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Uno de los atentados más sonados de los últimos días fue el perpetrado contra el abogado Hernán Darío Escobar, famoso por haber sido el defensor de capos como Víctor Patiño Fómeque y Juan Carlos Abadía, alias ‘Chupeta’.

Cali

La Chicago criolla

Tiroteos en restaurantes y centros comerciales, balas perdidas, asaltos y fleteos tienen asustados a los caleños. ¿Qué está pasando?

28 de mayo de 2011

Cali está aterrada . En lo que va corrido del año, sus habitantes han sido testigos de escabrosos y absurdos episodios de sangre que van desde la muerte de reconocidos personajes por casos de fleteo o el simple robo de un celular, hasta incursiones de sicarios en sitios públicos con fusiles, pistolas con silenciador y granadas.

Ni siquiera en los tiempos de los otrora temibles carteles de Cali y del Norte del Valle les había tocado vivir una zozobra como la que han padecido estos meses.

En la última semana se dieron varios de estos episodios dolorosos. Una bala perdida -en medio de un caso de fleteo contra otra persona- mató a una reconocida chef de la ciudad. Ese mismo día, en un centro comercial, también del sur de la ciudad, sicarios acribillaron a un distribuidor de medicinas y a un guardia que intentó reaccionar. Unos días antes, dos pistoleros atacaron en pleno centro al reconocido abogado Hernán Darío Escobar, famoso porque ha defendido a los capos Víctor Patiño Fómeque y Juan Carlos Abadía, alias 'Chupeta'. El abogado sigue con vida, pero un vigilante murió.

Ya en abril la ciudad había llorado los asesinatos de un fiscal que no se quiso dejar robar la plata que había acabado de sacar de un cajero y de un capitán de la Policía al que abalearon por robarle el celular. Mientras que la dueña de una casa campestre sobrevivió a pesar de los disparos que recibió en el cuello mientras los asaltantes huían solo con un celular como botín.

En marzo, al mejor estilo de los ajustes de cuentas entre mafiosos, en un concurrido restaurante en el norte de Cali fueron asesinados dos extranjeros, de México y de Venezuela, y una colombiana. El sicario, que usó una pistola con silenciador, resultó ser un menor.

Y en enero el turno fue para una compraventa de carros. Lo que más llamó la atención fue que el ataque se dio con fusiles y granadas. El hallazgo de unos panfletos dejó claro que se trataba de una retaliación de la mafia, al parecer como respuesta al crimen de un hombre que había sido acribillado semanas atrás por una decena de sicarios que, armados también con fusiles, ingresaron al conjunto residencial donde vivía.

¿Qué está pasando en la capital del Valle? Hay varias razones para explicar la zozobra.

En primer lugar, buena parte de los delitos comunes migraron hacia sectores más pudientes de la sociedad caleña y, por consiguiente, generan más ruido. Si bien las cifras de inseguridad de Cali no son las mejores, lo curioso es que no se han agravado tanto como para generar tal espanto entre la ciudadanía. Todos los indicadores, salvo homicidios, disminuyeron respecto al mismo periodo del año anterior. El número de asesinatos ha aumentado en 5 por ciento (747 hasta el 24 de mayo), para un promedio de cinco personas muertas al día.

Sin duda, la espectacularidad de los hechos y el estatus de muchos de los afectados multiplican el impacto de lo ocurrido. Una prueba de ello es que si bien, de acuerdo con informes del Observatorio del Delito del municipio, la mayor parte de los casos de homicidios que se presentan cada año ocurren en sectores vulnerables del oriente de Cali, solo ahora, cuando han migrado a sectores más privilegiados, se están promoviendo marchas contra el fenómeno.

La segunda razón de esta ola de sangre tiene que ver con una guerra en la mafia. Tras gozar de una tregua luego de la desintegración del Cartel de Cali y el del Norte del Valle, hoy la ciudad presencia una batalla a muerte que enfrenta, por un lado, a los capos Luis Enrique y Javier Antonio Calle Serna, alias 'los Comba', jefes de una de las bandas emergentes más temidas, la de Los Rastrojos, y por el otro, a los lugartenientes del confeso narcotraficante Víctor Patiño Fómeque. Patiño, quien hizo parte de la cúpula del Cartel de Cali, fue extraditado a Estados Unidos y hoy está libre en un tercer país. "A través de terceros estaría intentando recuperar parte de su fortuna", según dijo el director de la Policía Nacional, general Óscar Naranjo.

Y esa guerra no es solo de capos de Cali, dice el general Miguel Ángel Bojacá, comandante de la Policía de Cali. También están envueltos en ella delincuentes de Medellín, como alias 'Sebastián', y un personaje del Cartel del Norte del Valle, alias 'Martín Bala', quienes estarían aliados con Patiño Fómeque.

Mientras el director de la Cámara de Comercio de Cali, Roberto Arango, admite que "Cali tiene un serio problema de narcotráfico", el general Bojacá explica que los golpes que les han dado a estas organizaciones delictivas han provocado las violentas reacciones: "Es como si hubiéramos alborotado un panal de avispas". En lo que va corrido del año han incautado 63 bienes por valor de 15.000 millones de pesos y fueron capturados ocho miembros de la organización de Los Rastrojos, todos con orden de extradición.

Y como si todo eso fuera poco, otro factor de inseguridad en Cali es la urbanización del conflicto, que encontró en sus zonas vulnerables el nicho perfecto para armar estructuras criminales. Hoy, según las autoridades, existen trece oficinas de cobro y 120 pandillas juveniles con un ejército de 1.700 muchachos que se pelean a muerte sus territorios. "El negocio ahora no es enviar coca a Estados Unidos, porque sale muy caro, sino venderla aquí mismo. Solo en Cali tenemos detectados 270 puntos móviles de expendio", explicó un oficial de inteligencia de la Policía.

Con ese análisis coincide el director seccional de Fiscalías en Cali, Gilberto Guerrero. Según él, la gran diferencia con la época de los grandes carteles de la mafia es que no hay un gran patrón, y eso ha hecho que los pequeños capos se atomicen y cada uno por su lado busque la manera de mantener el negocio "sin importarles si calientan la zona con sus crímenes", dijo. Algo similar a lo que está ocurriendo en capitales como Medellín.

Todo ese aparato criminal contrasta con las precariedades logísticas y presupuestales con que opera la justicia caleña. Solo para citar algunos casos, la Fiscalía y los juzgados funcionan en 18 sedes dispersas por toda la ciudad, y la Policía, en los últimos cuatro años, solo ha recibido de la Alcaldía la mitad de los recursos prometidos. En 2010, por ejemplo, debieron girarle 14.800 millones de pesos y solo recibió 5.032 millones de pesos. Y ni hablar del déficit de fiscales y policías.

Más allá de las cifras, la situación tiene tan desesperados a los caleños que, como pocas veces en su historia, algunos sectores convocaron a una marcha cívica para sentar su voz de protesta por el grado de inseguridad. Sin embargo, varios gremios que en un comienzo se animaron a apoyarla luego se bajaron del bus porque advirtieron que tras la misma había intereses politiqueros. "La ciudad no se puede ver envuelta en manifestaciones mediáticas y políticas", dijo en un comunicado Rosita Jaluf, presidenta de la junta directiva de Fenalco, Valle.

El problema, al fin de cuentas, es que la temperatura en Cali se está calentando y todavía no aparece la fórmula para bajarla. El presidente Juan Manuel Santos decidió hacer un consejo de seguridad el pasado viernes, y los caleños esperan que de lo que allí se discutió salga alguna señal de mejoría.

Todos los diagnósticos del problema de inseguridad apuntan a tomar acciones en temas como eliminar el exceso de garantías a los menores delincuentes y la excarcelación al porte ilegal de armas -sin duda un asunto pendiente en todo el país-, pero tal vez no sean suficientes. Mientras tanto, la Sucursal del Cielo, como se conoce a Cali, vive su propio infierno.