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El único de los cinco de la bancada de gomelos que tiene más de 30 años es Wilson Duarte, del Polo (en el centro). Escrucería, de 22 años, de Convergencia Democrática, declara ingresos mensuales de 80 millones de pesos, y Javier Palacio, de La U, de 30 años, se le ha visto llegar al Concejo en camioneta Hummer

CAPITAL

La bancada de los gomelos

La crisis en el Concejo de Bogotá dejó al descubierto a un grupo de cinco jóvenes que pueden convertirse en una pesadilla para el Alcalde.

14 de febrero de 2009

Cuando se conocieron los resultados de las elecciones de 2007, los conocedores de los intríngulis de la política levantaron una ceja, con una mezcla de incredulidad y estupor. Pero en ese momento nadie dijo nada. En la lista del Concejo de Bogotá había sido elegido un puñado de jóvenes de menos de 30 años que si bien tenían una vida política apenas por estrenar, sus padres ya habían escrito páginas no muy gratas en la historia del país.

El asunto podría quedar como un simple azar del destino, una anécdota sin consecuencias, pero esta semana ese grupo de jóvenes se convirtió en noticia. Uno de ellos, Rafael Alberto Escrucería, de 22 años, comandó una rebeldía en la coalición de gobierno para tratar se hacerse con la presidencia de una de las comisiones más importantes de la corporación. Y aunque no logró su cometido, sí rompió en pedazos la alianza y mostró hasta dónde estaban dispuestos a llegar.

La explicaciones no se hicieron esperar. "Ellos hacen parte de una burguesía emergente. No tienen la fuerza ni la vocería en sus bancadas, entonces hacen política subterránea para romper la coalición", dijo un concejal a SEMANA.

El más controvertido de todos los de esta bancada es Escrucería, miembro de una estirpe que dominó por tres décadas la política de Tumaco, en donde campean la miseria, la corrupción y la violencia. Su abuelo Samuel Escrucería, tras ganar siete elecciones al Congreso, murió en una cárcel de Estados Unidos, y su papá, con el mismo nombre de su abuelo, fue el primer congresista en perder la investidura en Colombia.

El segundo miembro de la bancada, con una hoja de vida igualmente incómoda, es el concejal Julio César Acosta, de 30 años, hijo del ex gobernador de Arauca Julio Enrique Acosta, a quien hace apenas dos semanas un jefe paramilitar lo acusó de haberle entregado una lista de 50 personas para asesinarlas.

Los otros 'gomelos', como los conocen los demás concejales, no tienen ese tipo de anotaciones oscuras en su historia familiar. Sus casos más bien se parecen porque tienen intereses claros en contratos con el Estado. Se trata de Javier Palacio Mejía, de 30 años, cuya familia ha sido contratista de las Fuerzas Militares, y Felipe Ríos, de 25 años, quien tiene que declararse en muchas ocasiones impedido en votaciones o debates ya que su familia tiene contratos con el Distrito en TransMilenio, basuras y hospitales. Y por último está Wilson Duarte, que si bien es un poco mayor de 30 años, hace parte del clan y ha sido acusado en público por sus compañeros del Polo de utilizar los debates políticos para su beneficio personal, pues empresas de su familia tienen intereses en contratos del IDU.

Los cinco se han hecho amigos de parranda, sobre todo Escrucería, Acosta y Palacio, mientras que Ríos y Duarte los acompañan de vez en cuando. Las historias de las correrías de los tres primeros se han convertido en conversación de corrillo en el recinto del Concejo. Un día uno de los cacaos del Concejo, preocupado por lo que él consideró algunos desmanes en público, les hizo un paternal llamado de atención. Y no han pasado inadvertidos ciertos lujos que rayan con la excentricidad, como los carros Porsche y Hummer en los que han visto llegar a Escrucería y a Palacio al Concejo, o el palco para ir al concierto de Marc Anthony por el que Escrucería pagó 10 millones de pesos e invitó a sus amigos.

Más allá de los cuentos que giran a su alrededor, esta semana dieron una demostración de hasta dónde están dispuestos a llegar políticamente en el Concejo. La coalición del gobierno distrital, integrada por 32 de los 45 concejales, ya tenía el mapa listo de las nuevas mesas directivas. En una de las tres comisiones, la del Plan, los 'gomelos' vieron la oportunidad de medir fuerzas. La presidencia de la comisión estaba escriturada para Ángela Benedetti, del Partido Liberal. Pero Escrucería, que es de la coalición, rompió el pacto y se llevó con él al otro concejal de su partido (Convergencia Democrática), hizo voltear también a los dos de La U y curiosamente Duarte, uno de los cinco de la bancada de los gomelos, no fue a esa sesión. Al final las cuentas quedaron 7-7 y una rifa le dio el triunfo a Benedetti.

Pero no era la primera vez que los gomelos hacían diabluras. Ya en julio del año pasado, los tres de la 'bancada' que hacían parte de la comisión de presupuesto -Escrucería, Duarte y Palacio- se opusieron a la armonización presupuestal y pusieron en calzas prietas inversiones importantes de infraestructura. El alcalde, Samuel Moreno, al que, según miembros de su gabinete, lo fueron a visitar algunos de ellos para pedirle el IDU, se quejó: "Si algunos concejales piensan utilizar esto como un mecanismo de presión, no voy a ceder a esos chantajes".

Si bien la fuerza puede no alcanzarle a la bancada de los gomelos para voltear a su favor el Concejo, lo que han dejado claro es que tienen cómo hacerle jugadas bastante pesadas al alcalde Moreno. Y este año es clave en el Concejo porque se define el cupo de endeudamiento del metro y se reforma el Plan de Ordenamiento Territorial que toma decisiones clave sobre la ciudad.

Pero en el fondo, lo que despierta mayor preocupación es la clase de renovación política que se puede estar dando en una ciudad como Bogotá, que si bien no ha estado libre de prácticas de clientelismo e incluso de compra de votos, se ha destacado por tener figuras políticas independientes y que han promovido gran progreso.

Cómo será la situación que se está viviendo en los últimos tiempos, que hasta los 'cacaos' del Concejo, a los que algunos asocian más con la figura del cacique que con la del político de avanzada, también han expresado su preocupación. Jorge Durán Silva dijo en su momento que la pasada fue una de las campañas "más corruptas en términos de dinero"; Jorge Salamanca añadió que "estamos a un paso de estar como en la Costa", y Omar Mejía ha pedido investigar la financiación de las campañas.

Lo que está pasando en el Concejo de Bogotá no deja de tener un ingrediente simbólico. Mientras algunos miembros de las familias de estos concejales han estado asociados al narcotráfico y al paramilitarismo, hay otros jóvenes en el mismo recinto, cuyos familiares han dado la vida para luchar contra esos flagelos. Es el caso del concejal Carlos Fernando Galán, cuyo padre, Luis Carlos, combatió la penetración de las mafias en la política y se ganó el corazón de los colombianos por defender con su vida la democracia. Ojalá ninguno de los jóvenes políticos siga el destino de sus padres: ni el martirilogio ni la corrupción.