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| Foto: Guillermo Torres

CONTROVERSIA

Juan Carlos Vélez: ¿su error fue decir la verdad?

La entrevista del gerente administrativo de la campaña del No fue un tiro en el pie, que le significó un regaño de Uribe y de paso su salida del Centro Democrático.

8 de octubre de 2016

Juan Carlos Vélez estaba tan orgulloso de la entrevista que le había dado al diario La República, que la compartió en su propio Twitter antes de desatar el escándalo. El diálogo entre él y el director del periódico, Fernando Quijano, duró 1 hora y 40 minutos. Los apartes que aparecieron publicados representan no más de diez minutos. Eso, sin embargo, bastó para dinamitar su carrera política y obligarlo a renunciar al Centro Democrático.

Vélez pretendía mostrar un ejemplo creativo y exitoso de marketing político. Contó cómo se definían claramente los targets según estratos y regiones, y el mensaje específico que debía llegar a cada uno de ellos. También reveló que el eje estratégico era no enfocarse en el contenido de los acuerdos, sino en crear indignación para que “la gente saliera a votar berraca”. Según él, esa había sido una recomendación de asesores panameños y brasileños.

En teoría, todas las campañas políticas buscan apelar a las emociones, y la del Centro Democrático se centró en dramatizar el cuento del ‘castro-chavismo’ con temas como la entrega del país a las Farc, la presidencia de Timochenko y el fantasma de Venezuela. Pero el problema fue que Vélez incluyó en su explicación afirmaciones abiertamente falsas. Por ejemplo, la eliminación de subsidios a los pobres para mantener a los guerrilleros.

También suministró los nombres de las cinco empresas que habrían financiado principalmente la campaña del No, que serían la Organización Ardila Lülle, Grupo Bolívar, Grupo Uribe, Corbeta y Codiscos. Asimismo dijo que la campaña, la “más barata y efectiva de la historia”, había costado 1.300 millones de pesos.

Todo lo anterior al día siguiente explotó en los medios y se volvió viral. El más indignado de todos pudo haber sido el expresidente Álvaro Uribe, quien en términos poco diplomáticos desautorizó de un tajo a quien había sido el gerente administrativo de su campaña. Voces del Sí comenzaron a invocar el concepto de fraude en las elecciones, y el propio Juan Carlos Vélez no solo pidió perdón, sino que renunció al partido.

Algo que llama la atención del escándalo es que se buscó estigmatizar de alguna forma a las empresas y personas que hicieron aportes económicos a la campaña del No. Algunos de ellos lo negaron y otros manifestaron que habían contribuido por igual a los dos bandos. Sin embargo, no deja de ser insólito que en una democracia se pretenda endilgar algún tipo de sanción social a unas compañías que tienen todo el derecho de tomar partido en la causa que mejor les parezca. No es necesario hacerle un aporte equivalente a la contraparte. En el plebiscito era exactamente igual de legítimo financiar el Sí como el No. Es muy reprochable que se haya creado una controversia alrededor de este punto.

Pero no hay duda de que Juan Carlos Vélez tuvo una metida de pata monumental. En cierta forma, su caso se parece al de Yidis Medina. Los dos hicieron cosas que se ven en política todos los días, pero que solo se convierten en delito cuando se confiesan. Por cuenta de la entrevista, el fiscal Néstor Humberto Martínez anunció que iba a empezar una investigación para ver si el exsenador uribista había incurrido en maniobras engañosas que constituyen fraude al sufragante.

Sin embargo, como las campañas políticas por naturaleza recurren con frecuencia a la desinformación y a la guerra sucia, es poco probable que este episodio tenga consecuencias de tipo penal. Como dijo el fundador de la Alemania moderna, Otto von Bismarck, “nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería”.