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A Puerto Nuevo llega propaganda política, pero nunca el agua ni luz. | Foto: León Darío Peláez

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La crisis política de La Guajira

Los dos grupos que se pelearon la Gobernación se acusaron unos a otros de tener nexos con bandas criminales. Y lo peor es que en algunos casos pueden tener razón. Una radiografía que explica por qué está en crisis La Guajira.

19 de julio de 2014

El 24 de mayo pasado, el rector de la Universidad de La Guajira, Carlos Arturo Robles, acusó directamente a varios políticos de querer asesinarlo. Este hombre, que hoy anda con escoltas, a bordo de una camioneta blindada, dijo aquella vez desde su cuenta de Twitter que si a él o a un miembro de su familia le sucedía algo, responsabilizaba directamente a la “bacrim Nueva Guajira”. Así lo escribió.

Pero si un rector amenazado ya es un escándalo, es aún más escandaloso el hecho de que cuando él habla de sus posibles verdugos no se refiere a una banda armada cualquiera sino a un grupo político. Se trata del movimiento Nueva Guajira del exgobernador Hernando Deluque Freyle (2000-2003), cuya elección fue anulada por el Consejo de Estado, al encontrar que el candidato se había valido de fraude para ganar. El dardo que lanzó el rector Robles también iba dirigido hacia el excongresista Bladimiro Cuello (hoy cónsul en Chicago) y a los exgobernadores Jorge Pérez Bernier (2007-2011) y a Álvaro Cuello (1997-2000), este último destituido e inhabilitado por la Procuraduría. Y lo que es aún más grave es que este grupo político era, en teoría, el que aparecía ante el país como el menos contaminado de La Guajira, a la hora de compararlo con del también cuestionado exgobernador, hoy detenido, Kiko Gómez.

El debate político en este departamento ha llegado a un punto tan peligroso que en las recientes elecciones atípicas a la Gobernación, llevadas a cabo el 31 de mayo, las acusaciones por corrupción entre los grupos que se disputaban el cargo eran lo de menos. Los epítetos que se cruzaron esta vez, unos a otros, fueron de delincuentes y bandidos. Y, por indicios que han ido saliendo a flote, no se descarta que desde ambas orillas tengan algo de razón.

Según Robles, desde 2009, cuando se posesionó como rector, el movimiento Nueva Guajira ha querido tomar el control de la universidad por lo que podría representar políticamente 13.000 estudiantes y un presupuesto de 60.000 millones de pesos. “Y la única manera que tienen para hacerlo es asesinándome”, dice desde su casa, que ahora está rodeada de custodios como si fuera un búnker.

Es importante anotar que el rector simpatiza con Kiko Gómez y desde cuando el exgobernador fue detenido, la guerra entre las dos vertientes políticas no solo se ha agudizado sino que el grupo de Gómez quiere demostrar  que ellos no son los únicos malos. Y en realidad han surgido hechos que han puesto contra la pared, también, a los contradictores de Kiko. Por ejemplo, en el último año, alias Pablo y alias Lucho, dos jefes de las AUC de esa zona señalaron a políticos del grupo Nueva Guajira —el del candidato que perdió la Gobernación, Wilmer González Brito—de haber apoyado y cohonestado con la expansión de las AUC en La Guajira.

Hablar de nexos de políticos con paramilitares en el resto del país suena a capítulo ya cerrado. Pero en el caso de La Guajira todo ha sido distinto. Como nunca se desmovilizó el grupo de las AUC que operaba allí, apenas han comenzado a contar las historias ahora luego de ser capturados. Y en la práctica lo que se ha dado es una especie de amnistía porque lo que han contado alias Pablo, comandante de los paramilitares en Uribia, y alias Lucho, jefe urbano en Maicao y Riohacha, daría para poner tras las rejas a importantes fichas del ajedrez político en esa parte del país.

A las versiones de estos, también se sumó en mayo pasado otro hecho que dejó maltrechos a los de Nueva Guajira. La Policía capturó a siete supuestos integrantes de la banda Los Rastrojos, acusados de intentar matar a Kiko Gómez, cuando estaba en campaña para la Gobernación, en 2011. Uno de ellos, Danovis López Acosta, alias Poncho, declaró que sus hombres habían sido contratados por Pérez Bernier, Cuello Daza y Cuello Blanchar, por 200 millones de pesos para cometer el acto. Los tres políticos negaron las acusaciones.

Y para completar, la Contraloría acaba de revelar cómo cerca de 150.000 millones de pesos destinados para cambiar la cara de los colegios públicos de La Guajira, durante la gobernación de Jorge Pérez Bernier, terminaron en obras inconclusas o la plata se perdió en medio de la maleza. El contrato se le concedió a una unión temporal de la que hace parte una firma protagonista del cartel de contratación de Bogotá: HyH Arquitectura.

Pero si del lado de Nueva Guajira hay imputaciones graves, del otro lado, el grupo político que representa Kiko no ha estado libre de historias criminales y amistades peligrosas.

Kiko enfrenta un juicio por los delitos de homicidio agravado, en tres casos, y tentativa de homicidio en otros dos. Como dijo en su momento esta revista “nunca un mandatario regional había sido objeto de cargos tan graves”.

José María Ballesteros, Chemita, quien ganó las elecciones de mayo fue el candidato de Kiko, apoyo que no fue secreto en La Guajira. Al contrario, durante las elecciones aparecieron vallas con la foto del exgobernador pidiendo que votaran por Chemita. Desde La Picota, Kiko se tomó una fotografía celebrando el triunfo, con la cara florecida por una sonrisa y una camisa del color de su pupilo. 

Y es que alrededor de este ‘delfín’, de 37 años, hijo del senador Jorge Ballesteros Bernier, se conformó una alianza con sectores de todas las urdimbres. “Si nos tenemos que unir con el que sea para que no vuelvan los de la Nueva Guajira, lo vamos a hacer”, decía desde las calles de Riohacha un simpatizante de Chemita. “Kiko Gómez pasó 18 meses en la Gobernación bebiendo, pero esos manes duraron 20 años robando y quieren seguir”.

Sin embargo, los cuestionamientos a Kiko y a su grupo van más allá de unas simples borracheras. Ellos han sido muy cercanos a Santander Lopesierra, el hombre Marlboro, quien paga una pena de 25 años en Estados Unidos por traficar más de dos toneladas de cocaína.

Chemita, el actual gobernador, también es primo del hombre Marlboro. El periodista Gonzalo Guillén publicó una foto de Instagram en la que aparecía Chemita abrazando a Carlos Lopesierra o Ñeco, hermano de Santander, y condenado a cinco años de cárcel en los Estados Unidos por narcotráfico.

Pero tal vez la relación que más le ha costado a Kiko explicar, es la que ha sostenido con Marcos Figueroa, alias Marquitos, hoy uno de los más buscados del país. No son pocos los testimonios recogidos por SEMANA en La Guajira que dan cuenta de que Chemita hizo campaña en sitios donde no se podía entrar sin la venia de Marquitos.

La situación es tan grave y confusa en La Guajira, que da incluso para anécdotas macabras como que el pasado 10 de mayo fue capturado en Valledupar el exalcalde de Barrancas Juan Carlos León (2008-2011) con una Mini Uzi, un fusil M4 y dos pistolas. 

La tragedia de La Guajira es que la elección de Chemita no es simplemente el fin de un duelo político. Como sería lo normal. Por el contrario es apenas una batalla más en una guerra que ha dejado muertos, denuncias de corrupción y represalias aún no cobradas. El día de su posesión El Diario del Norte lo registró así: “En un marco impresionante, con una plaza totalmente llena y un sonoro reconocimiento al exgobernador Kiko Gómez, asumió el abogado José María ‘Chemita’ Ballesteros”.