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La Alianza Social Indígena: ¿de partido a fábrica de avales?

Si bien Mockus y Fajardo fueron alcaldes con su credencial, ahora se abre un debate porque sus directivas cambiaron el nombre de la organización y hay casos en que otros avalados terminaron en líos durante sus gestiones en cargos de elección popular.

César Paredes, periodista de Semana.com
6 de julio de 2011

La Alianza Social Indígena (ASI) es el tercer partido con más historia después de los tradicionales Liberal y Conservador. Junto con la Constitución de 1991 cumplió 20 años, gracias a la apertura que hizo la Carta a la participación política.

Tras las reformas del 2003 y el 2009, que buscaron fortalecer las organizaciones políticas y establecieron requisitos más rígidos para su constitución jurídica, fue el único sobreviviente entre los más de 70 movimientos creados hace dos décadas. ¿La razón? La ASI mantuvo su personería jurídica porque durante dos décadas ha conquistado circunscripciones indígenas, que no exigen mantener el umbral mínimo de votación.

No obstante, también ha sido reconocida por avalar las candidaturas de figuras importantes de la política como Antanas Mockus, dos veces en Bogotá, y Sergio Fajardo, en Medellín, quienes fueron aplaudidos por sus gestiones.

A pesar de no ser indígenas, el partido consideró que esos nombres podrían representar sus intereses que se enmarcan en cuatro principios: “no matar, no robar, amar la naturaleza y ser comunidad”.

El indigenismo, para varios analistas políticos, se convirtió en una marca codiciada. “Pero el afán de tener votos abre la puerta a que la organización pierda su identidad entregando avales a Raimundo y todo el mundo”, dijo a Semana.com Henry Caballero, militante de la ASI en Cauca.

El cambio de nombre

La ASI cambió la palabra “indígena” por “independiente” de su nombre. La decisión fue aprobada por una resolución de la Dirección Nacional del partido en agosto del 2009. Sin embargo, el Consejo Nacional Electoral no aceptó el cambio por considerar que la decisión no era compartida por toda la colectividad.

La decisión fue refrendada por una Convención Nacional celebrada en enero de este año en Cali. Y nuevamente, el CNE está revisando si la decisión se ajustó a lo que indican los estatutos.

Con el cambio de nombre, la ASI busca crecer como movimiento político, ampliar sus bases y tratar de que no los sigan viendo sólo como el ‘partido indígena’.

El cambio no es menor, pues para el sector mayoritario significa la apertura de la organización, y para otro, que defiende su origen indígena, la renuncia a su identidad.

El debate se remonta a su nacimiento. La organización fue el fruto de las luchas indígenas. Pero también desde un principio estaba claro que el proyecto político debía enarbolar otras banderas diferentes a las de las minorías étnicas.

Según Miguel Galvis, quien pertenece a la organización desde su nacimiento, “la ASI desde el comienzo ha sido un partido de ciudadanos, diferente a AICO, cuya convención nacional está conformada por las autoridades elegidas por los cabildos. De hecho, en el nombre de la ASI aparece primero la palabra social y después sí la indígena”.

No obstante, Caballero considera que el cambio de nombre no responde al objetivo de hacer más incluyente el partido “porque hay personas que han recibido el aval y después se sienten incómodos con el nombre del proyecto político”.

En su criterio, la creación de la ASI tuvo como objetivo la construcción de un proyecto político que a partir de la experiencia indígena —sin ser indigenista— vinculara a otros sectores de la sociedad.

Camilo González Posso, director del Instituto de Memoria Histórica, explicó que en la ASI muchos indígenas de Cauca encontraron una posibilidad de representación política.

“El cambio de denominación desfigura su identidad y entra en un torbellino incierto de sus valores, pues se convierte en una oficina de entrega de avales”, dijo.

El presidente del partido, Alonso Tobón, por su parte, ha dicho que el cambio de nombre se justifica, pues ahora la organización está integrada en su mayoría por otros sectores sociales distintos al indígena.

El problema de los avales

El debate de fondo, sin embargo, pasa por la entrega de los avales. Aunque los integrantes del partido consideran un acierto haberles entregado avales a exalcaldes como los mencionados, esta asignatura se ha convertido en un dolor de cabeza.

El caso más reciente fue el aval al alcalde de Cartago, Valle del Cauca, Germán González Osorio. El burgomaestre está detenido en su casa por su presunta comisión del delito de contrato sin cumplimiento de los requisitos legales.

En reemplazo de González, el partido postuló una terna integrada por un nominado de la Dirección Nacional, otro por la dirección departamental y otro por la dirección municipal.

El elegido finalmente fue Víctor Hugo Guevara Ramírez, quien fue impulsado por la dirección municipal. Guevara, una vez elegido por el gobernador del Valle, Francisco José Lourido, en una entrevista con ElPais.com.co negó pertenecer a la ASI. Dijo: “Yo no milito en la ASI, sólo fui recomendado por una dirigente regional. Se llevaron mi hoja de vida, les gustó, hablaron conmigo y mandaron la terna”.

Además de haber negado que el partido lo postulara, Guevara admitió que una reconocida dirigente política del departamento metió la mano para su designación. Por esta razón, un grupo de ciudadanos pidió su destitución por lo que consideran una violación al debido proceso.

Guevara pidió una rectificación a ese medio de comunicación por lo que consideró una interpretación de sus declaraciones. Sin embargo, El País se ratificó una vez revisó la grabación de la entrevista, que, además, puso a disposición de sus usuarios.

El caso es emblemático de lo que resulta de entregar un aval a una persona que necesita un partido, pero que no tiene un compromiso con un proyecto político. “En eso hemos sido de malas”, dijo Galvis refiriéndose al caso de Cartago. El dirigente prefirió no ahondar en la polémica, pero reconoció que fue un desacierto permitir que otras personas de otros partidos se aprovecharan del nombre de la ASI.

Para el politólogo Fernando Giraldo, quien fue uno de los postulados en la terna para reemplazar a González, “no se explica cómo la ASI en 20 años no ha podido crecer como partido. Los votos que muestra son de las personas que han sido elegidas pero que no tienen ningún compromiso y después se van”, dijo.

Advirtió, sin embargo, que eso ha ocurrido porque sus dirigentes "nunca han reclamado fidelidad y han sido muy flexibles”.

González fue elegido en el 2007 por la ASI con 24.410 votos. En el 2003, sin embargo, el partido no había obtenido votos porque no presentó candidato. Y en el 2010 los representantes a la Cámara apenas sacaron 379 en Cartago. La disparidad en los números demuestra que los votos de la ASI no son votos de militancia, lo que preocupa a personas como Caballero.

Galvis indicó, sin embargo, que eso se está corrigiendo. Dijo por ejemplo que para las próximas elecciones es obligatorio crear comités municipales, previos a la entrega de cualquier aval. “Lo que nos interesa es que los acuerdos con otros partidos obedezcan a procesos organizativos. Hasta ahora la organización se ha fortalecido desde abajo”, dijo.
El partido busca ahora no sólo dar la pelea por las circunscripciones especiales, sino alcanzar las ordinarias y mantener la personería jurídica. Los indígenas están de acuerdo con esa apuesta, pues son conscientes de que hay que ampliar el espectro electoral. La sola representación en el Congreso durante dos décadas, expresada en las curules especiales, no ha significado la aprobación de una sola de sus propuestas. Lo que no quieren es que se pierdan toda la tradición y la experiencia conquistada en el proceso político que nació de la reivindicación de sus tradiciones.

Pero la ampliación de su electorado supone un reto enorme, pues el umbral será más exigente a partir del 2014. Los partidos deberán sacar más del 3 por ciento de los votos sufragados en el nivel nacional para continuar existiendo, según la reforma política del 2009. Por eso la organización se ha propuesto exigir a quienes avalen que permanezcan en el partido y gobiernen con él, en caso de llegar a ser elegidos.

Está por verse si lo que los críticos llaman “el afán por crecer” termina en su disolución como lo auguran algunos, o por el contrario les permita constituirse en una alternativa de poder.