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BIODIVERSIDAD

La expedición botánica del siglo XXI

Desde el año pasado nueve grupos diferentes de científicos altamente reconocidos han recorrido el país como parte del programa Colombia Bio. La última expedición fue en Vichada, en la que se corroboró la riqueza en biodiversidad de este país y registró el que podría ser el pez más pequeño del mundo

15 de mayo de 2017

Colombia es tierra incógnita, un país que todavía tiene mucho por descubrir, no solo en los rincones del territorio nacional, sino en los cercanos donde habita la mayoría de los colombianos. Aún hay especies por registrar y ecosistemas por describir”. Con estas palabras, Andrés Cuervo, líder científico de las colecciones biológicas del Instituto Humboldt, comienza a reseñar la expedición científica en la que participó en la vereda Marandúa en Puerto Carreño (Vichada) entre el 29 de marzo y el 9 de abril. Su misión: catalogar el mayor número de especies y encontrar alguna nueva.

Esta expedición hace parte del programa Colombia Bio, que busca registrar la riqueza de la biodiversidad del país y completar, si se quiere, la tarea que durante siglos han hecho científicos e investigadores para conocer el país. “Tras la Expedición Botánica en el siglo XVIII y la Comisión Corográfica del XIX, en Colombia no se volvieron a hacer grandes proyectos para conocer e inventariar la flora y fauna colombianas. Afortunadamente hoy se están dando una serie de hechos que permiten que volvamos a retomar estos proyectos”, afirma Cuervo.

El departamento de Vichada, como otros, cuenta con una biodiversidad que poco a poco ha empezado a ser catalogada. Sin embargo, también ha sufrido de los flagelos del conflicto armado y de las economías ilegales. No hay que olvidar que en Puerto Carreño y sus alrededores, el frente 16 de las Farc era dueño y señor.

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El peligro de ingresar a territorios copados por actores al margen de la ley frenó el interés de científicos e investigadores por explorar y conocer esta zona. Como explica Hernando García Martínez, subdirector científico del Instituto Humboldt, “en Vichada, como en otros tantos lugares del país, el conflicto no ha permitido conocer nuestra gran biodiversidad”. Pero las cosas están cambiando. La retirada de las Farc de las zonas que dominaban, así como el control que el Estado ha empezado a ejercer en otros territorios han permitido que los investigadores trabajen con más tranquilidad y seguridad.

Por eso, desde el año pasado, Colombia Bio ha logrado adelantar nueve expediciones en el país, cuyos resultados ya empiezan a sorprender a la ciencia. Por ejemplo la expedición a Marandúa, un lugar de transición entre la altillanura y la selva amazónica, permitió a los miembros del equipo recorrer sin temores y sin prisa sus ocho ecosistemas (mata de monte, río, sabana, laguna, caño, bosque de rebalse, morichal, madrevieja), cuna de una gran diversidad.

“Cada día trae su sorpresa”

Organizar una expedición, como las que ya recorrieron Chocó, Santander, San Andrés y Providencia, Caquetá o el Chiribiqute, no ha sido una tarea fácil. Requiere de un arduo trabajo previo y definir, muy bien, las áreas a explorar. Aunque para la mayoría de colombianos el término vereda se tiende a asociar con pequeñas extensiones, muchas de estas, como en Vichada, cubren miles de kilómetros cuadrados y zonas de difícil acceso que los investigadores no pueden cubrir en solo unos días. Por eso Cuervo y su equipo, antes de emprender su viaje, realizaron una caracterización de la zona para determinar en qué sitios podrían tener mayor riqueza en biodiversidad y en qué especies se debían enfocar.

El 29 de marzo un grupo de entomólogos, biólogos, zoólogos y especialistas en escarabajos, macroinvertebrados, esponjas de agua dulce y hongos partió a Marandúa. A ellos se les unió otro grupo de baquianos de la región, que además de guiarlos les transmitirían sus conocimientos sobre las especies. En su equipaje llevaban cámaras trampa (un dispositivo que integra cámara, sensores de movimiento, luz por infrarrojos, y otros recursos tecnológicos para registrar animales en su hábitat), reflectores parabólicos para grabar el sonido de las aves, redes de niebla para atrapar pájaros, entre otros artículos.

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El día cero, los expedicionarios armaron su campamento base, al que regresarían luego de las arduas jornadas que comenzaban desde antes del amanecer y culminaban al anochecer. Y así empezaba una rutina que implicaba recorrer a pie o lancha entre una y dos horas de camino, instalar sus instrumentos e iniciar la recolección. “Yo sé muy bien que para muchas personas estar nueve días en un lugar donde no hay luz ni televisión ni ninguno de los entretenimientos cotidianos podría ser aburrido. Pero lo bonito de este trabajo es que cada día trae sus sorpresas y hasta sus sustos. Por ejemplo, un día íbamos en una lancha y avistamos una golondrina que solo había sido avistada en Venezuela; ese dato es muy emocionante y nos pone a pensar y a sacar teorías sobre por qué esa ave se encuentra en un lugar en donde no debería estar”, expresa Cuervo.

De acuerdo con los hábitos de las especies, los botánicos, zoólogos y demás especialistas comenzaban sus labores a distintas horas, unos de día y otros de noche. Los ornitólogos eran los primeros en comenzar las jornadas de trabajo. Emprendían camino a las cuatro de la mañana para llegar a su destino antes del amanecer y así poder escuchar o atrapar alguna ave nocturna. Su labor culminaba hacia el mediodía, cuando la posibilidad de identificar aves disminuye.

En el campamento base, lugar de aprovisionamiento y descanso, los investigadores identificaban y clasificaban las muestras y la información. Los botánico, montaban los ejemplares de las plantas en papel periódico, los prensaban y alcoholizaban para evitar que se contaminaran de hongos.
Luego de 9 días de trabajo, los 30 expedicionarios identificaron 18 especies de escarabajos fitófagos, de los cuales 9 no habían sido registradas en el Vichada. También 32 escarabajos coprófagos, 3 de esponjas de agua dulce y 60 grupos de especies de macroinvertebrados. En cuanto a las plantas, recolectaron cerca de 200 especies, de las 1.787 que la ciencia tiene registradas para el Vichada.

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Entre las sorpresas que dejó la expedición se descubre el gran desconocimiento que hay en Colombia en cuanto a los hongos. En Marandúa, los investigadores encontraron 52 especies de las cuales solo uno tiene registro para el Vichada. También, al parecer, descubrieron el pez de agua dulce más pequeño del mundo: un bagre de un centímetro de largo. Y en cuanto a las aves, avistaron 10 especies observadas en otras zonas, pero no registradas en Vichada.

Como en las otras ocho expediciones anteriores, el éxito de esta –que terminó sin contratiempos el pasado 9 de abril- se debe a que ahora grupos de científicos e investigadores altamente preparados pueden recorrer el país. Y al programa gubernamental Colombia Bio, que busca incentivar el conocimiento del territorio colombiano y de su biodiversidad para convertirla en base de desarrollo y crecimiento a partir de la bioeconomía. Sin lugar a dudas, estas salidas retoman los sueños de la Expedición Botánica y la Comisión Corográfica de 1850.