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Herencia maldita

Con la captura del capo Diego Montoya se le dio un gran golpe a una organización criminal, pero el narcotráfico y la violencia siguen intactos.

15 de septiembre de 2007

La noticia le dio la vuelta al mundo. No era para menos. Al fin y al cabo, Diego Montoya Sánchez era uno de los 10 hombres más buscados por el FBI, después del terrorista Osama Ben Laden. 'Don Diego' arrancó a los 20 años en el negocio de la droga. Llegó a tener un ejército de 600 hombres para que lo protegieran y alcanzó a amasar una fortuna tan descomunal, que las autoridades aún no han podido calcularla. Pero ese inmenso poder económico y militar no fue suficiente para evitar que terminara capturado el lunes de la semana pasada por un comando especial del Ejército. En la madrugada fue sorprendido por los soldados en una humilde finca en el Valle del Cauca, en ropa interior y escondido bajo la manigua.

A diferencia de Juan Carlos Ramírez Abadía, 'Chupeta', Montoya no había acudido a la cirugía plástica para cambiar su aspecto. Sin embargo, no era el mismo hombre corpulento y sin barba que aparecía en las fotografías que tenían las autoridades y en los afiches de recompensa que ofrecían cinco millones de dólares por su captura. Había perdido varios kilos. Las secuelas de las cinco operaciones de cadera a las que fue sometido como consecuencia de un accidente de tránsito se veían reflejadas en una notoria cojera. Aunque estaba esposado y custodiado por soldados, conservaba la misma mirada intimidante con la que durante mas de dos décadas bañó de sangre decenas de municipios en el norte del Valle.

En esa región nadie olvida la guerras que libró 'Don Diego'. A principios de los años 90, para vengarse de una extorsión del EL N, asesinó a 100 personas en la población de Trujillo. Los cadáveres de esa matanza fueron arrojados a las aguas del río Cauca, que se convirtió en el cementerio más grande del Valle del Cauca.

Tras la muerte de sus jefes, los capos Iván Urdinola y Orlando Henao, emprendió otra guerra. Esta vez contra el cartel de Cali. Montoya ascendió rápidamente y ocupó un lugar privilegiado en la mafia del norte del Valle. Junto a él, otro personaje también había surgido con fuerza como uno de los nuevos capos: Wílber Varela, alias 'Jabón', quien durante la última década se convirtió en su peor enemigo. Cada uno conformó su propio ejército sicarial, denominados 'Los Machos' y 'Los Rastrojos', quienes se han enfrentado en batallas a muerte por quedarse con el control del Cañón del Garrapatas, una zona clave para el tráfico de drogas. Esa guerra se libró no sólo en las zonas rurales, sino que se sintió con fuerza en Cali. Aún son recordadas las masacres en discotecas y la muerte selectiva de abogados y testaferros de lado y lado.

Ese conflicto obligó a las autoridades a incrementar la persecución contra los dos capos. La guerra quedó en un segundo plano y 'Don Diego' y 'Jabón' tuvieron que dedicar sus esfuerzos a esconderse. Varela se refugió en Venezuela y Montoya prefirió quedarse en el norte del Valle. La penetración que durante años había conseguido en la Fuerza Pública le permitió a Montoya permanecer seguro en su propio territorio. Eso quedó en evidencia hace pocos meses, cuando se descubrió que una veintena de oficiales del Ejército trabajaban para él. Lo protegían y alertaban de acciones de las autoridades en su contra. Lo que no sospechó el capo es que justamente esa infiltración era el comienzo del fin de su carrera en el mundo de la mafia. El propio Ejército, junto con la Fiscalía, no sólo desmanteló el grupo de militares al servicio de Montoya. sino que fueron precisamente los avances de esa investigación los que les permitieron a los militares anotarse un hit con la caída del capo.

La euforia por la captura de 'Don Diego' fue opacada a finales de la semana cuando el gobierno y el Inpec protagonizaron un bochornoso incidente durante el traslado del capo a la cárcel de máxima seguridad en Cómbita, Boyacá. El jueves el helicóptero militar que llevaba al narco fue devuelto dos veces a Bogotá. Cuando finalmente llegó a Cómbita, Montoya ingresó a la prisión y en esa aeronave fueron enviados a la capital los ex jefes paramilitares Carlos Mario Jiménez, alias 'Macaco', y Diego Fernando Murillo, alias 'Don Berna'. Este último fue recluido en la cárcel La Picota y 'Macaco' fue enviado al buque de guerra ARC Almirante Padilla en el Caribe.

El viernes 'Don Berna' fue devuelto a Cómbita y 'Don Diego' fue enviado a la corbeta ARC Antioquia en el Pacífico. En un intento desesperado por explicar la absurda situación, el director del Inpec, general (r) Eduardo Morales, sostuvo que Cómbita se había convertido en una bomba de tiempo, ya que esos tres pesos pesados del narcotráfico no podían estar en el mismo centro de reclusión. Es increíble que ni siquiera en una cárcel de máxima seguridad como Cómbita, que se supone es la más segura de Colombia y en la que se han invertido millones de dólares, se puede garantizar que no pase nada.

Hace varios meses se descubrió que la misión que tenía el grupo de militares que trabajaba para 'Don Diego' no sólo era la de protegerlo, sino enviar un comando elite para rescatar a su hermano Eugenio, preso en Cómbita. A pesar de las burlas que produjo el desordenado traslado de 'Don Diego' y de los ex jefes paramilitares, el intento de rescate de Eugenio es un precedente que no se puede minimizar y justificaría de algún modo la decisión del gobierno. Al fin de cuentas, 'Don Diego' tiene un ejército de por lo menos 600 hombres dispuestos a hacer lo que sea por su patrón.

Los herederos

Uno de los hombres que quedaron al frente de ese ejército sicarial, conocido como 'Los Machos', es Óscar Varela García, alias 'Capachivo'. Al igual que su jefe se inició en el mundo del narcotráfico de la mano de Iván Urdinola y de Hélmer 'Pacho' Herrera. Tras la muerte de estos y de la división del cartel del norte del Valle, 'Capachivo' decidió trabajar con 'Don Diego' y no con Wílber Varela, 'Jabón'. Aunque 'Capachivo' lleva varios años al lado de Montoya, su nombre salió a la luz pública a raíz de la masacre de Jamundí, en donde un grupo de 10 policías de la Dijín fueron muertos por un comando del Ejército.

Desde cuando se perpetró esta masacre, en mayo de 2006, una de las hipótesis de la Fiscalía ha sido que los militares involucrados estaban protegiendo a Diego Montoya y en esa operación buscaban evitar que 'Capachivo' fuera capturado por los hombres de la Dijín. Por esa época la Policía había logrado golpear la estructura de mayor confianza de 'Don Diego': 21 de sus más importantes hombres habían sido capturados, incluidos dos de sus hermanos y un sobrino. De estos ya han sido extraditados siete, entre ellos su hermano Juan Carlos Montoya Sánchez.

Junto con 'Capachivo', otros dos hombres, de la misma importancia, son para las autoridades los herederos y quienes actualmente manejan la organización criminal de Diego Montoya. Uno de ellos es Gildardo Rodríguez Herrera, conocido como el 'señor de la camisa'. De 39 años de edad, es un ex guerrillero que desde hace una década está al lado de Montoya y quien hasta el momento de la captura del capo era su jefe de seguridad. El otro hombre clave es Jorge Iván Urdinola Perea. Conocido con el alias de la 'Iguana', es primo del extinto Iván Urdinola Grajales y se asoció con Montoya. Fue encargado por el capo de los laboratorios de droga en el Cañón de Garrapatas y en Chocó.

Estos tres hombres aprendieron al lado de Montoya los secretos del negocio y a utilizar el poder económico e intimidador de su organización. Si bien es indiscutible que la captura de Montoya es un duro golpe al narcotráfico, no se puede cantar victoria ni bajar la guardia. No sólo el negocio de la cocaína continúa pujante en esa zona del país, manejado ahora por los herederos de 'Don Diego', sino que éstos siguen enfrentados a la organización de Wílber Varela, que dentro del bajo mundo cree que está ganando la guerra tras la captura de su archienemigo. Y es que el grupo de Varela es mucho más temido. Aunque se dice que el capo buscó refugio en Venezuela para garantizar su seguridad, según la Policía siete de sus hombres quedaron al frente de sus negocios y de su ejército sicarial, 'Los Rastrojos'. Aunque los nombres de 'los herederos' de Varela no son muy conocidos, dos de ellos sobresalen. Gilmer Humberto Quintero, alias 'Cabezón', y Jaime Alberto Marín, alias 'Beto' (ver recuadro).

Si bien es cierto que las autoridades vienen desde hace muchos años persiguiendo estas organizaciones y han dado duros golpes con la captura de importantes capos, como Montoya, también han aceptado el hecho de que "a rey muerto, rey puesto". Así ha ocurrido con los grandes grupos mafiosos que le han dado una triste fama internacional al país. Tras la muerte de Pablo Escobar y la extradición de los hermanos Rodríguez Orejuela, los carteles de Medellín y Cali murieron como tales, pero tras ellos surgieron nuevos grupos. Ahora, con la captura de 'Don Diego', el cartel del norte del Valle está agonizando, pero el negocio no se ha acabado ni la sangre se ha dejado de derramar. Mientras el negocio del tráfico de droga siga siendo tan rentable, siempre surgirá un nuevo capo a quién perseguir. Esa es la herencia maldita del narcotráfico.