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La mano discreta que acompaña el proceso de paz

Como garante, facilitadora o asesora, la comunidad internacional es una de las columnas vertebrales de los diálogos de La Habana. ¿Quiénes son y qué hacen?

8 de agosto de 2015

Cada día que se reúnen el gobierno y las FARC en La Habana, hay dos testigos silenciosos: un cubano y un noruego. Por lo general son Rodolfo Benítez y Dag Nylander, aunque suelen rotar por allí otros diplomáticos, con rango de embajadores. Ellos representan a los países garantes, y su tarea ha sido mucho más importante de lo que se conoce.

Para empezar, Cuba es el anfitrión y eso no es poca cosa. Diez casas, la manutención y la seguridad de ambas delegaciones corren por cuenta de ese gobierno. Las FARC se sienten tranquilas allí por tratarse de un país socialista, y el gobierno, porque La Habana desde hace al menos 30 años ha prestado sus buenos oficios por la paz de Colombia con seriedad, discreción y transparencia.

Noruega, por su parte, basa su política exterior en contribuir a la paz en el mundo. Ha intervenido en procesos como el palestino-israelí, en Guatemala, y en Sri Lanka. En Colombia, desde hace por lo menos 15 años ha trabajado con los mandos militares preparándolos para el momento de una negociación política. A eso se suma su labor con desplazados y, ahora, con desminado.

Noruega financia expertos de Nepal, Irlanda, Sudáfrica y Guatemala, entre otros países, que se han reunido con ambas delegaciones para contar sus experiencias. Desde que la Mesa abordó el punto de víctimas -que implica construir fórmulas de justicia- Noruega ha financiado a los asesores jurídicos que han solicitado las FARC. Eso, contrario a lo que han dicho algunos comentaristas, no rompe su neutralidad, pues el gobierno está de acuerdo con que esto se haga. Primero, porque se trata de temas especializados en que ambas partes requieren de expertos. Segundo, porque es obvio que el Estado tiene más recursos y recorrido en esas materias, y que las FARC posiblemente no. Corregir esa asimetría favorece la dinámica de la negociación, y no solo a una parte de ella.

Benítez y Nylander han cumplido el papel silencioso de acercar a las partes en situaciones muy críticas, con reuniones privadas con cada una, tratando de acercar posiciones. En dos ocasiones se han pronunciado sobre el riesgo de mantener las hostilidades al tiempo con el diálogo. En el último comunicado que hicieron público en julio, instaban a las dos partes a desescalar la guerra y acelerar el cese bilateral, y tuvieron una respuesta contundente. Una semana después, las FARC anunciaban una nueva tregua y horas después se conocía un acuerdo para bajar la intensidad del conflicto y cambiar la metodología para ir más rápido. Se sabe que además de ese pronunciamiento, los garantes expusieron al menos diez puntos que consideran fundamentales.

“Sin los garantes este proceso jamás hubiera funcionado. Cuba puso a disposición lo mejor de su diplomacia y de su infraestructura de protocolo, y Noruega no se ha quedado atrás. Han trabajado con profesionalismo y no pocas crisis las hemos resulto gracias ellos”, dice el alto comisionado para la Paz, Sergio Jaramillo.

Hacer amigos

Una de las primeras decisiones de Santos como presidente fue reconstruir las relaciones con los vecinos, especialmente con Venezuela. Esa estrategia buscaba, entre otros objetivos, facilitar el proceso de paz. Tanto Chávez como Maduro fueron claves durante los primeros acercamientos, en la fase secreta. Incluso Venezuela fue una especie de ‘puente’ de entrada y salida de las delegaciones de las FARC, cuando la confianza entre esta y el gobierno no era suficiente como para hacer traslados directamente desde la selva colombiana, como se hacen hoy. Venezuela y Chile juegan como facilitadores y, aunque no van a la Mesa, están al tanto de todo su desarrollo.

Pero si el papel de garantes y facilitadores ha sido determinante, la comunidad internacional será aún más importante en el futuro. La famosa académica Bárbara Walters demostró hace más de 15 años que la mitad de los acuerdos de paz fracasan después de firmados, y que los que han tenido éxito han contado con un tercero internacional que les ayude a verificar su cumplimiento. Con esta lección sobre la mesa, Colombia ha ido diseñando una estrategia para involucrar gobiernos extranjeros y a los organismos multilaterales en función de las necesidades.

Por eso, el gobierno y las FARC acordaron invitar a la ONU y a Uruguay para que asesoraran el diseño del cese bilateral del fuego y la dejación de armas. El domingo pasado ya estuvo una comisión de las primeras en Cuba, encabezada por el subsecretario general para Asuntos Políticos, Miroslav Jenka, quien con su equipo escuchó a las partes sobre cómo se imaginan la participación de la ONU en el fin del conflicto.

Las FARC aspiraban, seguramente, a que Unasur fuera el otro organismo asesor. Sin embargo, dado que es nuevo y no tiene la experiencia, se pactó que fuera Uruguay, como presidente actual de Unasur, ya que es el octavo país en el mundo con misiones de paz en el extranjero y el primero en América Latina. Esta tarea estará a cargo de José Bayardi, exministro de Defensa de su país.

Cuando se firme el acuerdo de paz y empiece, como reza el documento marco, el proceso simultáneo de cese bilateral definitivo y la dejación de armas, sin duda se requerirá una misión internacional para la verificación, que aún no está pactada. Así mismo para la aplicación de los acuerdos.

El gringo ahí

Estados Unidos también ha mostrado su respaldo al proceso al nombrar a Bernie Aronson como enviado especial del presidente Barack Obama. Hasta ahora Aronson ha viajado seis veces a La Habana, y se ha reunido con cada delegación por separado. Estados Unidos ha sido en la práctica un actor más del conflicto, pues se ha involucrado en él con la ayuda militar. Y hay temas muy sensibles de la negociación que involucran tratados con ese país, como el narcotráfico y la extradición. Obama se ha jugado sus últimos meses todas las cartas a una diplomacia por la paz sin precedentes. Colombia, si bien puede no tener mucho peso en su mapa geoestratégico, es un frente donde para él es mejor tener paz que guerra.

Habrá que ver si los gringos, que financiaron tanto la guerra en Colombia, se meterán la mano al dril en el posconflicto, y como asumirán los cambios que haga el país.

Los europeos pasan el sombrero

Los europeos por su parte han anunciado un fondo fiduciario que arranca con 26 millones de euros que se desembolsarán contra proyectos durante el posconflicto. A pesar de las expectativas, muchos países del viejo continente tienen el cinturón apretado o enfrentan problemas más urgentes como la diáspora africana y la debacle de Grecia.

No obstante, Alemania nombró a Tom Koenigs como delegado para el proceso de paz, quien por el momento tiene la misión de coordinar los esfuerzos de ese país para apoyar la construcción de paz en Colombia.

Capítulo aparte merece el Vaticano, cuya intervención se da por descontada. Se sabe que la guerrilla ha usado como puente con el papa Francisco a la comunidad laica de Sant’Egidio, que tiene fuerte influencia en Roma, y cuya vocación histórica ha sido ayudar en procesos de paz. Santos por su parte se reunió con el papa en Roma, y este, al parecer, le prometió que cuando haya acuerdo vendrá a bendecirlo.

Todo este panorama demuestra que aunque el conflicto colombiano no ha sido nunca relevante en el contexto internacional, muchos ojos en el mundo están pendientes de su desenlace. La intervención de estos países puede ser una prenda de garantía para el cumplimiento cabal de los acuerdos, lo que finalmente será el mayor desafío.