. Usaban placas falsas para poder moverlos más tranquilamente por la ciudad.

Una vez tenían asegurados las camionetas, tenían dos caminos. Llamaban a las víctimas a extorsionarlas, les pedían alrededor del 30% del valor comercial del vehículo a cambio de devolverlo. La otra opción era deguazarlo y vender las partes. Es la opción más lucrativa, por la que obtenían incluso la totalidas del valor comercial del vehículo (30 o 40 millones dependiendo del caso). Pero también era el camino más arriesgado. Si le ofrecían las autopartes a cualquiera podían descubrirlos. Para eso, ya tenían toda una estructura de compradores de confianza, a la cual la Sijín también le sigue la pista.

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Todos los integrantes de la familia se dedicaban a vulnerar la seguridad de los carros, a excepción de la abuela. Ella solía acompañar a su esposo a dar los golpes. A veces, cuando el hombre olvidaba su "herramienta", ella era quien se la llevaba al "trabajo". Y se quedaba esperando a que cometiera el robo para volver a su casa juntos.

Los investigadores alcanzaron a documentar el hurto de 23 vehículos por parte de esa banda. Sin embargo, por las interceptaciones y los testimonios de las fuentes humanas, creen que podrían ser muchos más, pues la banda operaba desde hace más de un año. Podrían estar detrás de uno de los tres carros que al día se roban en Bogotá.

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"Los Ariscos" cayeron en la madrugada del martes pasado. Las autoridades adelantaron ocho allanamientos en distintos puntos de la ciudad y capturaron a once personas. Les incuataron armas de fuego, los celulares que usaban para coordinar los golpes y varias placas de carros con las que reemplazaban las de los carros robados para burlar las autoridades.

Ahora, abuelo, padre y nieto estarán juntos, pero ya no en la misma organización delincuencial, sino en la cárcel, pues el menor de ellos acaba de cumplir 18 años y ya puede ser puesto tras las rejas.