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'Juan Joyita'

Un joven de 16 años, apoyado por su mamá y un tío, extorsionó a cerca de 30 mujeres, la mayoría profesoras universitarias, a cambio de no revelar los videos y las fotografías de los encuentros sexuales que sostenían con él.

13 de junio de 2004

Juan Carlos Forero cumplió 16 años el pasado 23 de enero y a su corta edad es el dueño de un récord bastante inusual. Durante los últimos 10 meses fue el amante de 27 mujeres. Todas por lo menos 20 años mayores que él. La mayoría casadas y con hijos. Casi todas respetadas profesoras de algunas de las mejores universidades de Bogotá.

La cifra y el alto perfil de las mujeres involucradas sin duda llama la atención, mucho más considerando que se trata de un adolescente. Sin embargo, detrás de la que parecería ser la extraordinaria historia de un precoz gigoló realmente está uno de los casos de extorsión más insólitos descubiertos por la Policía.

Hasta hace poco más de un año la vida de Juan Carlos era relativamente parecida a la de muchos jóvenes de su edad. Le gustaban el fútbol, los juegos de video y pasar los días en las calles del barrio con sus amigos. A diferencia de la mayoría de sus compañeros, que no podían ocultar en sus cuerpos y sus rostros las marcas propias de la adolescencia, Juan Carlos revelaba más años de los que realmente tenía. Esa ventaja le permitió ingresar sin problemas a lugares para mayores de 18 años cuando en realidad sólo tenía 14 y le facilitaba relacionarse con personas mayores que él. Juan Carlos era la envidia de muchos de sus amigos del barrio San Miguel, al sur de la ciudad. No sólo cumplía con uno de los sueños de cualquier adolescente, el de parecer mayor, sino que además tenía rasgos de adulto, una estatura por encima del promedio de la de sus amigos, ojos verdes y era 'caribonito'. La suma de todos estos factores hicieron que las adolescentes lo consideraran "el más pinta del barrio", situación que no dudó en capitalizar. Pasó de novia en novia, e incluso, poco después de cumplir los 15 años dejó embarazada a una adolescente de su edad con quien tiene un hijo de un año.

Sexo, mentiras y extorsión

Mientras Juan Carlos se dedicaba a disfrutar de los placeres de ser un embrión de 'Casanova' su mamá, Sandra Gómez Correal, trataba de conseguir el sustento para él y sus dos hermanos trabajando como empleada doméstica. De lunes a sábado la mujer realizaba el aseo en diferentes casas en el norte, la mayoría de profesoras de importantes universidades de la capital entre las que era bien conocida.

Las aventuras de Juan Carlos no eran desconocidas para su mamá. Sin embargo, ella se dio cuenta de que el amplio gabinete de conquistas de su hijo no se limitaba a adolescentes. Empezó a notar que, a pesar de no tener dinero, su hijo llegaba a la casa con camisas, chaquetas, jeans, lociones o cachuchas nuevas con el argumento de que se trataba de regalos de amigas. A la mamá no le tomó mucho tiempo enterarse de que el nuevo guardarropa de su hijo era producto de los 'regalos' de algunas de sus vecinas y unas cuantas dueñas o administradoras de tiendas del barrio que estaban involucradas en fugaces romances con él. En ese instante se percató de que la apuesta figura de su hijo y las precoces habilidades amorosas que había desarrollado podían convertirse en la salida de sus problemas económicos.

Lejos de reprochar al adolescente por sus acciones terminó proponiéndole un negocio que los sacaría de pobres. La idea era sencilla: Juan Carlos ya no recibiría lociones o jeans como compensación por sus 'servicios' sino que debería empezar a pedir dinero en efectivo a las mujeres con las que sostendría relaciones sexuales. Al joven la idea no le disgustó para nada. No sólo iba a tener dinero sino que, contaba con la aprobación de su mamá.

El plan, no obstante, tenía un punto débil. Existía la posibilidad de que algunas de las mujeres sencillamente se negaran a pagar o simplemente se limitaran a entregar sumas de dinero muy pequeñas. La solución a este inconveniente fue tan macabra como práctica. Decidieron que como la mayoría eran casadas y, obviamente, mantenían en secreto sus encuentros con Juan Carlos, la mejor forma era presionándolas. Decidieron que lo más efectivo era grabar en video y tomar fotografías del joven mientras mantenía relaciones sexuales con las mujeres.

Le contaron del 'negocio' a un tío, Jorge Correal, quien tenía una cámara de video y otra de fotografía. El hombre no dudó en ofrecer sus servicios y sugirió que el escenario ideal para hacer las grabaciones sería la propia casa de Juan Carlos, la cual ya venía siendo utilizada por el adolescente para sus encuentros. Para el muchacho, su mamá y su tío era claro que con el video y las fotos en la mano estas mujeres casadas no se podrían negar a las exigencias económicas. Y no se equivocaron.

Las primeras víctimas fueron las vecinas y las pequeñas comerciantes del barrio que de tiempo atrás tenían relaciones con el joven. Las sumas de dinero no eran muy altas y oscilaban entre los 500.000 y los 2.000.000 de pesos. Con la sangre fría de un experimentado delincuente, el propio Juan Carlos se encargaba de chantajear a sus víctimas pocos días después de los encuentros sexuales. Desconcertadas y con el corazón roto, las mujeres reunían como podían la suma exigida, y una vez pagaban recibían el video y las fotos. Obviamente no querían volver a saber nada del adolescente.

Propuestas 'indocentes'

El 'negocio' prosperó rápidamente. Una vez exprimieron a las víctimas del barrio, Juan Carlos empezó a utilizar sus tácticas de Don Juan en otros sectores del sur de la ciudad. Con la ayuda de su mamá y su tío buscaba a potenciales nuevas víctimas. Generalmente trataban de encontrar a las dueñas de pequeños almacenes, a quienes se les presentaba como un hombre de 25 años y hábilmente las abordaba y convencía de ir a su casa para sellar su conquista.

A mediados del año pasado y dado el éxito obtenido la banda decidió que era hora de empezar a buscar víctimas que estuvieran en capacidad de pagar sumas mucho mayores. A pesar de que las extorsiones realizadas en el sur de la ciudad dejaban buenos dividendos, la mamá de Juan Carlos nunca abandonó su trabajo como empleada doméstica en el norte de la ciudad. Por eso se animó a proponer una idea que, aunque sonaba descabellada, resultó muy efectiva: acudir a sus clientes. Se trataba de profesionales exitosas, la mayoría con importantes cargos en universidades prestigiosas, con ingresos muy superiores a los de las víctimas que habían conseguido.

Como se trataba de un perfil de mujeres diferente al que estaba acostumbrado a tratar, y era evidente que Juan Carlos no podría acercarse a ellas tan fácil y directamente como lo hacía con sus anteriores víctimas, su mamá empezó a desempeñar un papel más importante en las extorsiones. Lo más difícil era conseguir que las mujeres conocieran al muchacho. Para ello Sandra hizo que el adolescente llegara hasta los apartamentos en donde estaba realizando labores domésticas con el argumento de que iba a recogerla. Una vez en la puerta del edificio, les decía a las dueñas de la casa que acababa de llegar su hijo y quería que lo conocieran. El muchacho y su madre repetían este procedimiento en varias ocasiones hasta cuando lograban ganarse la confianza de la dueña de la casa, quien se familiarizaba con el adolescente. Después de superar esta fase todo quedaba en manos de Juan Carlos.

Acudiendo a su gran habilidad comenzaba a cortejar a las mujeres hasta conseguir que cayeran en sus redes. Era una labor más larga y dispendiosa que con sus primeras víctimas, ya que los encuentros por lo general ocurrían en sitios muy distantes a su casa, en donde el tío tenía preparado todo el equipo de video y fotografía. Con paciencia dejaba pasar el tiempo necesario hasta cuando finalmente llegaba el momento en que las mujeres accedían ir a su casa en el sur de la ciudad para sostener sus encuentros sexuales. Después de esa 'visita' la extorsión quedaba lista.

A aquellas que trabajan en universidades las amenazaba con pegar las fotos de los encuentros en las carteleras de los claustros y a las que eran casadas, les decía que haría llegar una copia del video a sus esposos. Como si esto fuera poco, Juan Carlos también les revelaba su verdadera edad y les decía que si no pagaban la suma que pedía no sólo las destrozaría social y familiarmente sino que las denunciaría penalmente por corrupción de menores. Frente a ese panorama a las mujeres no les quedaba otra opción que pagar y guardar silencio.

Ante la imposibilidad de contarle a alguien lo que había sucedido, muchas de ellas se vieron obligadas a pedir préstamos a escondidas de sus familias y amigos para poder cumplir con las sumas exigidas que oscilaban entre los 15 y los 20 millones de pesos. Algunas de las mujeres pensaron que con la entrega del dinero saldrían del infierno que estaban viviendo. Pero se equivocaron.

En teoría, al pagar la extorsión las víctimas recibían el video y las fotos originales. Sin embargo, cuando Juan Carlos, su mamá y su tío se veían cortos de dinero, o no conseguían nuevas víctimas, llamaban de nuevo a algunas de las mujeres que ya habían pagado la extorsión y les hacían nuevas exigencias, enseñándoles las copias que tenían de las fotos y el video. Algunas terminaron pagando varias veces. El hermano de una mujer a quien le cobraron en tres oportunidades fue la pieza clave para terminar la corta y lucrativa carrera delictiva del adolescente y su familia.

A mediados de abril pasado, el hombre fue al apartamento de su hermana, profesora de una de las mejores universidades de Bogotá, y notó que la mujer estaba en la quiebra, había vendido sus joyas y estaba por empeñar todos sus electrodomésticos. Su hermana le confesó que estaba siendo extorsionada, pero nunca le dijo el motivo y le advirtió a su hermano que no iba a poner una denuncia. El hermano salió para el Gaula de la Policía y contó lo que estaba ocurriendo.

Uno de los oficiales buscó a la mujer y logró persuadirla de que le contara el caso. Después de mucho insistir, ella accedió. Le contó que había tenido una 'aventura' con Juan Carlos en octubre de 2003 y le dijo que en noviembre de ese año y marzo de 2004 había pagado dos extorsiones por 27 millones de pesos. Le dijo que el adolescente había vuelto a aparecer a comienzos de abril y que tenía hasta el 15 de ese mes para pagar una tercera extorsión por 15 millones de pesos.

Los miembros del Gaula comenzaron un operativo para capturarlos. Con los datos suministrados por la profesora realizaron el seguimiento y las intercepciones telefónicas a Juan Carlos, su mamá y su tío. El día del pago convencieron a la profesora de acudir a la cita y hacerle creer al adolescente que iba a pagar. Al caer la tarde del día pactado el muchacho llegó a cobrar su botín. Pero no contaba con que a su alrededor había 15 agentes encubiertos esperando que recibiera el dinero de la extorsión. Cuando esto sucedió el joven fue arrestado, al igual que su mamá y su tío que esperaban a pocos metros del lugar en un taxi.

Las investigaciones establecieron que tan sólo entre agosto de 2003 y abril de este año 27 mujeres fueron víctimas de la red. Al momento de ser arrestados Juan Carlos, su mamá y su tío no sólo recibieron el peso de la ley sino que por un breve instante se dieron cuenta de la horrible sensación de ser grabados a escondidas. Toda la extorsión fue grabada por dos cámaras, y las cintas de video del Gaula y hacen parte de las pruebas que hoy tienen tras las rejas al protagonista de una de las extorsiones más inauditas en la historia judicial del país.